Capítulo 9

12 0 0
                                    

Estaba en mi habitación y Catherine estaba en mi armario. Me ayudaba a guardar la ropa que había comprado.

—¿No crees que es demasiado? —le pregunté—. Digo, ya tengo mucha ropa.

—No, claro que no. —Me miró y sonriendo me dijo—: Algunas cosas de verdad que no cambian.

—¿Por qué? —arrugué la frente.

—Ale, jamás te ha gustado gastar en tanta ropa.

Sonreí. Entonces algunas cosas no cambian. Seguía siendo tacaña hasta la médula.

—Oye —le dije, cambiando de tema—, creo que me debes una explicación. La que dejaste pendiente en el hospital.

Catherine se volvió hacia el armario y siguió acomodando mi ropa.

—¿Qué explicación era? No recuerdo.

Lo pensé mejor—: ¿Sabes qué? Antes, ¿Me puedes hablar del accidente de la pelota?

Mi hermana se rió un poco y dijo—: Se oye algo tonto si lo dices así.

—Gracias —dije, en tono sarcástico.

—De nada.—terminó de reír y habló—: Bueno, te contaré: habíamos decidido entre Chris, André, tu, Rachel, Lisa y yo ...—se detuvo y me miró— Recuerdas a Rachel y a Lisa ¿cierto?

Negué con la cabeza.

—¿De verdad? Ok. Rachel es una chica de la empresa y Lisa es una chica que siempre se nos pega en cualquier paseo, porque ama estar con André.—enarqué mis cejas y Cath puso los ojos en blanco—. En fin, estábamos en el parque y compramos cafés y capuccinos; estábamos bebiéndolos en unas mesitas cerca del lugar donde los compramos, cuando de la nada alguien gritó y yo solo vi venir una pelota de béisbol directamente hacia nosotros.—ella se detuvo y pensó un momento, vi como se estremeció—. Tu cabeza hizo un sonido extraño que prefiero olvidar y caíste al suelo. Te llevamos al hospital y estuviste ahí, hasta que despertaste.

Asentí, un poco perdida. ¿Cómo era posible que yo estuviera en ese preciso momento cuando esa pelota decidió aterrizar justo ahí?

—Mi papá, casi demando a los chicos que jugaban con la pelota. Pero mi mamá lo tranquilizó.

Ella se rió y siguió acomodando mis cosas en el armario.

—Cambiando de tema —retomé—. Tú me dijiste que luego de haber sufrido la caída, yo había cambiado. ¿A qué te referías con eso?

—Ok, señorita cambiadora de temas compulsiva.—sonrió pero luego su rostro se puso serio—. Después de que te caíste por las gradas del jardín, cambió algo en ti. Cambiaste tu... personalidad. Te convertiste en una chica más dura, más fuerte. Y más...

No dijo nada.

—¿Más qué, Cath?

—Más... difícil.

—¿Difícil?

—Sí. Creo que así puedo decirlo

¿Difícil? ¿A qué se refería con ello?

—Cath... —apreté los labios—, ¿tú recuerdas esa noche cuando me caí por las escaleras?

Siguió acomodando mis cosas y después de un rato dijo—: Si. Lo recuerdo.

—¿Qué pasó? ¿Cómo fue?

Ella se giró y caminó hacia mi tocador y se sentó en la silla.

—Pues... no lo recuerdo al cien por ciento, pero si algunas cosas.

—Yo solo recuerdo que mi papá me llamó. Me dijo que necesitaba hablar conmigo.

Yo lo amaba. Él me amaba. ¿Qué pasó? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora