Abracé la noche y recosté a la muerte sobre mi regazo. Le tarareé sonatas de olas que rompen contra el abismo y abandoné mi cuerpo, a su merced.
Sobrevolé el pasado, los vicios que me ataron, el amor que me liberó del yugo, para hundirse acto seguido y dejarme embarrados los pies. Recuerdo como luché por zafarme de la mancha que comenzaba a cubrirme los labios, incapaces de pronunciar su nombre desde ese día. Y hasta que llegaste, tan lleno de vida. Cómo me esclavizó el miedo entonces, el temor a tropezar de nuevo con la piedra destinada a romperme en pedazos por dentro. Dejé escapar el vuelo, anclada a tierra.Y ahora que llega la parálisis completa, veo mis huesos tendidos al sol. Y es tuyo mi pensamiento.
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Menos Pena, Morena.
PoesíaSé que empecé a soportar los verbos copulativos que siempre detesté, que éramos sin ser, estar o parecer, que me volví intransitiva y jamás le puse un complemento a nuestro verbo favorito. Y mucho menos de régimen.