Prologo

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 -Pienso hacerlo -dijo ______ Bliss con todo el convencimiento posible.
Sabrina la miró con despreocupación.
-No tienes por qué hacerlo.
Todo era tan fácil para Sabrina, pensaba ______ mientras reparaba en la apariencia descuidada de su hermana. A pesar de su falda vaquera y su camiseta de algodón que le dejaba al descubierto el vientre plano, Sabrina estaba muy guapa. Mientras que ella se había pasado al menos una hora acicalándose, y aun así se sentía sofocada y como embutida en su traje de diseño.
-No voy a obligarte -oteó en la distancia, evitando la mirada de su hermana.
Ya sabía por qué. Sabrina esperaba que «ella» fallara primero. Si la apuesta quedaba cancelada, Sabrina quedaría libre para ir detrás de Kit Rex, el apuesto chef de repostería con quien trabajaba.
-Mmm -dijo ______, como si pensara en sacar a su hermana de apuros.
Sólo era para torturar a su hermana, que aunque tenía un año más que ella pocas veces se comportaba como si fuera la mayor.
-Ah... no -añadió ______-. Pienso hacerlo.
-De acuerdo; pero tendremos que entrar, ¿no?
Estaba delante de las puertas de cristal del elegante salón de la Avenida Madison. Era de esa clase de sitios por los que ______ solía pasar a toda velocidad, como si los estilistas estuvieran junto al escaparate, contabilizando los cortes de pelo feos y pasados de moda de las personas que no podían permitirse sus servicios.
-Espera, espera. Me lo estoy pensando -______ se ajustó el cinturón a la cadera.
Sabrina parecía haber llegado al límite.
-De verdad, ______, esto es ridículo. Entra ahí. Sólo es el pelo; no un brazo o una pierna. No es para ponerse nerviosa.
-Eso lo dices tú.
______ se colocó sobre el hombro la trenza que le llegaba por la cintura, como si se sintiera proteger su melena aunque hubiera decidido cortársela.
Sabrina también tenía el pelo largo, pero no se lo cuidaba tanto como ______. De todos modos seguía siendo una belleza, aunque eso a ella no le preocupara tanto. Por capricho sería capaz hasta de raparse al cero.
La diferencia era que Sabrina no necesitaba estar segura para hacer una cosa. Tenía un carácter interesante, una cara preciosa y un cuerpo de modelo, mientras que ______ era callada, incluso tímida, y usaba una talla cuarenta y dos. La mayor parte del tiempo, ______, a diferencia de su hermana, evitaba ser el centro de atención.
Hacía dos meses, los padres de ______ y Sabrina se habían vuelto a casar después de haber estado dieciséis años divorciados. La boda había incitado a las hermanas a analizar cómo habían dejado que el divorcio de sus padres afectara negativamente el rumbo que le habían dado a sus vidas. Envueltas en el ambiente emocionante y esperanzador del evento, se habían retado la una a la otra a cambiar, a encontrar la verdadera felicidad.
Sabrina incluso había puesto algo en juego: el solitario de diamante que habían heredado de la abuela. Su madre se lo había dado antes de la ceremonia, ya que había decidido empezar su nueva vida con un anillo nuevo que no la hubiera acompañado durante el divorcio.
De pronto el desafío había tomado la forma de una apuesta. Sabrina, la bohemia, la que jamás se comprometía, estaba intentando sentar la cabeza por primera vez en su vida. También había accedido a dejar de lado a los hombres hasta que se interesara por uno en serio. En ese momento, dos meses después de la apuesta, había encontrado un empleo, había alquilado un apartamento y se sentía tremendamente atraída por Kit Rex.
Por el contrario, ______ estaba haciendo lo opuesto. Había abandonado su puesto de comercial en Regal Foods, y había invertido todos sus ahorros en su propio negocio, una tienda de chucherías y caramelos llamada La Cosita Más Dulce. Había dejado a su novio, Jason Dole, aunque se sentía algo perdida después de pasar tantos años en una relación cómoda, aunque poco emocionante. Para colmo, había accedido a ponerse en manos de un estilista y de un asesor de imagen antes de inaugurar su negocio.
Cortarse la melena que le llegaba por la cintura era el último paso. Uno al que se había estado resistiendo.
No era porque se hubiera estado escondiendo detrás de su melena; o menos aún porque se agarrara al recuerdo de Justin, cuando él había dicho una vez... ______ cerró los ojos y sucumbió a un instante de puro anhelo. Sólo tenía los recuerdos, pero fueron suficientes para sentir una oleada de deseo subiéndole por la garganta.
Tonterías. Abrió los ojos y vio el reflejo distorsionado de su cara en las puertas de cristal del salón de peluquería.
Sólo era nostalgia. Nada más.
Hacía ya diez años que no veía al chico del que había estado tan enamorada en el instituto, Justin Bieber. Aun así, jamás había olvidado que un día él había alabado su melena; que, de hecho, había sido una de las cosas más bonitas que él le había dicho.
¡Al cuerno con esas tonterías! ______ agarró el bolso con empeño.
-Vamos.
Sabrina emitió un gemido de frustración.
-No podemos marcharnos. Me ha costado Dios y ayuda conseguir esta cita después de que perdieras la primera. A Costas hay que pedirle cita con meses de antelación...
______ la interrumpió.
-No, quiero decir vamos dentro -se dijo que no pensaba echarse atrás esa vez, a pesar de su nerviosismo-. Estoy dispuesta a aprovechar nuestra apuesta.
-Ah, bueno. Estupendo.
A pesar de su actitud despreocupada, no quería perder el anillo que ambas habían atesorado desde que eran pequeñas. Eso significaba que tenía que ceñirse a la promesa de no meterse con Kit en la cama... aunque el único modo de calmar sus apetitos sexuales fuera atiborrándose de chocolate.
Volvió a pensar en su tentación más inconfesable. Como siempre, no sacaba ninguna satisfacción de ello. Justin no era más que una fantasía, no una persona de carne y hueso, como el Kit de Sabrina.
Aunque Sabrina había sabido de aquel enamoramiento suyo, le resultaba demasiado vergonzoso reconocer que aún diez años después continuaba pensando en él.
De vez en cuando. Como por ejemplo, cada vez que se cepillaba el pelo.
En una ocasión de genialidad, Justin le había dicho que con el cabello largo y oscuro parecía una hechicera; lo opuesto a las princesas de cabellos rubios y caras sonrientes que tenían tanto éxito en el instituto. ______, la eterna «buena chica», no tenía ni un ápice de hechicera, así que naturalmente siempre le había encantado esa comparación.
El problema era que Justin no parecía haber sufrido ese hechizo en su persona.
______ era ya una mujer, y Justin tan solo un recuerdo distante. Tenía que olvidarse de él para siempre.
Sabrina sujetaba la puerta abierta del salón, así que se armó de valor y entró. Había llegado el momento de cortarse el pelo. ¡A ver si así conseguía sacarse de la cabeza a aquel hombre de una vez por todas!  

Algo Dulce - Justin Bieber y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora