XVI

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Fue el cumple de Santiago (primo de mi mejor amiga, chongo de Pablo, amigo de Bárbara; para quienes no lo recuerden). Fui obviamente sabiendo que Bárbara iba a estar ahí.
Hace casi tres semanas no sabía nada de ella más allá de lo que pude recolectar de su Instagram, Facebook, Twitter y toda la gilada. Me puse linda y fui, pero no sin antes respirar hondo. Fueron semanas de estar rodeada de nubes espesas y turbias en mi cama, viendo series en pijama, yendo a cursar y volviendo a mi casa sin ganas de mí, ni de mis amigues, ni de nada. Solo ganas de Bárbara. Y de saber qué onda Piper y Alex.
Al cumple fui con Male y llegamos tarde porque antes fuimos a cenar pizza y no la veía hace bastante, teníamos que ponernos al tanto. La cena se basó en yo contándole mis desgracias amorosas y tomando vino. Así que entre cigarros le conté detalladamente todo. Le hablé de lo mucho que extraño que me sorprenda mordiéndome el lóbulo de la oreja, le describí cada centímetro de la mueca que hace cuando cuenta cosas, lo linda que es cuando hace girar el vaso de birra sobre la mesa, millares de etcéteras. Pero Male me fumó asi de border unas 3 horas y me obligó a que le ponga fin a mi relato porque a) yo ya estaba por llorar b) no había más vino c) teníamos que ir al cumpleaños.
Ví a Bárbara apenas llegué. Estaba ranchando en la mesada de la cocina con Pablo, Santiago y un par más. Tenía una remera negra de encaje que le combinaba con su pelo suelto, su boca roja y sus ojos delineados. La vi y retrocedí. Media vuelta.
-No, no puedo- dije traumada. Tanta lindura me abrumó.
Male que estaba atrás mío me dijo que no sea boluda y me maniobró agarrándome por los hombros.
Respiré hondo.
-EEEE!! FELIZ CUMPLEEEE!!! – Santiago me abrazó como un auténtico cumpleañero borracho y patinando todas las letras de la palabra me dijo que gracias y se dispuso a armarnos un Fernet para mí y uno para su prima, Male. Por suerte no tuve escapatoria. Saludo a Pablo, saludo a dos pibes que no conozco y por último a Bárbara. Pregunté a todos "Qué onda? Todo bien?" pero en mi interior solo quería saber de ella. Cómo estaba, qué había estado haciendo estas semanas en las que no hablamos, qué había cenado, si se había vuelto a pelear con la vecina.
A las 5, cuando quedaban pocos fonditos de alcohol, el piso ya estaba pegajoso y los ceniceros explotaban le dije a Bárbara de ir a la terraza. La fiesta no nos había vuelto a encontrar hasta ese momento. Me dijo que sí y subimos por ascensor.
-Te cortaste el pelo
-Sí – me respondió.
Me mordí el labio, sonreí y sacudí la cabeza. Se río y me pregunto a qué se debía la cara que hice. Me salvo haber llegado al piso 15, el de la terraza. Todo estaba mojado por la lluvia y no había nadie, solo unas pocas ropas colgadas y abandonadas. Desde ahí arriba parecía que estábamos solas en Buenos Aires. Nos sentamos arriba de una especie de plataforma, una al lado de la otra y no dijimos ni una palabra, apreciamos la lluvia en silencio por 3 minutos.
- A qué hora se está haciendo de día, sabés?- rompí un hielo inexistente, si era por mí apreciábamos la lluvia hasta llenarnos de canas. Se dio cuenta de que mi pregunta era en vano y me preguntó de qué me reí en el ascensor. Intenté decir algo, pero se me hizo un nudo en la garganta y no pude articular palabra. Así que le dije que no me había reído. Volvimos a apreciar las gotas cayendo en los charcos del piso de cemento, pero respiré hondo.
-Es que te extraño mucho- Me paré buscando no hacerme cargo de lo que le había dicho pero se paró también y nos abrazamos. Nos estrechamos con fuerza la una contra la otra; nuestros labios se buscaron. Todo olía a lluvia y noté el tacto de su pecho contra el mío. Me daba la sensación de haber estado mucho tiempo sin haber tenido contacto físico con otro ser humano.
-Me gustas mucho pero sos una boluda- me dijo y se me estrujó el corazón.
Me reí, le dí la razón y la acerqué a mí rogándole otro beso. No había saciado mis ganas de ella.
La lluvia siguió cayendo incansable, mojándonos el pelo y las mejillas, tiñendo de oscuro mi campera y nuestros pantalones. Para cuando el sol se dignó a aparecer nosotras seguíamos allá arriba, solas en Buenos Aires, mimándonos y dejando de extrañarnos.

Bárbara Martínez y yoWhere stories live. Discover now