Prólogo

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...


Me llamo Kwon Haeri y soy una santa. Pero no es solo un decir, soy en realidad una santa en todos los aspectos que abarca esa palabra. En unos meses más cumpliré 23 años y sigo siendo virgen.

¿Qué más santo que eso?

No he visto jamás a un hombre desnudo, no me he masturbado nunca y lo más cercano a una exploración íntima ha sido unos cuantos besos y un superficial rose en los pechos con un antiguo novio cuando tenía 18 años. Más allá de eso, nada.

No pienso demasiado en ello cuando estoy sola. O cuando estoy con mi familia. A mi madre le complace que aún no haya tomado la decisión de entregarme a un hombre. Ella quiere que espere hasta el matrimonio, que me case de blanco y que consuma el amor con el hombre que me acompañará hasta mi lecho de muerte. A mí me parece una hipocresía de su parte. Mamá se divorció de mi padre hace 5 años y desde entonces no se hablan más que para acordar cuestiones referidas a mi cuidado.

¿Dónde quedó el amor eterno que se prometieron en el altar, bajo la inquisitiva mirada de Dios?

Muerto y enterrado.

Querer condenarme al mismo destino de arrepentimiento por no haber follado con cuanto tipo hubiese querido antes de atarse a mi padre en matrimonio es algo que me parece inaceptable.

No quiero ser virgen, lo reconozco. Pero tampoco hago nada para terminar con eso. Cuando un chico que me parece atractivo trata de ir un paso más allá, siempre termino espantándolo. Lo mismo hice con mi único novio, un chico deportista y guapo que, pese a que prefirió mi compañía a un montón de sexo desenfrenado con las mujeres que estaban colgadas de él, solo consiguió una erección frustrada, además de dolorosa, en los pantalones. Después de eso, no volvimos a hablar. O más bien, yo no volví a contestar sus llamadas. Estaba avergonzada por mi infantil y miedosa actitud.

Mentiría si dijera que no me arrepiento de haberme acobardado. Lo hago, hasta el día de hoy. La manera más fácil de perder la virginidad es esa: hacerlo con un novio. Nadie te considera fácil si lo haces con un tipo con el que tienes oficialmente algún tipo de compromiso. Cualquier otro tipo de encuentro sexual, siendo virgen, es un terrible error.

¿Hacerlo con un desconocido en una fiesta? Ninguna posibilidad. El desconocido no lo consentiría. Las vírgenes son demasiado complicadas.
Demasiado cerradas, lloronas, asustadas. ¿Qué tipo desesperado por un polvo de una noche está dispuesto a esperar que dejes de llorar y lamentarte mientras trata de meterla en un lugar donde parece casi imposible que entre?

Ninguno.

El que lo hace con una virgen es o muy masoquista o un idiota desesperado por un polvo de una noche.

El novio es, por excelencia, el único que aguanta a una virgen. Su espíritu competitivo, además, ruge cuando se da cuenta de que es el primero en la vida de su novia. Para ellos es un triunfo, para un desconocido es un reto que difícilmente está dispuesto a enfrentar.

Así que me pregunto... ¿Qué otra posibilidad tengo? No he vuelto a tener una relación seria desde los 18 años, y no es en realidad por falta de candidatos, sino por mi jodido carácter. Mis amigas dicen que eso se llama mojigatería, pero yo creo que es porque soy demasiado selectiva. Siempre encuentro algún defecto, un mínimo, quizá imperceptible, detalle que me obliga a retroceder y ocultarme. Últimamente no paso de las segundas citas porque me detengo en un par de zapatos mal lustrados, una camisa rota o un peinado horrible. Hasta la forma de pronunciar una palabra me sirve de excusa para no volver a verlos. Y no sé si es porque realmente me molesta o porque tengo demasiado miedo de interesarme en alguien de verdad.

A veces pienso que la culpa la tiene el divorcio de mis padres. Cuando papá se fue de casa, me molesté muchísimo con mi madre por no ser capaz de mantenerlo a su lado. Luego fui lo suficientemente justa para pensar que no era solo su culpa. Ambos habían fallado, porque las relaciones no son perfectas y están llenas de conflictos. De altos y bajos. Creo que no me siento preparada para enfrentar una relación que podría no ser todo lo romántica y perfecta que la religión augura.

Aunque, claro, eso no quita el hecho de que quiera dejar de ser virgen. Y como los desconocidos están simplemente descartados, no me queda casi ninguna opción. Al menos ninguna que pueda aceptar sin acepciones. Hyon, una de mis mejores amigas de la universidad, me sugirió hacerlo con un amigo, pero todos mis amigos han intentado alguna cosa conmigo en algún momento de la vida y a todos los rechacé sin contemplación.

Acudir a ellos es una posibilidad a la que me niego tajantemente. También me sugirió hacerlo con un primo lejano, uno que estuviera bueno o al menos presentable. Tengo varios primos guapos, pero no tengo nombre de santa por el simple azar. Toda mi familia es profundamente religiosa, y el incesto está penado no solo por la ley, también por la ley de Dios. Ninguna posibilidad de hacerlo con un primo lejano, pues. Hyon, entonces, me propuso contratar a un prostituto. Aquello lo dijo en broma, porque luego se echó a reír como si acabara de contar la mejor broma del siglo. Dejó de reír de sopetón cuando le dije que no me parecía tan mala idea. Y, la verdad, si tengo que ser honesta, estoy lo suficientemente desesperada para considerarlo como una posibilidad. No un prostituto cualquiera, claro, sino uno de esos que solo están en los catálogos clandestinos de los mejores hoteles del país.

Un gigoló, como se hacen llamar. Un hombre joven que ofrece compañía y algo más a mujeres mayores con el dinero suficiente. Un puto caro, en pocas palabras. Guapo y dispuesto a satisfacer cada una de las necesidades de una mujer.

Si lo pienso fríamente, dejando de lados mis prejuicios a ratos demasiado absurdos, debo admitir que es una buena idea. Un gigoló no es como un chico desconocido en una discoteca. Él no quiere sexo, él lo ofrece. No espera recibir placer de regreso porque está ahí para darte todo el placer que desees hasta que quedes completamente satisfecha. Puedes olvidarte de las insistentes manos tratando de tocar cualquier parte de tu cuerpo con el descuido característico de la desesperación y las mamadas no están ni siquiera dentro del paquete de servicios. Sabes que no existe nada además de un encuentro sexual pre dirigido, ni antes ni después. Cuando el tiempo de servicio termina, él desaparece de tu vida para siempre y ningún estúpido prejuicio, ninguna impresión al respecto, importa.

Si eres virgen o no, a un Gigoló no le interesa.

Técnicamente, es una de las mejores opciones para perder la virginidad, pero en cuanto a salubridad es la más riesgosa de todas. Un hombre que vende su cuerpo tiene, probablemente, todo tipo de enfermedades conocidas por el ser humano, y otras muchas que aún no se han diagnosticado. Para una virgen, que no conoce de sexo, follar con alguien con una lista de mujeres tan extensa es un peligro a todas luces.
Podría ser la primera y la única relación sexual.

Quiero dejar de ser virgen, pero no deseo morir en el intento. Un gigoló es demasiado arriesgado.

Aunque también resulta una idea tentadora. Perversa y llena de recónditos riesgos. Mamá diría que he perdido el juicio y trataría de internarme en un convento para evitar que cometa el peor error de mi vida. Y, aunque parezca cruel, la sola idea de ver a mi madre horrorizada, me hace desear hacerlo.

Además, es sexo. El sexo es placer, ¿no? Nada malo debiese resultar de un simple polvo. A todos les gusta el sexo, mis amigas solo desean que pierda la virginidad para poder hablar libremente de eso sin tener que callarse para no dejarme fuera de la conversación. Con lo selectiva y prejuiciosa que soy probablemente termine muriendo virgen si espero a que mi novio me desvirgue. Prefiero que el sexo profano me condene al infierno antes que ascender al cielo como una virgen.

...

Hola! Aquí les vengo con un nuevo fic de Yoongi. Aclaro que esta historia NO es MÍA, pero tengo el permiso de su autora DonnaKey para adaptarla:)

¡Espero que la disfruten!

God Of Sex [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora