23. APARICIONES

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Descansaba pacíficamente, como hacía cada día dentro de La Casa, en la barda del primer piso con el cuello estirado para ver, en lo alto, la pequeña ventana disparando los primeros rayos de sol del día. Exhaló profundamente cuando el pequeño Marco apareció a su lado poniéndose de puntillas para observar.

—Buenos días —Dijo el joven con dulzura.

—Hola, Marco —Respondió la chica evitando sonar agresiva.

Si había alguien a quien no odiara aunque fuese un poco en aquél lugar e incluso llegara a tenerle un poco de cariño, era a aquél niño. Marco siempre había estado con ella y la había apoyado de buena forma tanto en las buenas como en las malas.

—¿Puedes creerlo, Marijo? —Preguntó Marco— ¿Cómo pueden olvidarse de Armando tan rápido? ¿Es que no les entra en la cabeza que de-sa-pa-re-ció?

—Así son todos en esta casa —Respondió la chica—. Olvidan, intercambian y suplen como si la gente fuera ropa interior. Una mierda. ¿Y sabes qué pienso? —Frunció el ceño— Me parece que mataron a José a propósito para no salir, ya que éste había encontrado la forma de escape.

—Te quiero y todo —Dijo Marco—, pero eso suena muy... ilógico... estúpido.

—¿Te parece? —Preguntó Marijo un poco ofendida.

—Pueden llegar a ser unos malnacidos —Respondió el chico—, pero jamás matarían a nadie a propósito y además le harían un funeral...

—Humm... —Murmuró la chica sin respuesta.

—Además, no pueden ser tan imbéciles para desaparecer su única forma de escape, ¿Estás de acuerdo? —Preguntó el chico con una sonrisa.

—Buen punto —Respondió Marijo, bajó de la barda y descendió por las escaleras principales, dejando a Marco con la palabra en la boca.

***

Observaba con la mirada perdida el pálido muro de La Casa situado sobre la cocina en la sala principal. Aquél marco finalmente había obtenido un propósito: la imagen de José apareció furtivamente con el entrecejo fruncido.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí sentada en el suelo cuando un chico atravesó el pasillo y se sentó a su lado sin previo aviso imitando su posición casi fetal: abrazando sus piernas con la barbilla entre las rodillas. Ni se inmutó.

—Qué extraño —Dijo el chico con tranquilidad—. Lo de los cuadros, claro.

—¿Eh? —Preguntó la chica un poco incómoda.

—Por lo que veo llevan un récord, ¿No? —Preguntó el chico observando el resto de los cuadros colgados de las blancas paredes— ¿Y ese quién es? —Preguntó levantando la barbilla de entre sus piernas para señalar un cuadro ubicado cerca del sótano.

—Oliver —Respondió la chica—. Murió hace poco.

—Como todos —Afirmó el joven—. Por lo que sé apenas y llevan poco más de un mes.

—Maldita sea —Respondió la chica con una sonrisa falsa invisible enterrada entre sus piernas—, haces esto más difícil.

Y el silencio gobernó unos segundos, al parecer la conversación había terminado.

—¿Y si así es todo? —Preguntó de repente la chica— ¿Y si esos marcos están ahí por alguna razón? Tal vez todo esté planeado y dependiendo los que haya por toda la casa, son las personas que morirán aquí dentro. Te aseguro que no podremos elegir quién otorga su imagen y quien no —Dibujó una sonrisa en su rostro—. A la mierda, nuestra vida es el plan de alguien más y yo sólo tengo algo en mente... —Prosiguió entrecerrando los ojos— No lo permitiré. Aunque no lo vea, quiero un rostro sorprendido cuando lo planeado no salga de acuerdo a lo que imaginaba. Cuando mi vida corra por mi cuenta y mi imagen no termine impregnada en un asqueroso marco de madera barata... es decir... ni siquiera me gustan las fotos.

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