12. COMPLICACIONES

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Abrió los ojos con cuidado, sin inmutarse. Despertando luego de una prolongada pesadilla que parecía no tener fin. Estaban húmedos, se dio cuenta de que llevaba llorando unas cuantas horas. Había visto a su madre... tan hermosa como la recordaba... literalmente, esa era la última vez que la había visto. Después todo se oscureció y despertó en ese infernal lugar, rodeado de muros pálidos, suelo crujiente y personas desconocidas. Nada tenía sentido. Lo repetía un millón de veces porque sabía que era verdad. Afortunadamente, ya había tenido contacto con los chicos... no se sentía tan solo, sólo tenía que esperar el momento adecuado para huir y localizar a su madre. Eso tardará un poco, dijo en su mente siendo realista. Él creía mucho en el realismo.

Escuchó pequeños pasos atravesar el pasillo rápidamente fuera de su habitación.

Su habitación.

Aún no lograba entender cómo podía tener semejante habitación. Muros pintados perfectamente, un suelo reluciente, un armario, varios muebles más y una computadora portátil. En ésta, ya había introducido su contraseña y observado sus datos completos. Hasta ese momento no había tenido el tiempo suficiente para darle un chequeo.

Estiró sus brazos hacia el techo y gimió relajado. Tomó aire y en un segundo ya se encontraba firmemente de pie. Se rascó la cabeza y avanzó hacia la cómoda que se encontraba a un lado de la puerta. Abrió los cajones y escogió una prenda de ropa cómoda: pantalones de algodón caídos, una camisa con la imagen de un esmoquin en el centro y los primeros zapatos que utilizaba desde su llegada: unos Vans. No se inmutó en acomodar su cabello, solamente se colocó sus anteojos y salió de la habitación con un bostezo.

El pasillo se encontraba vacío, ¿De quién habían sido los pasos? Le quitó importancia y avanzó apaciguadamente hasta la orilla del segundo piso, a un lado de las escaleras. Observó solemnemente desde la barda y escuchó unos cuantos ruidos provenientes del primer piso. Bajó rápidamente los escalones y pudo ver a Ariadna observando desde la barda como hacia él segundos atrás. Se encontraba de la misma manera que como la había dejado: misma ropa, mismo cabello, misma sonrisa... Le devolvió el gesto y se posó a su lado.

—Buen día —Dijo Alejandro.

—Hola —Respondió la chica—. ¿Cómo amaneciste?

—A la perfección —Estaba alegre.

—Genial —Dijo la chica menos animada.

Giraron la cabeza a la par cuando escucharon murmuros en el piso superior pero no les interesó. Alejandro estaba hundido en un mar de pensamientos cuando Ariadna habló.

—Hey, Alejandro... —Comenzó.

—¿Ah? —Respondió el chico desconcentrado.

—Creo que deberíamos liberar a Irene —Sugirió—. No es tan mala como crees... además... me parece que ella no tiene la culpa, ni que nos hubiese metido aquí, ¿No? —Notaba su voz distinta, ¿Acaso ocultaba algo?

—Es demasiado agresiva —Respondió Alejandro—, nos terminará matando a todos.

—Dale unas cuantas horas —Dijo Ariadna—, si vuelve a comportarse mal la metemos de regreso.

Alejandro lo meditó un poco y al cabo de unos minutos terminó asintiendo con la cabeza.

—Está bien —Dijo finalmente.

—¡Muchas gracias! —Exclamó la chica— Te amo...

El chico se sonrojó como un tomate con la última frase y tosió un poco para recuperar el aliento mientras asentía frenéticamente.

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