Capitulo 3 (Parte 1)

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Ella pegó un brinco. Cuando se dio la vuelta, estaba sin camisa, inmóvil. Del susto, agarró con tanta fuerza la caja que tenía en la mano que saltó la tapadera y las bolsitas de té cayeron al suelo. Se arrodilló para recogerlas, sin dejar de darle vueltas a la cabeza.
Debía de haberla oído hablar por teléfono. Solamente había llamado a Blair, su vecina, para saber si estaba bien. Mejor sería no negarlo.
-A la policía no. Llamé a Blair; mi vecina de al lado -le tembló tanto la voz al hablar que estuvo segura de que creería que estaba mintiendo-. Sólo para ver cómo iba todo, supongo.
Justin avanzó hacia ella. Se había quitado las botas, pero tenía los pantalones mojados hasta la rodilla. Alzó la vista y de una pasada se fijó en su entrepierna, en su pecho desnudo y en su cara; enseguida la bajó de nuevo mientras él se arrodillaba a su lado.
Recogió una bolsita de té del suelo.
-No pasa nada.
-Caramba, gracias por darme permiso.
Él ignoró su sarcasmo.
-Sabía que no me entregarías, ______. Eres la única persona con la que he podido contar en mi vida.
Ella fue a protestar y entonces se acordó de sus padres: uno ausente, la otra «loca». Su hermana se había marchado de casa nada más terminar el instituto. Bajo su aire de dureza, siempre había percibido lo solo que estaba.
-Pero hace diez años que no me ves -dijo ella. ¿Había pasado diez años sin creer en nadie? Aunque no sonrió del todo, entrecerró los ojos como si sonriera. El miedo que sentía dentro parecía haber cedido un poco. Aquel era Justin, después de todo, que había sido agradable con ella aunque hubieran formado la pareja más extraña del instituto.
Justin se limitó, a dejar la bolsita de té en la caja y se balanceó sobre los talones.
-No has cambiado nada.
Ella se sonrojó. ¿No había cambiado? ¿Acaso estaba ciego? En los últimos tres meses no había hecho sino cambiar.
-Te lo he dicho como un elogio -dijo él al ver la cara que ponía.
-¿Tú crees que lo es?
El hizo una mueca.
-A mí me lo han dicho muchas veces. Soy tan problemático ahora como lo era entonces.
Ella suspiró.
-Más.
Justin ignoró su comentario. ¿Qué iba a discutirle? Cuando terminaron de recoger las bolsitas que quedaban en el suelo Justin le rozó la mejilla levemente.
-¿Te has cortado el pelo?
Se aclaró la voz y se atrevió a mirarlo.
-Sí. Ese es sólo uno de los cambios. Pero es de los que se ven. Después de todo, tú ya no me conoces. Han pasado diez años.
-No dejas de decir lo mismo todo el tiempo, pero para mí sigues siendo la misma -él la miró largamente y en silencio, hasta que ella bajó la vista.
Tenía razón, el muy listo. No había cambiado desde el instituto, al menos en lo que se refería a él. Ella era la misma tonta, dispuesta a arriesgar su reputación, e incluso podría decirse que la vida, por Justin Bieber. Era tan tratable.
El retiró la mano, y ella se tuvo que controlar para no apoyar la cabeza en su hombro, deseosa en realidad de que él la abrazara. Deseosa también de abrazarlo, de acariciarlo, de olerlo...
Aspiró hondo y percibió el olor a jabón, a agua, a sus pantalones mojados, a hombre... Su pecho desnudo le pareció inmenso, con una piel limpia del color de la arena pálida. Justin sólo era un poco más fuerte de lo que lo había sido en el instituto, pero no tan escuálido. Bajo la mata de vello que le cubría el centro del pecho tenía unos músculos amplios y desarrollados. También tenía los brazos musculosos y el estómago plano.
Se había hecho un hombre. No podría haberlo creído posible, pero su virilidad se había duplicado. Y él tenía el doble de razón: era tan susceptible a su persona como siempre lo había sido. Sólo de estar con él se sentía turbada.
-Bonito -dijo Justin-. Pero me gustaba más tu pelo largo.
-Crecerá -soltó, cuando debería haber respondido algo descarado e ingenioso, como habría hecho Sabrina.
Cuando Justin se puso de pie, vio que se había lavado la sangre que le cubría la herida. Tenía la zona de las costillas toda arañada y enrojecida, y algunas partes estaban empezando a ponérsele moradas.
-Puedo vendarte las costillas -le dijo.
Tenía la lengua áspera y la garganta seca. Toda la humedad de su cuerpo se había concentrado entre sus muslos.
-Gracias -le tomó la mano y la puso de pie sin esfuerzo aparente.
Ella sintió un escalofrío por el brazo. En ese momento, silbó el hervidor.
-El agua de nuestro té -se volvió, sintiéndose ridícula por la bobada que acababa de decir.
Él se acercó a la encimera y se plantó las manos en las costillas.
-Me pregunto si...
-¿Tienes hambre? Puedo prepararte un sándwich.
Él la observó mientras vertía el agua humeante en las tazas.
-Si no te molesta -dijo con cierta vacilación.
-No pasa nada. Estoy encantada de... -dejó de hablar, puso el hervidor a un lado y se reprendió por su eterna actitud de intentar armonizar siempre-. Es algo tarde para preocuparte si me molesta algo o no.
Demasiado tarde para ella. Justin sabía que era una blanda.
-Gracias -le dijo-. Eres un amor. Dulce.
Ella alzó la cabeza.
-¿Qué?
-Me gusta el té dulce. ¿Tienes miel?
Le señaló un armario donde guardaba esas cosas, acordándose de lo goloso que era. Mientras sacaba la bolsita de té de su taza observó de reojo a Justin, que sacaba el bote de miel del armario. Justin Bieber estaba medio desnudo allí, en la cocina de su casa. E iban a pasar la noche bajo el mismo techo.
Aparte del acoso que había sufrido a su puerta y de que hubiera dos hombres extraños merodeando por allí, aquello era como un sueño para ella. Si fuera lo suficientemente valiente, aprovecharía la oportunidad. O más bien la noche.
-¿No crees que tal vez deberías decirme qué está pasando?
Sacó la carne en lata del frigorífico y los pepinillos y se puso a preparar su sándwich favorito. Añadió mostaza, mayonesa y queso suizo, y sacó un tomate maduro de la cesta que tenía encima de la nevera.
Justin se apoyó contra la encimera y removió el té.
-No estamos tomando el té, nena.
-Y mi apartamento no es un escondrijo... Baby Face.
Él arqueó una ceja.
-¿Baby Face?
Ella se encogió de hombros.
-Es el único gángster que se me ocurre. No soy tan rápida para las respuestas ingeniosas.
-Eres demasiado franca.
-Dirás demasiado aburrida.
Eso era lo que Sabrina siempre le había dicho de su ex novio. Nunca se había preocupado de señalarle que ella estaba hecha para hacer el papel de esposa de Jason. Hasta la boda de sus padres y el pacto que habían sellado de improvisto, había tenido la certeza de que en un futuro no muy lejano acabaría satisfecha con la pareja que hacían Jason y ella. El señor y la señora aburridos. Las expectativas de Jason habían sido las mismas. Le estaba costando creer que habían roto definitivamente.
Justin dio un sorbo de té.
-____, nunca me has parecido aburrida.
____. No le gustaba demasiado aquel diminutivo, y sin embargo la familiaridad del mismo le proporcionó cierto placer.
-Claro -terminó de preparar los sándwiches-. Soy una persona emocionante.
Tal vez se equivocara, pero le pareció que Justin la miraba de arriba abajo con disimulo.
-No sé cómo demostrártelo -dijo en tono bajo. Primero había sido el beso, y ahora eso. ¿Estaría intentando seducirla? La posibilidad le hizo estremecerse.
-Tienes frío -dijo Justin-. ¿Por qué no tomas un poco de té y te vas a poner unos calcetines y unas zapatillas?
Le pasó un plato con un sándwich.
-Tengo que ocuparme de vendarte las costillas. Ese cardenal tiene mala pinta. Se va a poner peor.
-Eso puede esperar -levantó una esquina de la rebanada de pan antes de darle un mordisco-. Vamos, déjame comer.
-Bueno, creo que a está -______ estiró el extremo de la venda que había utilizado para vendarle el costado-. ¿Que tal? ¿Demasiado apretada?
Él aspiró con cuidado
-No, está bien.
Había tomado un analgésico bastante potente que había encontrada en su botiquín. Los latidos habían disminuido, dando paso a un dolor continuo pero soportable.
Aparte de ponerle la venda, ______ le había limpiado las heridas con yodo y le había puesto unas tiritas en la barbilla y en el codo. A través de todo el proceso, le había parecido como si ______ hubiera confundido su silencio con seriedad, cuando en realidad se había sentido feliz de que ella le hubiera preparado algo de comer, de estar en un sitio tan agradable como su apartamento y de que ella no había dejado de atenderlo y de acercarse a él para curarlo. Aunque el suéter que llevaba era amplio, destacaba todo lo que había que destacar. Y olía tan bien. No como un jardín perfumado, sino a mujer limpia y honesta que no por eso dejaba de ser tremendamente sexy. No veía a muchas así en su trabajo.
Apagó la lámpara del techo, y dejó solamente la de pie antes de ir a la ventana a mirar por enésima vez.
-¿Ves algo?
-No. La policía ha debido de espantarlos.
Alrededor de una hora después de hacer la llamada, un coche patrulla había pasado por la zona. Desde entonces Sloss y Bonaventure no habían aparecido. Pero sabía que tan solo se habían retirado; que no se habían dado por vencidos. Por la mañana tenía la intención de largase de la vecindad, pero de todos modos debería tener mucho cuidado. Cualquier miembro de la banda podría estar allí para vigilar la manzana.
-Deberías dormir un poco -le dijo ______.
-Tú también -dijo él.
Estaba allí de pie, mirándolo con una expresión que oscilaba entre atracción y espanto. Cierto era que no estaba tan recelosa como horas antes, pero tampoco lo estaba tratando como a un viejo amigo. Claro que no había razón para ello.
Se sorprendió al pensar lo mucho que la había echado de menos.
______ despertó de su ensimismamiento y salió de la habitación, donde regresó momentos después con ropa de cama. Dejó las cosas en el sofá frente a la butaca donde estaba sentado él.
-Tal vez yo debería dormir aquí. Tendrás más sitio en mi cama.
-No. De todos modos no conviene que me mueva demasiado; es mejor para las costillas. Y desde aquí puedo vigilar la puerta.
Ella pestañeó repetidamente. Estaba nerviosa.
-¿Crees que volverán?
-Seguramente no -contestó él.
Había mostrado mucho coraje al enfrentarse a los dos ladrones a su puerta, pero eso no significaba que no tuviera miedo. Le había hecho pasar mucho.
-¿Cuál es el plan? -le preguntó mientras cubría los cojines del sofá floreado con una sábana.
-¿Cómo?
-¿Me voy a despertar por la mañana y no te voy a encontrar?
-Podría ser.
-Vaya -ahuecó el almohadón-. Como en los viejos tiempos.
-¿Qué quieres decir con eso?
-No tengo diecisiete años. Esta vez no te voy a ayudar con el director.
-Después de esta noche, no quiero que hagas nada más por mí.  

Algo Dulce - Justin Bieber y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora