Capítulo 5.

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- Y así es como me fracturé el brazo en tercer grado.- Terminó de contar Alan, mientras yo no podía parar de reír.-

Traté de controlar mis risas casi sin éxito.

- No puedo creer que hayas trepado un árbol pensando que eras un ardilla.- Mi voz salía entrecortada por las carcajadas.- ¡Ni siquiera tienes las mejillas para serlo!- Exclamé tomando una de éstas, pero apenas sosteniendo algo de carne, sus pómulos eran demasiado pronunciados como para tener mejillas.

-¡Pues en mi mente si las tenía!- Dijo también entre risas.- Pásame un poco de papas.- Señaló con la cabeza sin despegar la vista del camino, nos habíamos detenido en Mc'Donalds para no morir del hambre, ya que Julia no se había dignado a prestarme un poco de efectivo para comer en la cafetería. Tomé una gran cantidad de papas y las metí todas en su boca, haciendo un esfuerzo para que ninguna se saliera.

Casi muero de la risa por la imagen de Alan atragantándose con las papas.

-¡Ahora sí que pareces una ardilla!- Señalé sus mejillas riendo demasiado fuerte, odiaba mi risa y más cuando se hacía tan fuerte. Alan me mostró su dedo medio con el ceño fruncido y tratando de no ahogarse con las papas, yo por mi parte trataba de no ahogarme por reír tanto.

Sin embargo mi risa se marchitó rápidamente al ver que solo faltaba una manzana para llegar a la casa de mi hermano, mis cejas se juntaron y mi boca se hizo una línea muy fina.

-Sabes, no es tan malo, al menos te llevas bien con tu hermano.- Dijo Alan después de dar un sorbo a su refresco.

Una pequeña sonrisa se asomó en mi cara al ver que trataba de animarme.

-Eso ya sería el colmo ¿No crees?- Dije sarcástica.

-No sería para tanto, me tendrías a mí, con quien además puedes follar cuando quieras.- Dijo encogiéndose de hombros y moviendo sus cejas de arriba abajo. Solté una risa nerviosa, ya estábamos en el edificio de Steven.

En cuánto llegamos al piso de mi hermano ya se podían escuchar los gritos histéricos de mi madre en el pasillo, haciendo que me preguntara como es que ningún vecino se quejaba.

Tomé las llaves con las manos temblando, di una última mirada a Alan antes de abrir por completo la puerta.

Mi madre y Steven voltearon a vernos al instante, ella estaba montada sobre la mesa del comedor y mi hermano estaba algunos metros más allá, con unas pastillas y un vaso de agua en la mano.

-¡Paige cariño ayúdame!-Gritó mi mamá haciendo que diera un pequeño salto, Alan cerró la puerta del apartamento y se puso un poco más delante de mi, como si de alguna forma supiera que mi madre podía hacerme daño.- Oh, veo que has traído a tu amigo especial.- Dijo alargando el "Oh" más de lo debido y sonriéndole a Alan de forma coqueta.-Ya te lo he dicho cariño, todos nos abandonan ¿O es que acaso no viste a tu padre?- Dijo ahora viéndome a mí.- ¡Ayúdame Paige, ayúdame!- Gritó de repente saltando de la mesa y corriendo hacia mí, casi tirándose a mis pies si no fuera por Alan que la detuvo en medio camino. -¡Suéltame cerdo asqueroso!- Gritó ahora removiéndose en los brazos de Alan, quien la retenía con fuerza. Mi hermano se acercó y le repitió por última vez que debía tomarse las pastillas. Mi madre casi le escupe la cara y mi hermano nos pidió que la sostuviéramos mientras buscaba la jeringa con anestesia, cerré los ojos con fuerza antes de acercarme y tomarla por los hombros para que me mirara.

-Mamá para, sabes que es por tu bien.- Susurré lo más amable que pude. Una de sus manos se liberó del agarre de Alan y me rasguñó el cuello, haciendo que me alejara de inmediato.

-Eres una zorra despreciable, jamás debí haberte tenido.- Dijo en un susurro venenoso, diciendo esas palabras por milésima vez, pero daban la misma sensación de vacío en el pecho. Me di media vuelta tomando con mis dedos la herida que me había hecho en el cuello, viendo que había un poco de sangre en ellos cuando los alejé de nuevo.

Toxic CureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora