Capitulo 8 (Parte 2)

234 6 0
                                    

-Encendida -dijo, sonriéndole con un gesto muy íntimo mientras terminaba de quitarse la falda y se acercaba seguidamente a la mesilla de noche-. Quiero verte.
Él pestañeó con sorpresa y entonces ella encendió la lámpara. A la luz se le veía la piel rosada, y se preguntó si se daría cuenta de lo preciosa que era.
Intentó decírselo, pero se le puso la lengua de trapo. Ella se limitó a sonreír; y extendió la mano y le hizo un gesto para que se acercara. Avanzó hasta estar delante de ella, mientras ______ le hacía cosquillas en el pecho en dirección descendente. Llegó hasta el botón de los pantalones de rayas y lo abrió con expresión desconcertada. La cara interna de la muñeca le rozó la erección, y empezó a moverse, tan excitado ya que parecía que fuera a estallarle la cremallera si no se la bajaba rápidamente.
Se tomó demasiado tiempo. La tortura fue increíble, pero cuando terminó de bajarla fue aún mejor. Sobre todo cuando le pasó el pulgar por la punta del miembro y seguidamente la lengua. El sintió que los músculos y los huesos se le volvían de gelatina.
-Tengo una idea.
Pensó que iría a buscar un preservativo, pero entonces vio a la luz de la lámpara un cuenco lleno de caramelos.
-¿Qué...?
Tomó un par de bolas de caramelo de distintos colores.
-Sexo con caramelos.
-Con el azúcar ya hemos tenido bastante. Además, nunca he oído hablar del sexo con caramelos; no sé si me va a gustar.
-¿No te atreves?
Le rodó el caramelo por el estómago con provocación.
-Bueno...
Continuó con el masaje hasta que alcanzó su erección palpitante.
-Dame ideas. Me lo estoy inventando -ladeó la cabeza, considerando su estado y los caramelos que tenía en la mano-. Mmm, creo que será más fácil si te tumbas en la cama.
Él no se tumbó; se desplomó sobre la cama.
______ se metió un caramelo en la boca y se puso a cuatro patas. Él ardía ya de anticipación cuando ella llegó a la parte inferior de su cuerpo. Mientras succionaba el caramelo aprovechó los movimientos para pasarle los labios fruncidos por el glande, para seguidamente separar los labios y acogerlo en el calor húmedo de su boca. Con la lengua rodó la bola de caramelo sobre su miembro erecto, de arriba abajo, rodeándolo también con la mano, manipulándolo a él y al caramelo hasta volverlo loco de deseo. La urgencia de explotar se le hizo insoportable, pero a pesar de su talento natural, ella era novata, y no quería que se ahogara.
La apartó de él y tiró de ella.
-Basta de caramelos. Te quiero a ti.
La colocó sobre él. Ella se metió dos dedos en la boca y se sacó el caramelo, que dejó sobre la mesita de noche.
-¿Ahora qué? -gimió cuando empezó a rebuscar en el cajón.
Sacó una tira de preservativos.
-Los compré después de... de la última vez. Son, mmm...
Él entrecerró los ojos para mirar el paquete colorido.
-No me digas más. De sabores.
-Tenemos de uva, de cereza, de menta... Ay, mira, a rayas.
Preservativos de sabores. No se lo podía creer.
Se suponía que él era un tipo duro.
-¿Por qué no compraste braguitas de caramelo?
-Había olvidado lo goloso que eres.
-Goloso de ti.
Ella avanzó sobre él hasta que su miembro quedó enterrado entre sus mulsos.
-Sí, ahora estoy dulce y caliente y ardo en deseos por ti.
Lo sintió. Estaba tan mojada que la miel le rezumaba entre las piernas. Toda la sangre se le había ido abajo y le había dejado aturdido, de modo que tuvo que apoyar la cabeza sobre la almohada.
-De acuerdo, me doy por vencido. Tú eres la experta en caramelos.
-Bueno... -le sonrió mientras lo acariciaba-.
Tal vez la «experta» en caramelos. Él entrecerró los ojos.
-¿Tienes de café con leche?
-Mmm. Mi sabor favorito.
-Rápido -le dijo.
Abrió el paquete, sacó el preservativo y juntos se lo pusieron, cubriéndole de látex dorado.
Empezó a besarla despacio, colocándose con ella lentamente en posición horizontal. Tenía la cara resplandeciente, verdaderamente hermosa.
-Eres preciosa -le dijo-. La mujer más preciosa del mundo -le puso la mano en el muslo y lo movió al otro lado de su pierna para colocarse entre las suyas-. Tan preciosa que tengo que mirarte. Vamos -le urgió-. Siéntate. Quiero verte.
Ella vaciló un instante, pero entonces se subió encima de él.
-¿Así? -le dijo.
Él no tuvo que contestar. Ella sabía lo que hacía. Se puso de rodillas para seguidamente hundirse en él con gran lentitud. Finalmente se vio envuelto por su calor resbaladizo, y la necesidad que creció en él no tuvo nada que ver con el bamboleo de sus pechos o con el erotismo de su unión carnal. Tenía que ver con el amor que sentía por ______ Bliss; por su dulce Mack. La chica que no pudo ser suya y la mujer que siempre desearía tener.

-¿Te ha gustado?
______ apenas había recuperado la respiración. Había explotado como un petardo, y si él no se había dado cuenta de que había experimentado un clímax fantástico...
Lo miró a la cara.
-Es una broma, ¿verdad?
Él sonreía.
-Menuda sonrisa de suficiencia, señor Elton Devine. Tengo un montón de cosas con las que hacerte chantaje. ¿Te gustaría que tus ex compañeros criminales supieran que llevas ropa de travestí y que utilizas preservativos de sabores?
El se puso serio.
-Sé que estás de broma, Mack, pero por favor date cuenta de que no le puedes hablar a nadie de mí. Nunca.
-Pero mis empleados te conocen. Y Blair...
Justin frunció el ceño.
-Con los empleados no hay problema; estaba disfrazado y no me habían visto antes. En cuanto a Blair... Es demasiado lista. Tendré que hablar con ella para que mantenga la boca cerrada.
______ se estremeció. Parecía tan tenso...
-Caramba. ¿Entonces qué vas a hacer para que no hable? ¿Matarme?
Se echó a reír, pero su risa no pudo disimular su recelo repentino.
-Yo no Mack -le dijo y le tomó la mano-. ¿No me conoces mejor que todo eso?
-Claro, pero está esta situación tuya. ¿No crees que sea mucho pedir que confíe en ti?
Él se puso de lado y apoyó la cabeza en el brazo.
-¿Y no confías en mí?
-¿Confiar en ti? -tragó saliva-. Supongo que sí.
Si después de acostarse con él dos veces no confiaba en él...
Buscó la sinceridad en su mirada. Se le daba demasiado bien disimular sus pensamientos, y en ese momento fue lo que hizo.
-¿Quieres decir que te arrepientes de haber hecho el amor conmigo?
-Arrepentirme, no. Sólo quiero tener cuidado.
Reflexionó sobre sus palabras, sopesando la satisfacción emocional con las circunstancias extrañas de su reunión.
-De acuerdo. No le hablaré a nadie de ti.
-Bajo ningún concepto.
-Sí, señor.
-Excepto si estás en peligro, en cuyo caso tienes que decir o hacer cualquier cosa para salvar la vida.
La conversación no era muy alentadora.
-Crees, que corro peligro si continuamos viéndonos, ¿verdad?
-Por eso he tenido cuidado. Pero seguramente no el suficiente.
Intentó no demostrar sus preocupaciones, pero una se le escapó.
-¿Crees que podremos tener alguna vez una relación normal?
Sorprendentemente, él no reaccionó mal. Incluso la abrazó.
-Eso espero.
Cerró los ojos.
-Y yo -susurró.
-Porque tengo una idea para la versión de hombre a mujer del caramelo que me gustaría probar contigo.
Se acurrucó junto a él, satisfecha con su respuesta. Justin no había cambiado demasiado desde su adolescencia; estaba acostumbrado a guardarse sus sentimientos. Se preguntó cuánto le costaría reconocer que tal vez se estuvieran enamorando.  

Algo Dulce - Justin Bieber y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora