Capítulo 16: Lluvia de Estrellas

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24 Abril

Te escribo desde mi antigua habitación ya por fin. Charlotte tenía razón, mi actuación fue impecable y me han bajado del módulo de alta seguridad. Ayer, tras mi sesión, me dejaron ducharme y coger mis cosas, o sea a ti, que es lo único de valor que me queda en este mundo, y volví a mi habitación. Hoy en mi día libre, he podido salir al patio junto a los demás. Todavía no puedo comer con ellos, porque piensan que tengo que ir adaptándome, pero no me importa porque merece la pena. He conocido a Wesley. Él está internado en la habitación 223, y yo estoy una planta más abajo, en la 105. 

Me ha llamado la atención que llevase una camisa de fuerza y sus heridas, normalmente a los que están heridos no les dejan salir, y la curiosidad me ha incitado a saber de su historia. Para mi sorpresa, y al estar en este lugar, sigue bastante cuerdo, y he podido hablaro con él y conocerle como si estuviésemos fuera de aquí, en lugar de entre locos e internos. 

Wesley está aquí por una tendencia suicida, sufre una grave depresión que le incita a autolesionarse y ha intentado quitarse la vida en múltiples ocasiones. Secuestraron y violaron a su hija de apenas seis años y dejaron su cuerpo desmembrado colgando de los árboles de su jardín. Fue su mujer quién lo internó aquí. A ella no le afectó tanto porque, según él, estaba embarazada de otro y pensaba abandonarle. 

Se casaron porque tuvieron una aventura, ella lo sedujo para quedarse embarazada y obligarlo a casarse ya que su familia pasaba por un apuro económico. Nunca lo soportó ni a él ni a Alice, por eso se encamaba con otros, y él lo sabía, pero no le importaba, él tampoco la quería. Se quedó junto a ella porque se enamoró de aquel bebé en cuanto le vio la carita, era un ángel. En esa fracción de segundo había comprendido lo que era el amor paternal con tan solo 22 años. Pero el cuento de hadas se acabó, y toda la felicidad se esfumó junto a sus ganas de vivir.  

 Él es, junto a mí, otro cuerpo errante que busca liberarse de la carga de su cuerpo porque su verdadero amor está esperando allí arriba. Él es lo que llevo buscando, ese aliado que necesito. Juntos encontraremos el descanso que buscamos y necesitamos en la muerte. 

Nos complementamos en nuestra desgracia, y somos felices de algún modo al comprender que tenemos a alguien que desea de igual manera acabar con su vida. 

Parece que por fin ha entrado la primavera, el frío ya se ha ido al fin y la temperatura es soportable, no hay viento, ni calor, es como si las estaciones se hubiesen parado, pero se siente agradable, una vuelta a los atardeceres de verano con Jacs, viendo el inmenso manto de estrellas que cubría el cielo, como si se vistiese de sus mejores galas solo para que nosotros pudiésemos observarlo. 

Se aproxima una lluvia de estrellas, las manda Jaqueline para recordarme que ella sigue ahí esperándome, que me pare a mirar la infinidad del cielo tan brillante y resplandeciente, que ese será mi hogar cuando consiga unirme a ella. 

Con un poco de suerte me dejarán al descubierto la ventana por completo y podré contemplarla desde mi habitación. Se lo diré a Wesley, le reconfortará saber que su ángel ha ido a parar a un hermoso lugar, y podrá contemplarlo con sus propios ojos. Tal vez le sirva de consuelo, o tal vez lo anime para desear estar ahí con ella en un sitio tan bello cuanto antes. Sea cual sea el resultado, ambos tenemos el mismo fin, y encontraremos la manera de completarlo juntos. 

Oh Diario, los retratos de Jaqueline seguían intactos bajo el hambriento colchón. Su imagen grabada en mi retina estaba acertada, ella sigue siendo tal y como yo la recordaba, pese a haber pasado tanto tiempo sin poder observarla y con las medicinas nublándome el juicio.

 A veces me gustaría haberla fotografiado más, así podría recordar eternamente qué es lo que hace que fuese capaz de todo por ella, incluso querer quitarme la vida, pero luego recuerdo que no es posible, porque sólo saldría ella en la foto, porque las fotografías son eso, vacías, una imagen de un momento concreto sin capacidad de captar la esencia del momento. Porque es imposible fotografiar una sonrisa, y no hablo del movimiento muscular facial que articulamos sino el sentimiento que nos hace sonreír. No podemos fotografiar la inocencia, el amor o cualquier otro sentimiento, podemos fotografiar lo que provocan, lo que los caracteriza, pero no se puede fotografiar lo que son. 

La solución de este problema es simple, no se puede capturar lo que nos hace ser nosotros, porque entonces dejaríamos de estar vivos, y por supuesto no hablo de un corazón palpitante sino vivos de verdad, emanantes de sensaciones incapturables. Pero para eso están los recuerdos.
Los recuerdos tampoco guardan toda la viveza del momento, pues se deterioran con el paso del tiempo y la imparable llegada de nuevos recuerdos, pero son los responsables de hacer renacer mínimamente la llama que desprendemos y que una cámara no puede captar al observar una fotografía.
Por eso mismo, me gustaba observarla y nunca me hubiese cansado de hacerlo.  

Es cierto que aprecias mucho más las cosas cuando no están, pero yo sí supe valorar su valor, porque no la miraba con los ojos ni la juzgaba con la razón, sino que la admiraba desde lo más profundo del corazón. Toda ella era una interminable poesía primaveral, musical y armoniosa en sí sola. 

Diario, lamento comunicarte que no sé con cuanta frecuencia voy a poder escribirte, ya no me voy a pasar los días encerrado, solo con mis divagaciones, en silencio y sin más compañía que tú. Ahora todo ha cambiado, y deberás entender que si quiero completar mi misión no me puedo quedar aquí quejándome de lo desgraciado que soy siguiendo vivo, no, tengo que salir y encontrar la forma de morir. No temas, te seguiré escribiendo, tan solo va a aumentar el tiempo. Si tengo éxito, esta será una de la pocas páginas que me quedarán por escribirte. 

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora