~ Capítulo 29 · Se acabó ~

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Sonó el timbre de final de clases. Cogí mi mochila de una de las asas y la coloqué en mi hombro, lista para irme de allí. Jason me retuvo cogiéndome de la otra asa que colgaba. Me giré ligeramente, mirándole por encima del hombro.

- ¿No querías hablar? – me dijo él.

- No. No tengo tiempo.

- Venga vamos, tengo cosas que decirte. – me dijo estirando de la mochila hacía la silla para volver a sentarme de nuevo.

- ¿Sabes? Cuando me interese cualquier cosa que puedas decirme o hacer, ya me preocuparé de hacértelo saber.

- ¿Ash? – dijo extrañado. - ¿Qué te pasa?.

- ¡Que me he cansado!- grité frustrada.

Toda la gente que quedaba en el aula fijo su mirada en nosotros. Jason ni siquiera se inmutó de todas las miradas que teníamos fijadas, pero yo notaba como se clavaban intensamente en ambos.

- ¿Cansado de qué?

- De que siempre andes con secretos, ocultando información, decidiendo por mí. Búscate a otra persona a la que manipular y jugar.

- Ashley, sabes que no estoy jugando. – dijo Jason nervioso.

¿Nervioso?

- Entonces, déjame apartarme, porque ya no me interesa nada de cuanto te rodea. – sentencié.

Jason soltó mi mochila y aun con la mirada fija en mí, coloqué mi mochila en el hombro y me fui de allí. Notaba su mirada clavada en mi nuca y escuchaba los susurros de las personas que nos rodeaban tras contemplar aquella situación.

Bien hecho Ash, se acabó. Ahora dirigiré mi vida, tomaré mis decisiones y seré yo la que decida qué es lo que me interesa o no saber.

Salí del instituto con la sensación de tener la mirada de Jason aun detrás de mí. Por el camino decidí llamar a Mark, para pasar alguna tarde con él o junto con Ana. Enseguida se ofreció a irme a buscar para ir al centro comercial a jugar a las recreativas y fue un plan que no rechacé.

Pasamos las horas como si fuesen segundos. En cada momento este chico conseguía sacarme una sonrisa. Volvimos casi a media noche, sin pensar en el todo lo que nos quedaba por hacer y todo lo que teníamos que madrugar al día siguiente.

Entré en casa, sin hacer apenas ruido. Subí a mi habitación, y cogí uno de los pijamas limpios que había en mi armario. Empecé a quitarme la parte de arriba rápido para no notar mi piel erizada por el frio.

- Si lo sé, hubiese hecho esto antes. Bonitas vistas. – dijo una voz masculina detrás de mí.

- Dime que no estas mirando.

- No estoy mirando. – dijo seguro.

Giré la cabeza levemente, tapándome con la camiseta.

- ¡Cerdo! – grité entre risas.

- Me has dicho que te lo dijera, no que tuviese que hacerlo.

- Gírate, y no mires. – ordené.

Obedeció y pude ponerme ambas piezas de mi pijama. Cuando ya estaba cambiada volví a pedirle que se girara, esta vez para mirarme a mí.

- ¿Qué quieres? – dije en un tono estúpido.

El perfecto experimento de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora