Capítulo 12

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Entré de nuevo por el pasillo, estaba tan envuelta en mis pensamientos que cuando levanté la cabeza me di cuenta de todas las personas que estaba en la planta y que me miraban con cara de haber visto un extraterrestre. Entonces, caí. ¡Había corrido hasta las gradas! ¡Toda esta gente me había visto correr como desquiciada hasta las escaleras de incendios!

Sonreí y sentía roja la cara de vergüenza.

—Alejandra, ¿estás bien? —Era Fer. Se acercaba rápido—. ¿Qué pasó? Me dijeron que habías tenido un percance.

—No es nada. —pasé de largo y regresé a la oficina. Él me siguió.

Cuando llegamos, Fer cerró la puerta.

Él solo me observaba y no lo soporté más —¿Qué?

—Nada. —levantó las manos como señal de rendición y se quedó callado.

Caminé hasta el escritorio y me senté en la silla detrás de él. Puse los codos encima y me llevé las manos a la cara ¡Muy bien, Ale! Era tu primer día y todo se había ido por la coladera.

Bajé las manos y Fer seguía parado ahí mismo, solo que ahora revisaba su celular con una mano, y la otra la tenía en su bolsillo.

—¿Qué pasa? —pregunté—. ¿Por qué sigues aún ahí?

Sin levantar la vista del celular, dijo —: No lo sé. No quiero dejarte solo así —me miró—. Te veías mal ahí afuera. —regresó a su celular

Se veía tan tranquilo. Como si todos los días tuviera que tratar con una loca o con situaciones similares.

—No fue nada. Solo, creí haber visto a alguien.

—¿A quién?

Solo lo miré y luego contesté con un movimiento de mano—: A nadie. No importa.

—Ok. Entonces ahora si me voy. Solo quería percatarme que estabas bien. —sin quitar la atención de su celular, caminó hasta la puerta.

—Oye

—¿Si?

—¿Si te llamas Fer?

Eso llamó su atención y se giró con una sonrisa de lado —Si. Pero tú nunca me llamas así.

—Y ¿Cómo te llamo?

—Siempre me llamas por mi nombre completo o por mi apellido.

—Entonces... tu nombre.... Cómo... bueno ya sabes... —me trabé.

—Fernando. —dijo él, como si entendiera a la perfección mi trabalenguas—. Me llamo Fernando, para que no te compliques. Y por si acaso tampoco recuerdas, trabajamos en Departamentos que se ayudan mutuamente. Tú RRHH. Yo Relaciones Públicas.

Y con esa media sonrisa y escribiendo en su celular, salió.

Me quedé sola. Ahí en esa oficina. MI oficina.

Abrí los cajones del escritorio y saqué algunos papeles. Eran papeles, cartas, cartas de recomendaciones y otras tantas cosas. Que, para ser sincera, no entendía. Y para mi consternación algunas... No, MUCHAS de estas cosas, estaban firmadas por mí. Esa era mi firma.

Entonces tocaron la puerta.

—Adelante

Entró una chica de mi edad. —Buenas tardes, señorita Cameron. Quería darle la bienvenida y preguntar si necesitaba algo.

¿Toda la gente estaba empeñada en preguntar si necesitaba algo?

—Eh...no. Gracias —pero luego recordé. —Bueno, en realidad si...—no sabía quién era esta chica, pero ya que preguntaba. —¿Puedes hacer que Chris venga?

Yo lo amaba. Él me amaba. ¿Qué pasó? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora