Capitulo 19

178 48 2
                                    

— ¿Cómo es posible que James sea mi prometido? Es tan distante conmigo.

— Es por la razón que te acabo de decir. El te amaba mucho Julieth y tu a él.

No dije ni una sola palabra, no sabía como reaccionar. 

— Incluso aunque no lo recuerdes, él te sigue amando y no planea dejarte en bandeja de plata para Salomón.

— No me lo nombres, ¿De acuerdo? — Le dedique una mirada fulminante a Abraham. — ¿Por que justamente él tenía que ser mi caballero? Es que no había otros para el puesto ¿O qué?

— Bueno, es que eso no lo elige uno.

— ¿Cómo que no? — No podía esconder mi curiosidad.

— Debe haber un vínculo previo, no puedes solo ir por la calle y decir, este me agrada, este será mi caballero.

En realidad creí que así funcionaba.

— ¿Por qué no? — Gruñí. — ¿Qué clase de vínculo tan especial debe ser?

— ¿Recuerdas cuando, te dije el primer día que te conocí, que no sabía como pero me sentía atraído de cierta forma por ti? ¿Que me causabas curiosidad? — Asentí. — Bien, eso no ocurre muy a menudo, los días después a ese primer encuentro, todas las noches soñaba contigo, me sentía con ansiedad porque no sabía que habría sido de ti. Estaba, preocupado.

Ahora entiendo, es por eso que vi en los ojos de la Julieth de 1928 ese cambio tan repentino.

— ¿Yo me di cuenta de eso? ¿Por eso te pregunte si te interesaba la inmortalidad?

— Exactamente. Tu ya sabías que yo sería tu caballero.

— ¿Y si no me agradabas? ¿Igual tenías que serlo?

— No. Todo eso depende únicamente de ti, aunque de no haberme aceptado hubiese seguido con ansiedad.

— ¿Ya he rechazado a alguien?

— Unos tres nada más.

Eso es mucho... No podía imaginarme tres personas, con una ansiedad eterna solo porque no los acepte.

— No te preocupes es algo con lo que se puede vivir. — Dijo dándose cuenta de mi preocupación.

— ¿Dónde esta Dimitri?

— Mañana llegaremos a Rusia, Dimitri fue hace tres días para darle una vuelta y asegurarnos de si hay o no hay Daevas. Pero por seguridad esperaremos hasta la mañana.

— ¿La mañana? ¿Por que?

— Las Daevas son débiles a los rayos del sol.

Iba a preguntar entonces porque no nos afecta a nosotros cuando Abraham se apresuró a decirme.

— A ti no te afecta porque eres la princesa y a nosotros tampoco porque somos caballeros.

Ahora todo tiene más sentido, es decir, que la Daeva que me ataco en la tormenta de nieve es una Daeva ordinaria.

Seguí hablando con Abraham un rato y después me dirigí a la sala de entrenamiento, vi a los muchachos. Se veían diferentes, Jorge había sacado más músculos, Raimundo se veía ágil y Charlotte se veía menos superficial. Ahora estaban vestidos como los demás, de negro y con armas.

— ¡Julieth! — Grito Jorge mientras a trote lento se dirigía a mi dirección.

— Wow, ¿Dónde quedo mi amigo Jorge el tímido? Te ves diferente.

Daevas 2: El Caballero de la Rosa Negra. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora