Capítulo 5: Nuevas Experiencias.

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Me encuentro en un pasillo lleno de ladrillos, de cuadros viejos y cortinas color carmín; veo a una chica de espaldas que esta hablando con alguien, pero no logro ver de quién se trata.

Parecen no haber notado mi presencia, así que me acerqué y logré oír un fragmento de la conversación.

—Déjame cuidarte, déjame ser tu guía hasta la eternidad. Mientras yo viva prometo dar hasta la vida por tu bienestar, haré lo que me ordenes, pues lo que tu quieras yo lo querré también amada .... oh mi dulce ....

La sensación de algo traspasarme me dejó sin aliento.

Abrí los ojos y con lo primero que me topé fue con mi madre, estaba sentada en el mueble cerca de la ventana profundamente dormida.

«Seguro ha estado aquí desde que me desmaye.» Pensé.

Una vaga imagen de un hombre arrodillado invadió mi mente.

—Mi sueño... Recordé mi sueño. —Susurré al darme cuenta. —¿Quién era la chica?

—¡Julieth! —Gritó con entusiasmo mi madre, quién se levantó rápidamente y se sentó a un lado de mi cama. —Hija, me tenias tan preocupada. —Me rodeó con sus brazos en un cálido abrazo y me dio un beso en la mejilla.

—Lo siento mamá no quise despertarte, ¿Dónde están todos? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Mi niña, que gusto que despertaras tú. —Musitó. —Estuviste inconsciente como hora y media. —Confirmó al mismo tiempo que su mano cuán pétalo de flor me acariciaba la mejilla.

Estaba actuando tan extraña. ¿Le sorprendió tanto que me desmayara?

—No sé que me paso, de pronto sentí una punzada en mi cabeza muy fuerte y constante. —Intenté explicar.

—Mañana iremos al doctor. —Informó.

—Pero mamá, mañana viene Laura y...

—Que venga con nosotros entonces, pero tienes que ir hija. Es por tu bien. —Me interrumpió aplacando de inmediato mi berrinche.

—Pero...

—Pero nada. —Gruñó

—Esta bien. —Suspiré.

—Esa es mi niña. —Me dio un beso en la frente. —Bajaré a decirle a todos que estas bien.

—¿Todos? —Repliqué confundida.

—Si, los Whitman aún siguen abajo. Quedaron muy preocupados.

—¿Preocupados? —
Refuté incrédula de haber escuchado aquello, pero mi madre ya se había ido.

La pregunta no la hice por el señor o la señora Whitman, sino por Salomón.

¿Realmente estará preocupado?

—Y que me importa a mi si esta o no esta preocupado en primer lugar. —Me dije a mi misma, pero en el fondo la simple idea me resultaba agradable.

Por alguna extraña razón quería que se preocupara.

El chirriar de mi puerta me salvo de ahogarme en mis pensamientos. Raimundo asomó la mitad de su cuerpo como si esperase mi permiso para entrar. Asentí en aprobación.

—Hermanita. —Dijo al entrar con Jorge y Salomón.

—¿Qué hace él aquí? —Inquirí con recelo al observar al intruso en mi zona.

—Oigan, no empiecen a pelear ¿Si?, acabas de desmayarte Julieth ten en cuenta eso. No busques peleas, no en el estado en el que te encuentras.— Dijo Jorge, a decir verdad era la primera vez que lo había escuchado tan firme al dirigirme la palabra.

Daevas 2: El Caballero de la Rosa Negra. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora