Capítulo 2: Interrogantes y pérdidas.
Richard abrió los ojos de forma perezosa, un fuerte dolor invadía la totalidad de su cuerpo, principalmente su cabeza. Apuntó sus ojos hacia su pecho al sentir peso sobre él, estos se abrieron como platos al ver el rubio y lacio pelo de Ana; retrocedió, con un alarmado rostro, y quedó recostado en la cabecera de la cama.
—¿Qué pasa? —preguntó ésta soltando un largo bostezo, Richard se levantó rápidamente e inspeccionó la habitación en busca de su ropa, la chica lo miraba con una sonrisa picara—. Te ves muy sexy. —Richard paró en seco y giró sobre sus talones mirando a la chica.
—N-no sé qué pasó —hizo una pausa—, ni por qué. Pero te juro que lo que haya hecho fue por el alcohol. —Richard se sentó en el borde de la cama tomando su cabello con frustración, la chica rió suavemente levantándose de su lugar y dejando ver su cuerpo en ropa interior.
—No te preocupes, bobo, caíste dormido antes de poder hacer algo —aclaró la chica con una sonrisa burlona, Richard desvió la vista al ver el cuerpo casi desnudo de esta—. Toma, vístete antes de que alguien nos vea de esta forma. —El excavador asintió tomando su ropa y vistiéndose rápidamente, ninguno mencionó palabra alguna en lo que lo hacían.
—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó Richard saliendo de la tienda seguido por Ana, ésta lo pensó un momento y alzó los hombros indecisa. Su acompañante la miró esperando una respuesta.
—No lo sé, ¿tú? —preguntó esta vez la chica, mirándolo con una sonrisa.
—Intentaré descifrar el papiro, o al menos saber de qué es —contestó caminando al lugar donde habían dejado al mencionado—. ¿Me ayudarías? —preguntó luego de unos minutos de silencio, la chica asintió sonriente.
En lo alto de una construcción Maya, un monje observaba la selva ya un poco depredada de su alrededor. Parecía muy tranquilo, sus manos estaban sostenidas una a la otra por detrás de su espalda y su rostro no reflejaba expresión alguna. Aunque mirara su entorno con recelo, no asemejaba estar preocupado.
Delante de él apareció una luz, pero no una como todos conocemos, ésta parecía tener vida propia e incluso comunicarse. El monje la miró unos segundos y luego volvió a posar su vista en la naturaleza. La amaba sobre todo.
—Encontraron el papiro —comentó la luz moviéndose a un lado del monje. Su voz era muy suave, asemejándose al roce de una brisa primaveral. El monje tan solo asintió con un rostro calmado, no parecía preocuparle, lo que calmó un poco a la recién llegada. Hubo unos minutos de silencio hasta que el monje volvió a dirigir su vista a la pequeña criatura.
—Está escrito, toda civilización tiene su final, como lo tuvieron los Incas y Mayas. —La luz, llamada Cristal, se mantuvo en silencio reflexionando las palabras recién mencionadas por el monje. Era fácil decirlo, pero las luces eran nobles y protectoras. Siempre que pudieran hacer algo, lo harían, a pesar de que les costara su propia vida.
—¿No intervendrás? —insistió la criatura, si es que se le podía decir así. El monje negó con suma tranquilidad. Cristal se movió quedando en frente de éste, murmuró un suave "adiós" y desapareció.
Richard y Ana ya llevaban unas cuantas horas analizando el papiro, lo trataban con la mayor delicadeza posible para evitar daños. El papel estaba en blanco, o más bien amarillo por la vejez, parecía nunca haber tenido tinta alguna sobre su superficie. Las esperanzas de descubrir algo se iban desvaneciendo tal como las hojas de un árbol caído.
—¿Y si probamos con luz infrarroja? —propuso Ana ya sin posibilidades. Richard rodó los ojos.
—Ya lo hicimos unas diez veces, Ana. Debe haber otra cosa. —Ana lo miró con una sonrisa picara, éste la observó con un gesto de confusión y una ceja alzada—. ¿Qué?
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Los pilares de la magia
FantasyMilenarias guerras, rencores forjados durante eones y pérdidas que nunca se olvidan. Todo esto los hace incapaces de actuar en conjunto, pero el surgimiento de una nueva amenaza y la misión de un joven lo cambiarán todo. O se unen contra un enemigo...