Capítulo 11

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—¡¡Esto no puede ser!! —lloraba y gritaba en la camioneta. Golpeaba el volante porque no sabía otra manera de sacar esta frustración.

El semáforo se puso en rojo, detuve la camioneta y busqué un pañuelo para sonarme.

Me había dado cuenta que eran casi las dos de la tarde y había quedado con Chris de vernos en la empresa a esa hora. Tuve que dejar el restaurante después que Daian saliera. La gente me veía con pena cuando pasaba por sus mesas. Pero ni siquiera podía poner cara de apenada, no podía quitar mi cara de dolor completo que llevaba cuando salí del restaurante.

¡Daian, por Dios!

No podía creer lo que me había dicho. Parecía una clase extraña de sueño. Ese en donde quieres explicarte, convencer a la gente y no puedes, porque no te oyen o no te ven.

Sin embargo, conocía demasiado a Daian para poder notar algo en sus ojos. Mientras ella decía las últimas palabras había dolor en su mirada. Ella NO quería decirme eso. Lo sé. Podría hasta asegurar que vi brillar lágrimas en sus ojos. Pero las cubría muy bien esa capa de... Por Dios ¿qué era eso? ¿Era odio?

El semáforo se puso en verde y puse el carro en marcha.

Lo que los ojos de Daian reflejaban era ¿odio?

Apreté el volante hasta que mis nudillos se hicieron blancos. Necesitaba dejar de llorar, tenía que llegar a la bendita empresa.

Llegué al estacionamiento y entonces me di cuenta que no llevaba ningún carné para poder ingresar. Maldición. No podía ingresar ni siquiera al estacionamiento.

Pero qué más podía hacer. El vigilante de la caseta se acercó a mi ventanilla y la bajé.

—¿La puedo ayudar señorita...

—Sí. Hola. Eh... yo... no traigo ningún carné de ingreso, no sé si....

—Buenas tardes, señorita Cameron. Pase. No hay ningún problema.

Regresó a la caseta y presionó botones. Luego el acceso cambió a verde y se levantó la pluma de seguridad.

—Em... Gracias.

Entré y estacioné la camioneta. Antes de bajar tenía que saber si estaba calmada, me vi en el espejo y había logrado arreglar un poco mi apariencia.

Salí del auto y me dirigí al ascensor.

Cuando el ascensor se abrió salí en la primera planta de recepción. Pude ver que la empresa había cambiado... y mucho.

La recepción ya no estaba en el mismo lugar. Las gradas habían sido cambiadas a unas más finas. Los sillones donde los clientes esperaban habían sido cambiados, también. Al igual que los escritorios de recepción. Había gente caminando de acá para allá y de allá para acá.

Estaba tan alucinada de los cambios que pasé de largo recepción.

—Disculpe, señorita. No puede pasar. —dijo la recepcionista.

Me di la vuelta— Disculpe. Yo... lo siento, no me di cuenta. No ando ningún carné de ingreso, no sé si puedo...

—Señorita Cameron... —dijo la recepcionista un poco nerviosa—. ¡Lo siento! No había notado... digo... no me había percatado que era usted. Bienvenida.

—Ah.

—De verdad lo siento mucho. —La observé y ahora parecía más nerviosa. — No se preocupe por el carné de ingreso, señorita. Lo siento.

—Oh. Gracias...—y leí en su etiqueta "Valentina"—...Valentina. Muchas gracias.

Le sonreí y ella parecía un poco aturdida. Me di la vuelta e iba para los ascensores pero me detuve. Yo no sabía a dónde iba. No sabía dónde estaba mi oficina, ni la oficina de Chris.

Yo lo amaba. Él me amaba. ¿Qué pasó? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora