Capítulo 8: El comienzo.
El sol ya se había ocultado totalmente hace varias horas. Las amplias copas de los árboles impedían el paso del apenas perceptible brillo de la luna.
Un joven huía a toda prisa. Aunque su cuerpo brillase levemente, correr en un bosque a oscuras era complejo, y más con una herida mortal. Solo una fina capa de luz evitaba el desangrado, pero no la totalidad del dolor. Aunque era tolerable, no dejaba de afectarle.
«¡Hacia la derecha! —escuchó en su cabeza—. Si paras, moriremos ambos».
Un fuerte aullido se escuchó a su espalda. De esos que te congelan la sangre y te quitan el habla por varios minutos. A una distancia aún prudente, borrosas sombras se veían hacer zigzag entre los árboles.
Llevaba horas corriendo de aquellas criaturas, y si no fuera por el aura en la que estaba envuelto, estaba seguro de que sus músculos y pulmones ya habrían explotado.
El joven sintió que era su final cuando vio un profundo acantilado cerrando el camino. A su alrededor no parecía crecer mucha vegetación, pero si viejas raíces asomaban de las paredes. Ya estaba exhausto, incluso sintió el impulso de acostarse en el suelo, y esperar su inminente final.
«¡Sigue! —volvió a hablar la voz—. Salta, confía en mí».
No dijo más. La decisión estaba en el muchacho, no en ella. Si él saltaba, ella lo salvaría. Si no, sería el final de ambos. Las sombras no suelen perdonar cuando se está en presencia de luz.
El joven paró a unos cien metros del acantilado. Giró su cabeza hacia atrás y observó con desconfianza. Las sombras se aproximaban más y más, y el miedo con ellas; aún así, ignoró todo. Miró hacia delante y corrió hacia el abismo. Dudaba, pero no tenía otra opción.
A unos centímetros del borde, apoyó el pie izquierdo y se impulsó con fuerza. Al principio solo fue un simple salto de un metro y poco, pero después se alargó al doble, y así siguió creciendo. Los rayos de la luna parecían curvarse y dirigirse hacia el joven, impulsándolo con fuerza hacia el otro borde.
A la vez que avanzaba, notaba como el brillo a su alrededor se reducía. La voz ya no hablaba, solo se mantenía en silencio. Le fue imposible no notar como se debilitaba.
Tan solo necesitó murmurar un «detente» para que el impulso cesara. Los rayos de la luna volvieron a enfocarse en las copas de los árboles, y la luz a su alrededor volvió a tomar fuerza.
Sin dudas había roto varios récords de salto, pero aún así no logró llegar a la meta. Chocó contra el borde del precipicio y se deslizó hacia abajo. Una raíz que sobresalía evitó que cayese, pero quedó en precarias condiciones. Y lo peor fue que la herida se había vuelto a abrir.
Los aullidos y quejidos de las sombras se escuchaban desde el otro lado. Algunos intentaban saltar, pero la mayoría llegaba a la mitad y caía. Uno incluso llegó al borde contrario, donde se encontraba el joven, y al no encontrar un lugar en el que sostenerse, también cayó.
El muchacho movió su mano con dificultad. El cuerpo le pesaba, y la cabeza le dolía terriblemente. De todas formas, solo era apenas dos metros para llegar a una superficie estable y poder seguir su recorrido. Según la voz de su cabeza, había un lugar seguro donde las sombras no podían llegar.
«Lo siento por eso. Necesitaba energía... —murmuró la voz—. Te sentirás débil por un momento».
—No importa... —contestó el joven, tapando con su mano la herida. La ropa con sangre reseca se había vuelto a humedecer—. Solo que es raro que alguien te quite la energía desde dentro y tú no sepas quién es.
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Los pilares de la magia
FantasyMilenarias guerras, rencores forjados durante eones y pérdidas que nunca se olvidan. Todo esto los hace incapaces de actuar en conjunto, pero el surgimiento de una nueva amenaza y la misión de un joven lo cambiarán todo. O se unen contra un enemigo...