Guerra contra la realidad.

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El agua de la ducha caía sobre mí enrojeciendo mi piel. Tal vez estaba demasiado caliente, pero así era como a mi me gustaba. Y despues de la discusión de ayer con mi madre lo necesitaba.

- Erika, por favor, ¡necesito entrar al baño!- como no, Diana siempre tenia que quejarse por algo. Salí de la ducha, aun con algo de jabón por el cuerpo, me enrolle en la toalla y abrí la puerta pasando por el lado de Diana sin ni siquiera mirarla. Mi salida triunfal se torció un poco al resbalar por el suelo con mis pies mojados, por suerte nadie vio el pequeño accidente.

La alarma de algún reloj del primer piso sonó, instintivamente miré el mio, al lado de mi cama, sobre la mesita de noche. Eran las siete y media de la mañana.

Me vestí rapidamente con una minifalda escocesa y una camiseta con la espalda descubierta que dejaba ver mi enorme tatuaje, sabia que enseñar la serpiente japonesa que mi padre se tatuo en su juventud iba a provocar una nueva pelea con mi madre. Pero eso era lo que quería.

Acabé acordonandome mis botas preferidas, mientras tatareaba una canción inventada y bajé las escaleras arrastrando la mochila tras de mí.

No esperé a nadie, no queria llevar a mi hermana al instituto y menos aun enfrentarme a mi madre, tan solo queria salir de allí.

Cogí una manzana y desaparecí por la puerta principal sin hacer ruido. Arranque la moto y me dirigí hacia el instituto.

Por el camino intente relajarme, en mi mente seguía sonando una voz que me decia que esto era injusto, ¿por qué tenia que trabajar? Diana nunca habia hecho nada mas dificil que cortar el cesped del jardín, mientras que yo siempre había ayudado en todo cuanto podia en casa, sobre todo cuando mi padre aun estaba vivo. Sacudí la cabeza rechazando cualquier pensamiento sobre eso, esta tarde iría a buscar trabajo, pero por ahora lo que tenia que hacer era concentrarme en los estudios.

Llegué justo a tiempo, cuando ponía el candado a la moto sonó la sirena, un sonido chirriante y molesto, en mi opinión. A lo lejos pude ver una melena rubia rodeada de un grupo de chicas, que si no me equivocaba parecian animadoras. Obviamente esa melena rubia pertenecia a Diana.

Entré a clase de historia arrastrando los pies, todos mis compañeros se encontraban ya sentados en su sitio, estupendo, pensé cuando ví que alguien habia ocupado el puesto de compañero en mi mesa.

Me senté en la silla haciendo demasiado ruido, un par de compañeros se giraron a mirarme con el ceño fruncido, les respondí con una sonrisa irónica.

- Bien ahora que estamos todos vamos a empezar la clase.- La profesora (de la que no recordaba su nombre) empezó a hablar sobre la guerra civil. Perdí el hilo de la explicación, mi compañero parecia nervioso, era bajito y algo gordo, llevaba gafas de culo de botella y no cesaba de sudar.

- ¿Te encuentras bien?- le pregunté en voz baja. Me miró con miedo y asintió con la cabeza. -¿Como te llamas? - dije sonriendo.

Pareció dudar unos segundos antes de responder.-Mi nombre es Eiden.

Tres clases mas tarde Eiden me habia contado la mitad de su vida, hacia poco que se habia mudado de otro barrio, con sus padres, era hijo unico, amante de los animales, tenia una granja que practicamente la llevaba él ya que a su padre le habian diagnosticado esclerosis multiple hacia tres años. Era algo timido pero muy inteligente y gracioso, me caia bien.

- Vamos a esa mesa a almorzar- le dije cuando llegamos al comedor, todavía no habia mucha gente y quedaban algunas mesas vacías.

- No se si es buena idea.- dijo mirando a su alrededor- esa es la zona de las animadoras y los deportistas, nos echaran a patadas.

- Tranquilo, no nos echaran- le tranquilicé.

Nos sentamos mientras charlabamos sobre trivialidades y comiamos nuestros respectivos almuerzos, la gente empenzaba a entrar llenando el comedor de gritos, carcajadas y parloteos.

- Perdona, aqui nos sentamos nosotros, se que eres nueva, por eso te lo voy a pedir de buenas maneras, mueve el culo y vete de aqui.- una voz chillona habló a mis espaldas, Eiden empezo de nuevo a sudar.

- Oh vaya- respondí ridiculizando su voz- no pienso moverme de aquí, mi culo se queda.

Noté como una mano se posaba sobre mi hombro y comenzaba a apretar. Me levante lentamente con una sonrisa en la boca mientras me giraba para ver a la estupida animadora que me estaba incordiando, era como me la habia imaginado, guapa, atletica y con una mueca de asco continua.

- Si no quitas tu mano, te aseguro que te arrepentiras cuando no puedas encontrar tus dientes por el suelo.- Eiden me miraba mientras me hacia señas para que me callara.

- Lea, estate quieta, hoy nos sentaremos en otra mesa. - otra vez el maldito chico rubio (¿James?) metiéndose donde no le llamaban.

- Pero James yo...

- Nada de peros, vamos.- dijo al tiempo que la arrastraba lejos de mí. Antes de alejarse James me echó un ultimo vistazo, fue una mirada de disculpa.

- Joder, Erika, casi muero de miedo- dijo Eiden secandose la sudor con una servilleta, solté una carcajada a modo de respuesta. Fue la primera carcajada sincera desde hacia mucho tiempo.

No sueñes conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora