10. INVESTIGACIÓN

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Ariadna esperó el portazo de Oliver en su habitación.

La Casa tenía un toque tétrico con el silencio que había invadido las paredes aunque la chica no sentía gran diferencia: no había luz natural, todo era iluminado por modernas lámparas de gas automático y tubos de cristal blanco. Sinceramente, pensó, está perfectamente diseñada. Y era verdad. Puertas, muebles, cuadros, sillas, sofás... todo estaba perfectamente colocado estratégicamente; al no haber luz suficiente para iluminar el sitio entero, había enormes ventanales en distintas partes, por ejemplo, en el segundo piso -El piso de los hombres-, Tenía un marco espectacular y una vista a La Casa muy buena, abarcaba toda la orilla del segundo piso y, al parecer, era muy delicado.

Tomó aire y comenzó.

Sin Nombre había subido los escalones hasta el segundo piso. Ariadna escuchó sus pasos atravesar el pasillo cautelosamente. Ella no hacía eso por desconfiar de él en sí, más bien por descubrir la proveniencia de todos los artículos que conseguía, entre ellos, un arma, que era lo que la tenía más impaciente.

Avanzó con una zancada enorme y silenciosa hasta las escaleras y colocó el primer pie: el suelo permanecía helado, no había sentido unos zapatos dentro de sus pies en mucho tiempo, pero aquello le ayudaba, podía ir de puntillas más fácilmente. Lento pero seguro, pensó. Tardó demasiado tiempo en ascender hasta el segundo piso, ya que no despejaba su mente de hacer ruido y podía llamar la atención del chico: se sentiría observado. Una vez arriba -Por primera vez- se dio cuenta de que los pasillos y puertas eran exactamente iguales que los de mujeres aunque con una vista indiscutible a través del enorme ventanal.

Giró concentrada la mirada y tomó aire suavemente, mantenía sus pulmones sin oxígeno constantemente para evitar hacer ruido. El sueño invadía su cabeza. Es como si estuviésemos programados, dijo Marco minutos atrás, lo cual había sonado estúpido en ese momento pero se hacía verídico con el paso del tiempo. Sus ojos comenzaban a arder y la idea de abandonar la investigación flotó en su cabeza, afortunadamente la despejó de una manera rápida. Hacía frío. De manera extraña, la temperatura había descendido velozmente a diferencia de unas horas atrás. ¿Dónde se encontraba La Casa? ¿En medio del desierto? ¿En las profundidades de un bosque? ¿En lo alto de una montaña? Carecer de ventanas y temperatura incalculable no ayudaba. Despejó su mente y continuó su recorrido.

Al final del pasillo pudo distinguir una silueta.

Tenía la forma perfecta de un ser humano. Dio un respingo cuando imaginó a Sin Nombre emerger de la oscuridad y mirarla fijamente a los ojos. Afortunadamente eso no sucedió. Relájate, pensó, ¿Y si te descubren qué? Esta no es una zona privada. Frunció el ceño y se relajó un poco.

Avanzó de puntillas hasta la primera puerta, donde se leía el nombre de Alejandro escrito perfectamente en La Tarjeta, estaba en el interior de la habitación. Aquél chico era agradable, con un toque de autoridad y tranquilidad lograba que todos prestaran su atención en él... además... tenía unas gafas lindas. Ariadna se prometió interactuar más con él a partir de la mañana siguiente.

Minutos más tarde, atravesó el pasillo completo y a mitad del camino había escuchado los rugidos potentes de un león... los ronquidos de Karlos. Una tarjeta le había llamado la atención segundos atrás por el apellido de la persona.

CAMILO CORREDOR

Y, más adelante, un nombre se repetía dos veces.

IVAN EAST

Es un nombre muy empresarial, pensó Ariadna.

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