Capítulo 8.

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El dolor causado por mi pierna engarrotada fue el causante de que me despertara después de un sueño de muchas horas.

Horas que no puedo contar porque no se cuando me quede dormida.

Inmediatamente luego de despertarme por completo ya que mi tendón se había colocado sobre mi músculo, el típico dolor de cabeza de las resacas me atacó.

Mi cuerpo se encontraba sobre una superficie blanda, por lo que sabía que estaba en una habitación, solo que sabía que no era la mía, porque una fuerte colonia de hombre invadía el lugar.

Empecé a tocar mi cuerpo para asegurarme de que aún traía ropa puesta, suspiré al percatarme de que sí.

Abrí los ojos pero solo había una lámpara alumbrando la habitación, sin embargo sabía que era de día, pues un poco de luz solar se filtraba por las rendijas de la única cortina que había allí.

Busqué algún indicio que me indicara de quien era el cuarto mientras me incorporaba sosteniendo mi cabeza, la señal llego rápidamente, de la voz más sensual que había escuchado en toda mi vida.

-No te levantes muy rápido o te dolerá más Brooks.- Dijo Trevor Adams, quien estaba sentado dándome la espalda en un escritorio no muy lejos de mí, me miraba por encima del hombro antes de volver su atención a lo que sea que estuviese haciendo.

Tragué saliva cuando los nervios que me entraban al estar cerca de él aparecieron, intenté calmarme recostando mi cabeza en la cabecera de la cómoda cama doble en la que me encontraba.

-Dime por favor que no tuvimos ningún tipo de contacto sexual.- Hablé con la voz menos temblorosa que me pudo salir en aquel momento.

Él se tomó su tiempo antes de responder.

-No te puedo asegurar que no lo hayas hecho con otros chicos.- Su voz era ronca y varonil, pero también inspiraba tranquilidad.

Suspiré furiosa conmigo misma cuándo no pude recordar que había pasado la noche anterior.

El último recuerdo que tenía era yo en el comedor de la casa de Trevor con una botella de Tequila en la mano, mientras le contaba a un chico extraño acerca de mi familia.

Ésta era precisamente la razón por la que no me gustaban las fiestas.

-¿Alan...- Inicié pero no me dejó continuar.

-Se fue en cuanto no logró lo que quería.- Dijo parándose de la silla y acercándose a una pequeña nevera que estaba bajo un televisor que era más grande que mi habitación en el campus. Sacó una botella de agua y me la pasó junto con una pastilla. –Es para el dolor de cabeza.- Explicó cuando lo vi con el ceño fruncido. –Parece que el muy imbécil te olvido aquí, agradece que te encontré antes de que hicieras alguna estupidez.

Quería gritarle en ese preciso momento a Alan y luego matarlo y quemar sus restos, pero la verdad es que la presencia de Trevor me hacía pensar en otras cosas.

-¿Dónde me encontraste?- Le pregunté cuando se sentó a mis pies mientras ataba los cordones de sus zapatos.

Se encogió de hombros.

-Estabas tirada en el jardín viendo las estrellas con un chico que se llamaba Fred. -Dijo sin darle mucha importancia. –Luego te traje hasta acá y te quedaste dormida, tu amigo intentó detenerme, pero luego me miró y dijo que te odiaba por la suerte que tenías.- Sonrió recordándolo.- Así que intuí que es gay.- Me miró finalmente, sus ojos verdes encontrándose con los míos. Estaban brillantes, pero no sabía si era por la lámpara o porque en serio estaban así.

Hice un gruñido de frustración que lo hizo reír al igual que a mi, fue ahí cuando me di cuenta de que no había razón para estar nerviosa o temerle, porque era perfectamente normal.

Toxic CureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora