Capitulo 6 (Parte 1)

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No había nadie en el apartamento. ______ se dio cuenta nada más entrar. Pero vacío no quería decir que le hubiera robado nada. No había emoción, ni peligro. Justin no estaba allí:
Dejó el maletín en la mesita de la entrada y se quitó los zapatos. Una noche extraña y Justin, y de pronto su hogar ya no era seguro.
Vivía allí desde que una amiga de la familia se lo había alquilado nada más salir de la facultad, y se había dedicado a pintarlo, a arreglarlo y a mejorarlo. Siempre se había sentido feliz y a gusto allí, con sus libros y su tele, sus armarios bien surtidos, su ropero ordenado, con sus amigos cerca, pero también con su intimidad cuando la necesitaba.
Y de pronto...
Recogió los zapatos y fue al dormitorio. El joyero estaba abierto. Debía de habérselo dejado así cuando había corrido a casa después de la visita de Kit a la tienda esa tarde. Había encontrado el anillo exactamente donde lo había guardado, y no había visto ni rastro de Justin salvo unas toallas húmedas en la cocina y un par de plumas sueltas de los ridículos trajes de Blair. Se había reprendido a sí misma por no confiar en él, pero también había sacado el anillo y lo había escondido en un lugar seguro: dentro de un par de calcetines de lana blancos que había metido en el fondo del cajón de los calcetines.
El anillo estaba seguro. Kit lo tendría la semana próxima. Y al menos su hermana se sentiría feliz.
Después fue a la puerta de servicio que daba al patio y comprobó la cerradura. La cadena estaba sin echar, ya que ella misma la había dejado así, sin detenerse a pensar por qué. Rápidamente se desvistió y se puso una camiseta y un pantalón de pijama de algodón, y entonces se acordó de la faja que había metido debajo de la cama el día antes y tuvo que agacharse de rodillas para sacarla.
Cuando fue a echarla al cesto de la ropa sucia, cambió de opinión y la tiró a la basura. Su estilista le había aconsejado bien en cuanto a maquillaje y ropa, pero no pensaba ponerse una faja. No tenía nada de malo tener un cuerpo con curvas. Se suponía que el estilo de Rubens estaba de moda. Además, Justin parecía haber admirado sus curvas el día anterior. Claro que no sabía hasta dónde había sido sincero.
Se cepilló el cabello y recordó el día que Sabrina la había llevado a la peluquería. Su hermana no había tenido idea, pero el pensamiento de ______ había sido sacarse a Justin de la cabeza. Claramente eso había fallado, incluso antes de presentarse a su puerta.
Se puso una diadema y se lavó rápidamente la cara y las manos. Su vida habría sido tan sencilla si se hubiera quedado con Jason Dole. Él era como ella: pausado y cómodo.
Jason era el opuesto a Justin Bieber.
Pero había hecho un pacto con Sabrina. Y había llevado a cabo todo lo que había prometido. Aunque el anillo no estuviera de por medio, no podía echarse atrás ya. Para ella y desde un principio el pacto había tratado más sobre sí misma y sobre su necesidad de cambiar de vida que sobre el anillo de la abuela.
Blair estaba trabajando en el club, así que ______ no esperaba hablar con ella, pero Sabrina la llamó unos minutos antes de irse a la cama.
______ acababa de taparse con las mantas, y tenía en la mano una novela que había estado leyendo esos días, Felizmente Sola. La había elegido porque el apellido de la autora era Bliss; Stevie Bliss. Y porque una nunca sabía cuándo podría necesitar consejos para contrarrestar la soledad de una chica. La autora utilizaba frases como «femineidad arrolladora» y aconsejaba disfrutar de los hombres durante treinta días y después deshacerse de ellos. Cuando ______ terminó el segundo capítulo se dio cuenta de que su hermana le habría dicho lo mismo. Aquella tal Stevie era sin duda la hermana gemela que Sabrina había perdido al nacer.
Sonó el teléfono.
-¡______! -dijo Sabrina cuando su hermana contestó-. ¿Qué ha pasado? No me llamaste siquiera para contarme lo de la reunión esa.
-Llegué tarde a casa -______ dejó la novela a un lado y se tapó hasta la barbilla-. Además, no fue demasiado interesante. vi. a unos cuantos amigos, bebí ponche, bailé con mi antiguo profesor de ciencias, hablamos de los viejos tiempos y volví a casa en tren.
Sabrina se quedó en silencio unos segundos.
-¿Entonces Justin no se presentó?
-¿Qué sabes de Justin?
-Nada, por eso te pregunto.
-Quiero decir, por qué ibas a pensar que...
-¿Que era la persona que esperabas ver? Vamos, ______, ¿crees que no me acuerdo de cuando estábamos en el instituto? Aunque fuera a un curso superior al tuyo, siempre estuvimos muy unidas, y yo sabía lo que sentías por Justin.
-Y yo que pensé que había sido tan discreta.
-A ti esas cosas se te notan mucho, cariño.
-Ya no.
-¡Ja! Eres transparente.
-Te sorprendería lo bien que puedo guardar un secreto.
En realidad, dos.
Su hermana se quedó callada, como si intentara descifrar el críptico comentario. Controló la necesidad de explicarse, y se sintió muy bien consigo misma por haberlo conseguido. Sabrina se moriría si supiera lo que había pasado en las pasadas veinticuatro horas. Pero Justin contaba con ______. Aunque desapareciera de nuevo de su vida, no pensaba traicionarlo.
-Vamos, cuenta -la animó Sabrina-. ¿Qué clase de secreto?
______ decidió desviar la atención.
-No es mío, con lo cual no puedo decir nada.
-¿Entonces de quién?
-Sin comentarios.
-No me digas más. Mamá está embarazada.
Sus padres habían vuelto por fin de su luna de miel y se habían ido a vivir a la antigua casa familiar que habían vendido al divorciarse y que últimamente habían conseguido volver a comprar con intención de enmendarse de sus errores pasados. Ambas hermanas se sentían inseguras en relación a todo aquello. Aun así, resultaba estupendo ver de nuevo juntos a sus padres.
-¿Embarazada a sus cincuenta años? Espero que no -dijo ______-. Contigo ya tengo bastante. Me da la impresión de que mamá va a tener nietos muy pronto.
-Entonces será mejor que te espabiles.
-Pero tú me hiciste romper con Jason. Soy una mujer de negocios consagrada. Tú, en cambio...
-¡Eh, ni se te ocurra!
-Kit sería un padre estupendo -dijo ______ con entusiasmo, aunque no lo dijo por influenciar a su hermana.
Sabrina suspiró.
-Sí...
______ siempre había imaginado que ella acabaría casada y con hijos, y que su hermana tomaría un avión desde algún lugar exótico un par de veces al año, cargada de regalos y de mimos.
Tal vez tuviera que cambiar de opinión; y de vida, ya puestos. De acuerdo, ningún problema. Llevaba bastante tiempo comportándose de un modo previsible. Abrir un negocio y cortarse el pelo sólo era el calentamiento. Ya estaba lista para arriesgarse de verdad. Pensaba dejar atrás sus inhibiciones y dedicarse a disfrutar de su condición de mujer.
-¿Sabes algo de lo que está tramando Kit esta semana? -preguntó Sabrina-. Lleva unos días muy misterioso.
______ hizo una mueca.
-¿Y cómo iba a saberlo? Habéis estado muy ocupados preparándoos para el evento benéfico.
Sabrina los había sorprendido a todos con su nueva actitud responsable.
-Es la semana que viene. Ya me estoy poniendo un poco nerviosa.
¿Sabrina nerviosa?
-¿Por qué?
-No quiero que me salga mal esta vez.
-No tengas miedo. Vas a dejarles a todos boquiabiertos.
-Lo harán los postres de Kit. Eso te lo puedo asegurar.
-Claro, pero también puedes confiar en ti misma. ¿Es que aún no lo sabes?
-Veremos -dijo Sabrina-. No soy como tú, tan estable y sabia cuando se trata de asuntos de negocios -Sabrina hizo una pausa-. Bueno, tengo que dejarte. Mañana hay que levantarse temprano -dijo Sabrina, como si no se diera cuenta de lo extraño que resultaba que ella se levantara temprano-. ¿Estás segura de que no quieres contarme ese secreto? ¿Ni darme al menos una pequeña pista?
-Ni por el anillo de la abuela.
Sabrina se echó a reír.
-¿Desde cuándo eres tan descarada? Siento lo de Justin, hermanita -le dijo después de prometerle que la llamaría pronto.
Ella no lo sentía. ______ dejó el teléfono en su sitio. Sabrina no tenía idea de lo mucho que iba a cambiarle la vida en un día; ni de lo mucho que ya había cambiado la de su hermana.

No se despertó de repente. Lo hizo despacio, soñando con besos y con caricias, sólo para darse cuenta de que estaba sola en la cama, abrazada a una almohada que no le correspondía. Un perro... se compraría un perro...
Sin abrir los ojos se dio cuenta por los ruidos que le llegaron del exterior que aún era de noche. Por la mañana podría volver a la rutina y olvidarse de...
Estaba confusa, pero Justin dominaba todos sus pensamientos. ¿Qué iba a hacer? Después de diez años sin verlo, de no hablar de él a nadie, había conseguido arrinconarlo en su mente. Pero de pronto...
Los sueños la habían dejado vulnerable, y la necesidad que sentía por él era tan visceral que sintió como si estuviera con ella en la habitación.
Se volvió mientras emitía un gemido suave. Y de pronto estaba allí; una figura oscura de pie junto al cabecero de su cama.
Se le quedó la boca seca. Pestañeó y entrecerró los ojos. Había desaparecido. Tan solo había sido su imaginación.
Se levantó sobre los codos, casi con miedo a moverse, como si eso fuera suficiente para devolverle a la realidad. Pero entonces le llegó un ruido muy suave, como si alguien caminara descalzo sobre la moqueta, esa vez al otro lado de su cama.
-¿Justin? -susurró con una mezcla de pánico y emoción.
-Shhh...
Las cortinas impedían que entrara luz de la calle. Justin era una figura oscura, agachada junto a la cama. ¿Arrodillado, tal vez?
Sintió ganas de abrazarlo, pero en lugar de eso hundió la cabeza aún más en el almohadón, agarrada a la sábana que era lo único que la cubría.
-Pensé que no ibas a volver
Él tardó un buen rato en contestar. Entonces emitió un suspiro que pareció una confesión triste. El colchón se movió cuando él se echó sobre la cama.
-Tal vez no debería haber vuelto.
-Estás cansado -se arqueó hacia él, amoldándose instintivamente a su cuerpo; él había estirado los brazos y tenía la cabeza apoyada sobre ellos-. Duerme -le dijo mientras le acariciaba los hombros.
Se acercó un poco más y apoyó la mejilla sobre su cabeza, que olía a tinte y al aire de la noche.
-Me iré -dijo volviendo solamente la cara hacia ella.
Su respiración pareció llenar la habitación, de lo excitada que se sentía.
-Quédate -tiró de él.
El suspiró de nuevo. Levantó la mano y le rozó la mejilla.
-Qué caliente estás.
-Estaba durmiendo.
Él dejó caer la cabeza y aspiró hondo.
-Las sábanas huelen a ti.
Estaba medio tumbado encima de la cama. Ella estaba de espaldas otra vez, con el brazo echado sobre Justin.
-Ven aquí, junto a mí.
Justin levantó la cara y ella lo vio por fin, aunque no con claridad.
-¿Estás segura? -le preguntó, y sólo su voz fue suficiente para que se sintiera convencida.
Asintió, sin pensar en si él la habría visto o no asentir, porque sabía que él lo entendería, que no tendría que decir en voz alta lo que deseaba. Seguramente lo sabría desde hacía tiempo.
Sin duda siempre había sabido lo mucho que ella deseaba estar con él.
Ella lo besó primero. Tenía la mandíbula áspera, pero sus labios eran suaves, ligeramente separados. Él dejó que ella lo besara, y en la oscuridad exploró la forma de sus labios, la textura de su lengua, el sabor de su boca. Había estado bebiendo. Whisky, pensó, mientras se lo imaginaba en un bar oscuro y sórdido donde las prostitutas lo mirarían como si fuera un saco de oro. Esa noche era suyo.
Y no pensaba vacilar ni un momento más.
En cuanto le rozó tímidamente el pecho a través de la camisa, él se la quitó. Emitió un gemido de placer mientras él la abrazaba. Con la cara enterrada entre el vello de su pecho, aspiró el aroma de su piel y lo abrazó con suavidad, perdida en aquel calor, en aquel mar de sensaciones. De pronto se alegró de que estuviera tan oscuro todo; así no tendría que preocuparse de la cara de sorpresa que estaría poniendo Justin.
Sintió que volteaba los ojos sin darse cuenta y los cerró y se agarró a Justin como si fuera su tabla de salvación.
El empezó a besarle y a lamerle el cuello. Se estremeció junto a él, pero no era frío lo que tenía. Una sensación como miel caliente se propagó por su cuerpo, y sintió un suave cosquilleo, como si se le hinchara la piel.
El, a diferencia de ella, no era tímido. Le metió las dos manos por debajo de la camiseta que usaba de pijama y las deslizó por su cuerpo caliente, directamente a los pechos, con una presteza que le dejó sin aliento. Justin la agarró con firmeza y enseguida le buscó los pezones y empezó a pellizcárselos.
Se arqueó hacia delante, y de no ser por los barrotes del cabecero de la cama se habría golpeado en la cabeza; claro que no le hubiera importado. Estaba experimentando un éxtasis que no se parecía a nada de lo que había experimentado en su vida. Había tenido relaciones sexuales satisfactorias, placenteras, pero jamás había sentido nada tan estremecedor y alucinante como la que estaba sintiendo con Justin.
Porque sabía sin miedo a equivocarse que él sería capaz de darle todo eso. Aunque fuera una sola vez.
Se reprendió por pensar en eso; por pensar siquiera. No debía pensar. Tan solo sentir, sentir, sentir. Como para contrarrestar su manoseo de cavernícola, Justin agachó la cabeza y empezó a pasarle la punta de la lengua por el estómago. Al mismo tiempo continuó jugueteando con sus pechos y, como si se sintiera reacio a dejar de hacerlo, utilizó la barbilla para bajarle la cinturilla elástica de los pantalones de pijama.
-Qué caliente -susurró.  

Algo Dulce - Justin Bieber y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora