Capitulo 1 (parte 2)

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Pero parecía preocupado.
Ella se sentó en el borde de la cama y se estiró la ropa, que estaba muy arrugada. Había perdido uno de los zapatos de camino a su dormitorio. Dos botones de la blusa de seda se le habían estallado, y las mangas de la chaqueta corta entallada estaban un poco descosidas. Así que ______ se quitó la chaqueta y la dobló meticulosamente antes de dejarla a un lado.
Miró y vio que Justin la estaba mirando con la cabeza ladeada.
-Estoy nerviosa -dijo ella a la defensiva.
Cuando se ponía nerviosa se convertía en una obsesa del orden. Después del divorcio de sus padres, sus dormitorios de adolescente habían estado siempre ordenados.
Él se encogió de hombros.
-Escucha, sé que esto parecerá una locura, pero debes confiar en mí.
El timbrazo estridente del intercomunicador de la puerta interrumpió sus palabras.
Justin soltó una palabrota, y ella se encogió al oírla. Las oía por la calle cada día cientos de veces, pero nunca en su dormitorio. ¿Y no resultaba eso revelador? Su vida sexual era aburrida y poco emocionante, lo mismo que su última relación... ¡Pero qué momento para preocuparse en eso!
-No contestes -dijo Justin cuando el telefonillo sonó de nuevo.
Segundos después oyó el débil timbrazo del intercomunicador de su vecina. Su habitación daba pared con pared con el salón de Blair Boback.
-Están llamando a todos los apartamentos.
-Maldita sea -Justin agarró a ______ del brazo y tiró de ella hasta la puerta de entrada, ajeno a que iba sólo con un zapato y a cómo se tambaleaba.
Pisó su bolso que estaba en el suelo al acercar la oreja a la puerta para escuchar. Entonces miró por la mirilla. De pronto se retiró bruscamente. Aunque su expresión no varió, sintió que se había quedado helado. La puerta del portal se abrió y se cerró.
-Uno de los vecinos les ha dejado entrar -adivinó ella.
Tenía menos miedo de los que acababan de entrar en el edificio que de Justin. Ellos podrían ser inofensivos. Justin... no lo era.
Él la miró con curiosidad. El ojo izquierdo se le estaba poniendo azulado.
-¿A ellos?
-A ellos, a él, a ella -dijo en tono molesto-. Que yo sepa, podría ser un equipo de fútbol.
Sonó el timbre de su puerta y ______ pegó un brinco. Él le apretó el brazo mientras acercaba la boca a la oreja de ______.
-No abras.
-Pero...
Pum, pum, pum. Estaban aporreando su puerta con tanta fuerza que empezaron a vibrar las bisagras.
-Deja que mire yo -le susurró mientras le retiraba de la frente el cabello húmedo.
Justin sacudió la cabeza.
-¿Te persigue alguien?
-Shhhh... Estoy escuchando.
Los intrusos se habían pasado a la puerta del apartamento de al lado. ______ pegó la oreja a la puerta. Unas voces profundas se mezclaron con otra más aguda.
-Mi vecina -dijo ______, muy preocupada-. Blair Boback.
Justin tenía mala cara.
-Espero que sea lo bastante lista como para no dejarles entrar en su apartamento.
______ sonrió.
-Oh, sí. Blair sabe lo que se hace.
Oyeron que se cerraba la puerta de Blair. Justin se asomó por la mirilla.
-¿Cuántos apartamentos hay en este edificio?
-Sólo ocho.
Suspiró audiblemente y se apoyó, todo él grande, empapado, contra su pared de damasco color melocotón.
-Cuando no me encuentren arriba, van a volver a tu puerta -Justin maldijo de nuevo-. Deben de haberme visto entrar en este edificio.
-¿Deben?
El no contestó.
-Tal vez peinen toda la calle.
-Tal vez -Justin hizo una pausa-. Esto es lo que quiero que hagas. Cuando vuelvan abre la puerta con la cadena echada. Te preguntarán por mí; tú dices que no sabes nada y cierras la puerta. Y sé convincente -la miró con dureza mientras le apretaba el brazo-. Muy convincente.
-Y si no quisiera... -empezó a decir con timidez.
Antes de darle tiempo a pensar, se plantó delante de ella, le puso las manos encima y la acercó a él. La miró con fastidio, allí muy cerca de ella.
Tenía la mandíbula apretada, las aletas de la nariz hinchadas. Se suponía que su gesto debía resultar amenazador, y lo fue, pero la amenaza más grande fue lo que él la hizo sentir.
Se sintió viva. Atemorizada, sin duda, pero tremendamente viva. El corazón le latía alocadamente, la sangre parecía correrle muy deprisa. Sin saber por qué, estaba totalmente consciente de cada zona erógena de su cuerpo. El anhelo distante que tan bien conocía se había convertido en una avidez potente y extraña...
-¿Lo harás? -dijo Justin en tono ronco.
-¿O si no qué?
«Es un criminal. No el chico que iba conmigo al instituto».
El hecho de saber que había cometido crímenes de verdad no le resultaba nada atractivo.
Justin le plantó los labios sobre los suyos, barriendo de un plumazo cada objeción. No la besó; la atacó. Sus labios eran apasionados, su lengua insolente, arremetiendo contra la suya sin intención alguna de seducirla. Le mordisqueó el labio inferior, mientras le metía la lengua más adentro. El susto la dejó tambaleándose. Jamás habría podido imaginar que un beso pudiera ser tan salvaje y tan sensual al mismo tiempo.
¡No podía ser verdad! No Dios, por favor, no...
Justin se apartó de ella y la miró con un brillo burlón y pícaro en los ojos.
______ se quedó paralizada, tambaleándose sobre los pies helados. Cuando se pasó la lengua por los labios, notó el sabor de la sangre.
-¿O qué? -fue todo lo que se le ocurrió decir en tono ronco y grave.
-O jamás volveré a besarte así.
Ella abrió los ojos como platos.
-Maldita sea, ______ -dijo Justin, claramente frustrado con ella; la agarró por los hombros y la zarandeó un poco-. Haz lo que te digo. Si no lo haces, habrá violencia. Tus bonitas paredes acabaran llenas de sangre. Creo que cuesta mucho limpiarla de la seda.
No tenía que zarandearla; ya estaba temblando.
-No me harías daño -le soltó.
Pero no parecía demasiado convencida. Tenía los labios tan sensibles que le dolía hasta hablar.
-No serás tú -dijo él-. Seré yo el que salga herido.
Justin la soltó con brusquedad y se volvió para pegar otra vez el ojo a la mirilla.
-Conseguirás que me maten -dijo.
Demasiado para asimilar. Se frotó los brazos y levantó el pie para quitarse el zapato que le quedaba puesto. Por una parte tenía ganas de echar a correr, aunque no hubiera dónde ir. Sostuvo el zapato de diseño en la mano; el tacón de aguja podría ser un arma letal.
Justin se dio la vuelta.
-Ya vuelven -le dijo-. Prepárate.
Sintió un pánico tremendo. Dejó caer el zapato y se frotó la cara, como si así pudiera borrar su beso. Tenía el pelo hecho un asco, y la blusa... Bajó la vista. La llevaba medio desabrochada. Su sujetador de encaje melocotón de la Perla asomaba entre los botones.
Sonó el timbre. No se movió, salvo para agarrarse la pechera de la blusa. Justin tuvo que empujarla hacia la puerta.
-Diles que estabas durmiendo. Y, hagas lo que hagas, no me mires.
Agarró el pomo con mano temblorosa.
-¿Quién es? -preguntó.
-Policía.
Pegó un bote de sorpresa. ¿La policía? ¿Justin quería que mintiera a la policía? Le echó una mirada. Su expresión era mísera, hosca. Le había puesto la mano en la parte de atrás del cuello, y a ______ le dio la impresión de que podría levantarla y zarandearla si quisiera. Estaba claro que tenía que hacer lo que él le había pedido.
Debía ser valiente. Se aclaró la voz mientras pegaba el ojo a la mirilla.
-Enséñenme sus placas.
Algo que podrían haber sido dos placas apareció brevemente delante de la mirilla. Vio a dos hombres de pie a su puerta. Uno de ellos era mayor y más bajo que el otro, pero ambos tenían los trajes empapados y arrugados. Podrían ser policías, pero también un par de asesinos a sueldo.
-Abra -gruñó el mayor.
Vio que tenía una pistola en el cinturón debajo de la americana desabotonada. Se llevó la mano al cinto y al arma. ______ miró a Justin. El le devolvió la mirada; estaba pálido y demacrado. En cuanto abriera la puerta, sería fácil entregarlo, y él debía de saberlo.
Los policías llamaron a la puerta de nuevo.
-¿Qué quieren? -les preguntó.
-Estamos buscando a un hombre. Está armado y es peligroso.
Sintió una ligera presión en la nuca. No le hizo daño, pero de todos modos se asustó. Sus instintos eran dispares, y no sabía qué hacer.
-De acuerdo -dijo, abriendo el cerrojo que Justin debía de haber echado al entrar en el apartamento.
No sabía si era peligroso, pero sin duda era tranquilo y calculador. Y caliente y salvaje.
Aspiró hondo y abrió la puerta unos centímetros. Los dos hombres se acercaron al hueco. El mayor fue a sacar la pistola, y ______ dio un grito y cerró la puerta.
Ellos se pusieron a aporrearla y a gritarle.
-¡Señorita, ábranos!
-Guarden primero esas pistolas -les exigió-. No creo en las armas.
Con el rabillo del ojo vio sonreír a Justin.
Los policías protestaron, pero cedieron, y se apartaron de la puerta con las manos a los lados. Ella atisbó unos segundos por la mirilla, y entonces abrió de nuevo la puerta.
-¿De qué va esto?
Habló el mayor. Tenía la voz profunda, un rostro curtido y de facciones bien marcadas, y en la muñeca un reloj de oro.
-Un criminal violento está suelto por la vecindad. ¿Lleva toda la noche en casa, señorita? ¿Ha oído o visto algo sospechoso?
-Yo... -apretó los labios, aún tiernos y doloridos-. Estaba durmiendo...
El poli la miró de arriba abajo por el hueco de la puerta.
-¿Con la ropa de calle?
Ella se encogió de hombros.
-Ha sido un día muy largo, agente... -entrecerró los ojos-. ¿Podrían enseñarme otra vez esas placas?
-¿Entonces no ha visto a un hombre como de un metro ochenta, con cazadora de cuero y, esto, vaqueros negros? Tiene una cicatriz, aquí.
El poli de cabello canoso se tocó el labio superior con dos dedos, y algo en sus ojos le hizo recelar; el gesto le pareció depravado de algún modo, y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no mirar a Justin.
-No, para nada. No lo he visto.
-¿Podemos entrar a mirar? -dijo el segundo tipo con una sonrisa.
Era apuesto, pero tenía una sonrisa empalagosa, como si la practicara tanto que le saliera sin esfuerzo o sinceridad.
-Una mujer como usted, sola en un bajo... -intentó asomarse por el hueco; la sonrisa vaciló y se desvaneció-. Podría ser peligroso.
-Estoy bien -dijo-, así sola. Pero de todos modos gracias por su amabilidad.
-De acuerdo, señorita -dijo el otro-. Haga el favor de estar alerta.
-Llamaré a la comisaría si lo veo -dijo-. Ah, bueno, a ese criminal que buscan.
Una expresión de preocupación asomó al rostro del policía más alto.
-Estaremos por la zona un rato, si nos necesita -se dio la vuelta para marcharse, y entonces se giró de nuevo y se sacó un pañuelo fino del bolsillo del pantalón-. Por cierto, ¿es esto suyo?
Ella miró su pañuelo.
-Vaya, sí. ¿Dónde lo ha encontrado?
-Aquí, en el vestíbulo. Junto a la puerta.
-Debió de caérseme al entrar a casa -dijo.
-Está húmedo.
Sacó una mano por el hueco de la puerta.
-Sí. Ya sabe, la lluvia. Me sorprende que uno de los vecinos no lo viera.
Le dio el pañuelo. Estaba serio, pero le pareció que la miraba con sospecha.
-Tenga cuidado, señorita. Se nota que es usted una persona honesta -la miró con fastidio-, y que no le gustan los líos.
El pulso se le aceleró. ¿Sería una advertencia? ¿Una amenaza?
Justin se pegó tanto a ella que le pareció sentir los latidos de su corazón. Cerró la puerta un poco más.
-Tendré cuidado, agente. Espero que puedan atrapar a... -hizo una pausa y tragó saliva con nerviosismo-. ¿Qué ha hecho, por curiosidad?
-Más o menos de todo -dijo el policía mayor, mirándola con ojos entrecerrados que tenían tanta expresión como los de una lagartija-. Asesinato, robo, asalto... de todo. El tipo que andamos buscando no es un criminal de poca monta. Es un ex convicto. Pura podredumbre. Nadie querría tener nada que ver con él.  

Algo Dulce - Justin Bieber y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora