Capítulo 9

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Me encantaría que me contaran que les parece esta historia.

*Esto se pone cada vez mejor.

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-Necesito ver tus propuestas para la construcción del pequeño mercado lo antes posible.

Abigail, que estaba trabajando en el despacho, miró la pantalla de la computadora, como si eso fuera a ayudarla a comprender aquella repentina llamada de Rogelio. Era como si hubieran retrocedido en el tiempo y volviera a ser el molesto Rogelio de siempre. No sabía muy bien qué pensar. Por una parte era agradable pensar que podían borrar lo que había sucedido aquella noche simplemente fingiendo que no había ocurrido. Pero, por otra parte, en las semanas que habían pasado desde que había viajado, prácticamente no había podido pensar en otra cosa.

De pronto era más consciente de su propio cuerpo. Se excitaba con solo ducharse porque el roce del agua le recordaba el modo en que la había tocado Rogelio.

Recordaba su boca en...

-¿Pretendes que viaje a L.A. a mostrarte los planos? ¿Por qué no vienes a la...? -comenzó a decirle, tratando de contener la frustración.

-Regreso mañana a primera hora, iré directo a la hacienda. Te veré a las nueve de la mañana. Pediré que nos tengan listo el desayuno y café -y colgó.

Abigail se quedó con el teléfono en la mano, intentando ordenar sus pensamientos. Iba a verlo de nuevo.

¿Por qué habría retomado el comportamiento de antes, de antes del sexo? Probablemente por el mismo motivo por el que se había encerrado aquella noche en el baño durante casi una hora antes de marcharse a su habitación y sin decirle ni una palabra.

Iba a tener que mantener el tipo y actuar como si nada hubiera ocurrido. Sería capaz porque ya había aprendido a hacerlo.

Era momento de ponerse el disfraz y jugar.

***

Rogelio no sabía muy bien qué esperar de Abigail cuando entró al despacho quince minutos más tarde de la hora acordada.

Estaban en el mes de noviembre y el ambiente estaba un poco frío. Abigail llevaba un suéter negro con volantes en el cuello, unos largos pendientes de plumas, también negras, una falda de tubo del mismo color y unos altísimos tacones de aguja. Se había recogido el pelo en un estricto moño del que no se


escapaba ni un mechón y, en lugar de carmín rojo, en los labios llevaba un tono cereza muy oscuro, casi tanto como la gruesa raya negra con la que se había maquillado los ojos. La señora Abigail López de Carvajal se había puesto toda una coraza.

-Hola, Rogelio. Espero que hayas tenido un buen viaje. Traigo muchas ideas para la distribución del mercado y el arquitecto también me ha dejado algunos planos -sacó unos documentos del bolso de cuero negro, por supuesto y se puso a hablar con entusiasmo.

Todas sus ideas eran buenísimas. Abigail parecía comprender perfectamente lo que necesitaría cualquier consumidor. A él le resultaba mucho más difícil. Quizá porque le costaba entender a los demás. Al menos a las personas normales.

Pasaron las siguientes horas retocando el proyecto, ajustando ciertos parámetro, discutiendo y peleándose de vez en cuando por cosas que uno consideraba necesarias y el otro no.

Rogelio no recordaba la última vez que había disfrutado tanto trabajando. Y todo era por ella. Abigail sentía tanta pasión por lo que hacía que acababa siendo contagiosa. La misma pasión que había demostrado tener también en la cama.

El Dulce Sabor Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora