Capítulo 3

11 1 0
                                    

—Vamos, Ale...

¿Quién rayos es Chris?

—Levanta esos vasos, Catherine— dijo mi mamá.

No entendía lo que estaba sucediendo...

—¿Ale se cambiará de ropa? —preguntó mi hermana.

¿Cambiarme de ropa?

—No. Así está bien —contestó mi mamá y luego dijo—: Mejor ayúdame a mover esas maletas.

—Mamá... —la llamé.

—Colócalas acá, Catherine...

—Mamá...

—Ok. Ahora arreglaremos su cabello, tráeme mi estuche, sacaré...

—¡¡Mamá!! —grité.

Las tres mujeres se quedaron quietas. Dejaron de hacer lo que hacían y volvieron su mirada a mí. Se quedaron ahí por un buen momento, hasta que mi madre habló.

—¿Necesitas algo, Alejandra? —preguntó, tranquila.

—¿Quién... —tragué—, quién es Chris?

Ninguna contestó. Solo me observaron. Mi hermana fue la primera en reaccionar.

—¿No sabes quién es Chris? —podía notar en su mirada que no podía creerlo—. Ale... —prosiguió—. Chris es tu novio...

¡¡¿¿Mi qué??!! NO. ¿Chris? ¿Cuál Chris? Mike es mi novio. Ni si quiera conozco a un Chris. No, espera. Si lo hacía, pero... ¿Chris el de la zapatería? No. No puede. Yo ya tenía novio... ¿Qué Chris, por el amor de Dios?

—...y el estar comprometida ayudaría en algo...—estaba diciendo mi hermana.

Espera ¿Qué?

—Las papas me parecieron...

— ¡Detente, Catherine! —exigí y mi hermana se detuvo—. ¿Qué acabas de decir?

Mi hermana no contestó de inmediato, luego dijo —: Dije que me pareció extraño que comieras esas papas fritas que te dieron, después de...

—¡NO! —la interrumpí—. Lo otro.

—¿Antes de las papas?— preguntó

¿Esto era en serio? —Hablabas de algo sobre un compromiso, Catherine.

—¡Ah! —dijo ella recordando—. Dije que no creía que la amnesia se hubiera tragado hasta los recuerdos de tu novio y llegué a pensar que tal vez el estar comprometida ayudaría en algo.

¿Comprometida? ¿Yo? ¿Con un tal Chris?

—Debes estar de broma, Catherine. —solté con una medio risa sin humor.

—No, no estoy bromeando, Ale. Es verdad. Estás con Chris desde hace seis meses.

—No, es que eso no puede ser...

—Es cierto, Ale. Y hace dos meses te propuso matrimonio... —esto no podía ser cierto—... Y tú aceptaste.

—¡Cállate! —le espeté con mas tono de voz que el que quería usar.

Se calló. Asombrada por mi reacción.

—Alejandra —era mi mamá. Tenía que ser ella. Solo ella y mi papá me llamaban por mi nombre completo. Sin ningún diminutivo—. Tu hermana está diciendo la verdad. No es nuestra culpa que no recuerdes. Que todos esos bellos recuerdos con él los tengas muy dentro de tu cabeza, solo en tu memoria.

Yo lo amaba. Él me amaba. ¿Qué pasó? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora