¿Qué te hace tan especial?

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Ante la penumbra de la noche y las desesperantes horas interminables, había un hombre con grandes habilidades para atacar a una presa, similares a las de un felino. Careciendo de piedad y misericordia, no hallaba las horas para secuestrar a la mujer que andaba por las calles solitarias. Le mostró una mirada aterradora para que ésta pudiera responder a todas sus inquietudes, no tenía escapatoria.

El sonido del viento rugía como nunca, soltando aquellas sensaciones que hacen ponerte la piel de gallina, sacudiendo todas tus vibraciones ante la oscuridad que llameaba el temible rostro de Grimmjow, sosteniendo el brazo izquierdo de la joven, impidiendo su escape.

―Por favor, déjame ir.

―Que desperdicio, no me pidas hacer algo sabiendo que no seré capaz de hacerlo. Solo me obedecerás a mí, y dejarás de lloriquear. ―Le advirtió, casi gruñendo de la intensa irritación.

Si había un demonio capaz de acelerar el pequeño corazón de Orihime, tendría que ser Grimmjow. Aquel hombre de aspecto vil que haría lo que fuera por someter a alguien en sus miedos, persiguiéndola en sus más crueles pesadillas, sintiendo su cuerpo agitarse y agotarse ante los delirios de su corazón. Es increíble la manera en que puede estar un humano cerca de la muerte, dado que no viven para siempre.

Si ese corazón humano era tan importante, ¿Qué pasaría si se lo arrebataran, con el simple hecho de poder contemplarlo?

Tratando de obligar el inofensivo cuerpo de la mujer a que reaccionara, a la vez, éste se preguntaba cosas aún más frustrantes. ¿Qué la hace a ella tan especial? Viéndola como una feroz pantera que mira a un lamentable conejo corriendo por los extremos de un prado, sin escapatoria, sin volver a la vida. Pues, el más fuerte es quien sobrevive ante las adversidades que entrega la propia vida.

―Dime, ¿Por qué Ulquiorra te ha elegido? ¿Por qué él está tan intrigado en ti, que hasta tuvo que perder sus poderes? Y solo pensando en ti, que tontería.

―Ulquiorra se encontraba perdido y solo. ―Respondió temblorosa.

―¿Qué hay con eso? ¿Quién no se ha sentido solo? ―Refunfuñó.

―Entonces ¿Te has sentido solo?

―Tonta, no cambies el tema. No estamos hablando de mí, hay asuntos de los que estoy lidiando y uno de esos asuntos eres tu, de entre todas los débiles humanos, ¿por qué tuviste que ser tú? No te creas especial solo por tenerte aquí retenida, no es como si me interesara estar hablando con alguien como tú. ―Aclaró malhumorado, a punto de estallar como una bomba de poco tiempo.

―Eso es porque... No hubo persona quien estuviera valorando la presencia de Ulquiorra. Desde que lo vi, fue como si estuviera avizorando un ser enterrado por sus propios atormentos, estaba buscando algo que fuera capaz de despertarlo de su vacío caparazón. Pero, ¿por qué no estar con él? ¿Qué hay de malo con él?

―Espera, ¿por qué me cuentas cosas innecesarias de Ulquiorra? ―Preguntó con extrañeza y desinterés.

―Ulquiorra es, un hombre que ha dejado atrás su pesar. Quien ha podido hacer latir mi corazón con tan solo escuchar su distante voz, y realmente estoy agradecida por permanecer en su silencio. ―Terminó con una ligera sonrisa en su rostro.

La sensación de estar vivo no era más que ilusiones desastrosas percibidas por los humanos, de hecho, si no fuera por Ulquiorra, estaría a segundos de ser asesinada sin piedad, destrozando ese dulce rostro que transmitía cierta afabilidad. Él no era piadoso, tampoco encontraba valor en las personas ni en sus propios compañeros, por lo que siempre se mantenía predispuesto para atacar, no dudaría ni por unos segundos en agredir a esta inofensiva mujer.

O a cualquier otra que se le atravesara en el camino. De todas formas, él se consideraba superior y eso no se lo arrebataría nadie.

―¿Por qué no me matas? ―Le preguntó.

―¿Disculpa?

―Soy solo una humana después de todo. No hay nadie cerca de mí como para que me rescate, entonces, ¿por qué no aprovechar este momento? No pensé que fueras tan sensato, por un momento creí que actuarías de acuerdo a tu instinto animal.

Ante sus palabras, no podía estar más engorroso. Aquella niña aterrada con tan solo ver su sombra cerca, se había transformado en algo más deslumbrante, tal vez no era un conejo débil después de todo. Solo estaba disfrazada.

Orihime intentaba escapar de sus manos, puesto que le apretaban el delicado cuello dejándola poco a poco sin respiración. Ahogándose en su propia desesperación inquebrantable, comenzó a suplicar incontables veces, terminando en un desmayo repentino. Sin embargo, a pesar de este hecho, a Grimmjow no le importaba ya que sentía repudia ante aquellos débiles, dejando caer el cuerpo de la mujer al frío suelo.

La fría noche parecía que nunca se terminaría, y mientras Grimmjow observaba el cuerpo de la mujer postrada en el suelo, sintió un ligero dolor en el pecho, haciéndole recordar lo que era el significado de temer y ser temido. Tal vez era un hombre de instinto violento y un tanto bruto, pero al ver el lamentable rostro de Orihime, pudo sentir aquel armonioso silencio que iba al compás de la noche.

―Siempre desobedeciendo mis órdenes Grimmjow, ¿Qué haces aquí nuevamente? Te advertí que nunca más regresaras... ―Antes de terminar, alcanzó a contemplar lo ocurrido―.

―Creo que llegas un poco tarde. ―Dijo burlándose― Además, yo nunca sigo órdenes, ni mucho menos de un humano. Mira tu cara, por un momento pensé que quedarías espantado, pero al parecer siempre actuarás como si nada te importara, mientras que tu interior grita por asesinarme.

Al sentir la respiración de Orihime, comenzó a aliviarse súbitamente creyendo en que prontamente se recuperaría y levantaría del suelo. Sin embargo, eso no impidió el hecho de que fuera tras ella, tomándola de brazos como a un pequeño bebé atemorizado. 

La mujer intentaba tragar aire, pero se dio cuenta de que lo más óptimo era respirar lentamente, como si hubiera despertado de un sueño en el que moría. Afortunadamente, recuperó el aliento y al ver a Ulquiorra inquieto mientras la abrazaba, ésta no podía dejar de pensar que estuvo a punto de morir.

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⏰ Última actualización: May 30, 2021 ⏰

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