22. CHISPA

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Estaban seguros de que los premios y la pijamada eran el claro ejemplo y símbolo de la ahora inconseguible felicidad dentro de La Casa: jamás hubo otro momento alegre más y las cosas se complicaron.

—¡¡¡MIERDA!!! —Vociferó una voz que atravesó de golpe las paredes de los fríos pasillos hasta el oído de Marijo.

La chica se volvió de golpe con los ojos abiertos como platos y el terror invadió su pecho, dificultándole la respiración. Inhaló prolongadamente y comenzó su trote en dirección de los gritos. Se encontraba en el primer piso, el de las chicas; mientras viraba por los estrechos pasillos iba chocando hombros con las integrantes que salían de sus respectivas habitaciones como siempre que ocurría algo en La Casa. Estaban conectados al peligro. Una o dos no parecían desconcertadas, el resto sí. Le faltaban dos caminos -Uno a la izquierda y otro a la derecha- cuando un hombre salió ajustándose la camisa con sudor en la frente de la habitación de una de las chicas. Marijo le quitó importancia y llegó a la barda del primer piso. A su lado, por las escaleras de paredes metálicas, iban descendiendo poco a poco los integrantes masculinos del grupo con el ceño fruncido o riendo. Por supuesto, sus sonrisas desaparecían al ver, en el centro de la sala principal del lugar, el cuerpo inerte de José Toledo rodeado de un charco de vívida sangre. Belén se encontraba arrodillada junto al cadáver y era la dueña del anterior grito. Golpeaba con furia el suelo y las lágrimas brotaban de sus ojos como impecables cascadas que atizan con odio las rocas al caer.

—¡No es nuestra culpa, carajo! —Le decía Jesús Daniel exasperado unos centímetros a la derecha— ¡Le advertimos que podría pasar! ¡Además el condenado pasaba su vida sufriendo! ¡Vivía como un zombie!

—¿A qué quieres llegar? —Preguntó Iván Manuel a su lado con los ojos entrecerrados— ¿A que valió la pena esto? No me vengas con idioteces, por favor.

Y, en un nanosegundo, los tres chicos parecieron darse cuenta de que no estaban solos: el grupo entero los observaba asombrado. Tragaron saliva y guardaron silencio inmediatamente. Belén tartamudeó y Jesús Daniel frunció el ceño, parecía culpable.

—No es lo que creen —Dijo Iván Manuel rompiendo el silencio.

—Entonces —Dijo Alejandro saliendo de entre la multitud—, ¿Podrían decirme qué acaba de ocurrir aquí? —Guardaba la calma pero le temblaba la voz, el chico no podía creer que hubiese otra muerte más desde la partida de Armando.

—¡¡¡¡LO MATAMOS!!! —Gritó Belén en medio de su llanto— ¡¡¡ES NUESTRA CULPA!!! ¡¡¡LO ES, LO ES!!! ¡¡¡ENCIÉRRENNOS!!! ¡¡¡MÁTENNOS!!!

—Wow, wow, wow, wow... —Dijo Iván Manuel con ambas palmas de las manos en dirección de la chica para detenerla— Eso sí que es exagerar.

—Hermano, te aseguro que... —Comenzó Jesús Daniel pero fue interrumpido.

—Tú cierra la jodida boca —Exclamó Alejandro apretando los dientes—. Que estás en el peor momento para hablar. Le creo a estas dos personas, pero a ti, bola de mierda...

—¿Cómo te atreves a hablarme así? —Respondió el chico apretando los dientes de igual manera y ambas miradas se cruzaron firmes como un lazo de piedra— Maricón.

La gota que colmó el vaso.

Afortunadamente, Alejandro era de las pocas personas dentro de La Casa que conseguía controlar su humor de una manera espectacular... Irene ya hubiese dejado el segundo cadáver en el suelo. Sin apartar la mirada respiró con calma y habló.

—Levanten la mano —Dijo casi sonriendo—, los que opinan que este imbécil debe ser encerrado.

Por lo menos cuarenta pares de manos fueron suspendidas en el aire. No muchas pero sí las suficientes para que Alejandro dibujara finalmente una amplia sonrisa en su rostro.

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