VII

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Parece que ese algo tranqui resultó no ser algo tan tranqui. Unas 20 personas en la casa de Bárbara. Me dediqué toda la noche a hablar con Pablo, Santiago y Male. Bárbara por su parte estuvo con unas amigas de ella la mayoría del tiempo. Yo le prestaba atención y entiendo que ella a mi. Apenas se paro y fue a la cocina me paré y fui atrás.
-Bar, hielo?
-Freezer -lo señala
No logro sacar los hielos de la cubetera y se acerca a ayudarme. <a cualquiera le quedaría feo golpear la hielera contra la mesada pero ella lo hace lindo> <uy que goma que me pone>
Estamos más cerca de lo normal pero me parece que no es el momento. Una sabe. Me armé un fernet y salimos de la cocina. Pasillo. Yo atrás de ella. Su movimiento fue rápido, ágil. Se da vuelta y nuestras bocas encastran. El beso es naranja para jugo. Se derrama y cae por la comisura de los labios. Con la yema de un dedo recorre mi pierna. Un solo dedo, camino ascendente <el siguiente paso es agarrarla fuerte contra la pared> Me lanzo a la tarea y la empujo.  Está usando una camisita modesta. Tiene botones y hay un par que no conocen el ojal. No pueden, porque el busto prominente lo impide. Ella sigue con el dedito. A la altura de los muslos abre la mano, ya no se conforma con el índice. Tiene que usar todos, de angurrienta. Yo busco tocarla, pero tengo un vaso en la mano y estoy un poco atontada por el alcohol. Subo la pierna y la abrazo con rodilla y todo, el otro pie en punta. El pasillo está en llamas. Cinco minutos pasamos con los cuerpos en lava. Parece que el empapelado se derrite en contacto con la espalda. Al fondo atrás se escucha la fiesta pero lo importante está pasando en el pasillo, ahí, donde estamos nosotras. Yo sigo, enceguecida, porque la ultima tanteada me formateó el disco. Pero ella no, para. Y como si no hubiera existido tal beso se va. Ahí quede yo, con el cuerpo en llamas y el cerebro en compota.  

Bárbara Martínez y yoWhere stories live. Discover now