29. IRENE M

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—Si te digo que sí —Dijo Irene bastante molesta—, ¿Dejarás de joderme?

—No tienes porqué ser tan grotesca, amiga —Respondió Beatriz, una chica del grupo.

—Si no te parece —Comenzó Irene torciendo los labios y extendiendo el brazo a modo de señal o bienvenida—, por ahí está la puerta. No tengo tiempo para tus estupideces.

—Si te lo pregunté a ti —Dijo Beatriz más molesta—, fue porque eres la menos mujer del lugar —Y dio media vuelta—. Machorra de mierda...

Irene ni siquiera se inmutó, ya los problemas dentro de La Casa le daban igual, le daban asco, le provocaban mal humor. Y amenazar a otra chica más era como arrancar una tira de pasto en un gran y verdoso parque: nadie se enteraría, podía crecer más en cualquier momento. Al reflexionar acerca del tema, Irene se daba cuenta de que un parque no era el mejor ejemplo, es decir, podía imaginar flores o árboles inmensos emergiendo de aquél mismo pasto... más llamativos, más importantes. Armando era un árbol. Alejandro era un árbol. Inclusive el pequeño Marco era un árbol. Eran personas que resaltaban si no por hacer cosas heroicas, tener las situaciones más estúpidas o complejas. En ese caso, pensó Irene, yo soy un Bonsái. Y era cierto, también tenía las manos sucias, asesinaba sin mirar atrás, había marcado a algunos integrantes psicológicamente como la muestra de la agresividad, del mal carácter, del odio. La maldad recorría sus venas como un líquido ardiente que puede ser liberado en cualquier instante. Inhaló y exhaló profundamente observando a Beatriz alejarse.

Beatriz le había contado todo, le había dado ejemplos y le había hecho utilizar la perspectiva para comprender por completo su situación. La chica deseaba ser chico. Lo deseaba con todo su ser, inclusive la tomaban por lesbiana en los pasillos de La Casa aunque en realidad no lo era... o no lo creía. Si su mente le decía que era un varón, entonces era plenamente heterosexual al atraerle las mujeres. Y era un género más. Y podía...

—¡Una mierda! —Exclamó Irene de golpe poniéndose en pie de un salto— ¡¿Cómo carajos puedes ser tan estúpidamente estúpida?! ¡¿Otro género?! ¡¿Acaso nadie te dio clases de Biología?! Despides estupidez al andar, parece que te parió un imbécil jabalí.

—Me estás hablando de estupidez —Respondió Beatriz de repente regresando a su posición inicial con los puños bien apretados—, ¿Y te atreves a decir que un jabalí puede parir? Para tocar el tema de Biología debes ser toda una experta.

Y, de repente, Irene bajó la voz. Se acercó con dos simples pasos a la chica perforándola con la mirada, quemándole en llamas ardientes las palabras. Beatriz guardó silencio y la miró a los ojos un tanto nerviosa. Irene no se alteró más.

—Nunca —Comenzó con voz firme, autoritaria y atemorizante— te atrevas... a levantarme... —Y acercaba su rostro lentamente— la voz...

—P-pero... —Tartamudeó la chica sintiendo cosquillas en el estómago.

—¿Me acabas de interrumpir? —Preguntó Irene apretando los labios— Pongámoste al tanto, recordémoste la situación. Estamos en una Casa inmensa siendo parte de un experimento y todas y cada una de nuestras acciones son observadas y estudiadas por un pedófilo de mierda. Y cabe resaltar que éste mismo ha observado cómo he asesinado a más de uno por joderme la existencia. Así que, si deseas vivir, comenzarás a respetarme ahora mismo, porque a mí me importan diez hectáreas de mierda lo que te suceda a ti y a tu familia.

—Oye, lo sient... —Comenzó Beatriz pero guardó silencio al instante.

—Aléjate de mi vista, lesbiana de mierda —Ordenó Irene, para ese entonces ya había destruido todas las intenciones de pelea que tenía reservadas la chica.

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