Capitulo 23

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Al caer rodé por la fría y blanca nieve, minutos que me parecieron eternos.

Cuando me detuve, trate de arrastrarme por la nieve, pero el caído me agarro de las piernas.

— Si me haces esto difigcil te pagtigue una piegna. — Dijo mientras me daba la vuelta y se colocaba encima de mi. —
Es una lástima, eges muy hegmosa.

Una de sus manos me rodeaba el cuello, la otra sostenía una daga blanca con detalles dorados, su filo tenía una brillante luz azul que la cubría.

Una segunda daga de plata se abrió pasó por la espesa y blanca nieve clavándose en el hombro del caído, se levantó y se llevo las manos a la herida.

James de abalanzo contra el y rasgo una de sus oscuras alas negras.

— Aunque me mates otrgos vegdran pog ella. —Advirtió jadeante

— ¿Quienes y para qué la quieren?

— Su cabeza tiegne pregcio caballego, uno cada día más cago. Tu hegmana si que es cagiñosa cuando se tagta de buscagte. — Me miro con ojos fríos y maléficos.

— Felicidades, ella te verá muy pronto de camino al infierno. — James paso sus manos por las alas del ángel caído que inmediatamente empezaron a arder.

James camino hacia mi y me abrazo, apartando mi vista de la trágica escena, sólo podía oír los gritos desgarradores del caído.

— Tengo que sacarte de esta zona. Si lo que dijo es cierto, no es seguro tenerte aquí. — Me ayudo a levantarme, se sacó su abrigo y me lo coloco.

— ¿Que puede ofrecer Julianna por mi cabeza? — Pregunte mientras seguía a James por el bosque.

— Todo. Almas, cuerpos para poseer, dominios de tierras en el inframundo. En realidad, es difícil saberlo.

— La daga que tenía, su filo tenía una luz azul.

— Lo sé. — James se detuvo en seco y se volteo hacia mi. — Escúchame bien Julieth, no hay nadie con el poder suficiente para matarte a excepción de Julianna, esa daga tenía una porción de su aura, lo suficiente para dejarte indefensa y darle tiempo a tu atacante de llevarte con ella. Y si es capaz de hacer eso, quiere decir que su poder se ha estado incrementado.

El ambiente de puso pesado, la luna azul se volvió cada vez más brillante. Mi pecho latía muy rápido. James me agarro de la mano y con sólo mirarlo supe lo que quería decir. Debíamos correr.

James era muy veloz y me costaba seguirle el paso, el se dio cuenta de esto, con una mano me alzo, me cargo en su espalda y seguimos corriendo.

Llegamos a un inmenso árbol con un pequeño orificio en su interior escondido por unos arbustos llenos de nieve. James los aparto y me escondió en el.

— ¡No! James, ¿Que demonios haces?

— Alguien los debe distraer, y como tu caballero ese debo ser yo.

— No James, por favor. Aquí podemos quedarnos los dos y pesar un plan. No me dejes James.

— Te protegeré hasta el último segundo de mi vida. No dejare que nadie te haga dañó. Te traje tu espada, quédate oculta aquí, volveré por ti. — Dijo limpiando las lágrimas de mis mejillas heladas, no me había dado cuenta de que estaba llorando. — Si no vuelvo para el amanecer, encuentra los carriles del tren y cruzalos y sigue derecho no estamos tan lejos de la casa Herczog.

— Pero James....

— Prometelo.

– Lo... Lo prometo. — Vacile.

— Estaré siempre contigo. — Me beso en la frente.

Un ruido me despertó, mire a mi alrededor y me desilusione al darme cuenta que era real, que no había sido un sueño el hecho de que James se uso asimismo como carnada. Aparte levemente algunas ramas que tapaban la entrada al tronco y vi dos caídos que se me hicieron familiar. No había duda eran Asael y Samuel.

Vacile un poco, el caído había dicho que mi cabeza tenía un precio uno que crecía cada día más. Pero James confiaba en ellos así que agarré firmemente mi espada y con un gran suspiro fui hacia ellos.

— Asael, Samuel. — Llame dudosa.

— Aquí estas. ¿Sabes cuanto tiempo nos llevo buscarte? — Reclamó Asael.

— Si, nos tomó un siglo descifrar el acertijo de James para encontrarte.

— ¿James? ¿Dónde esta? — Pregunte sobresaltada.

— No los encontramos de camino, nos dijo en clave que debíamos encontrarte, si se enteran que los estamos ayudando nuestros traseros arderán en el infierno, desde ese entonces no sabemos nada de el. Se corrió la voz de que estas por esta zona, cariño tu cabeza es más cara que la de un arcángel. — Bromeo Asael.

— El día que los visitamos en el barco James nos solicito que si Julianna algún día recurría a nuestros lados para encontrarte, nosotros debíamos llevarte con los otros caballeros.

— En este momento nuevas profecías están siendo cantadas, pero ninguna tiene pies ni cabeza.  — Explico Asael.

— No entiendo. — Confesé.

— Lo que Asael quiere decir, es que ninguna tiene un final definido. Julieth desde este momento y por primera vez en décadas, cada decisión que tomes, cada pensamiento que pase por tu mente puede cambiar notoriamente el rumbo de esta eterna guerra entre hermanas.

Daevas 2: El Caballero de la Rosa Negra. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora