Capítulo 18: sentencia

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6 Mayo

Este dolor martilleante es inhumano, todo retumba en mi cabeza, apenas puedo mantenerme erguido, pero una promesa es una promesa y aquí estoy, Diario, escribiéndote como cada semana. 

Todo gira incesantemente, estoy perdiendo las fuerzas, mi tez se ha tornado pálida y ojerosa. Ojalá sea esta ya mi hora, la que tanto ansío. De andar nos olvidamos, nada está en su sitio, todo gira sin cesar. Tumbado en la cama siento que floto, que estoy en una nube, lo más probable sea que Jacs ha vuelto a bajar desde los cielos para mecerme entre los delirios de la fiebre. 

Debo confesarte algo, Diario, te escribo ahora no desde mi habitación, como de costumbre, sino desde la camilla de la enfermería. Algo terrible me ha sucedido, por culpa de mi flaqueza y mis vahídos, cuando he salido a pedirle a algún enfermero algún analgésico contra mi malestar, me he derrumbado, he perdido el sentido,y aquí me he despertado. De eso hará ya un par de horas, el doctor Adams ha venido a ver qué tal estaba, y le he pedido que me trajese el cuaderno ya que suponía que iba a estar aquí un tiempo. Diario, mi salud ha empeorado considerablemente, no saben qué tengo, pero mis piernas están fallando, no puedo mantenerme en pie por mucho tiempo, y no parece que vaya a mejorar. 

Me estoy consumiendo como una cerilla, pero que se mantendrá candente pese a no tener mecha ni combustible que pueda alimentar su llama, ni nada que la apague, seguirá ahí, demacrado, un despojo a la espera de su hora final. 

Según las evidencias médicas, sea cual sea mi enfermedad, está bajando mi densidad muscular, mis piernas no pueden mantener el peso de mi cuerpo, tengo altas fiebres que me provocan desmayos, y al caer está mañana se ha producido una pequeña lesión medular, aunque es bastante superficial, ha dañado ligeramente la columna y no me favorece en este estado de flaqueza en el que me encuentro ahora mismo. Diario, ¿qué pecados cometí en otra vida para merecer tanta desdicha? He perdido el 75% de la capacidad motora en las piernas, estoy sentenciado a la silla de ruedas. 

Soy un alma encerrada en su cascarón que por más grietas que tiene no acaba por romperse para que pueda salir, para que pueda renacer y empezar a vivir. ¿Por qué tanto temor a la muerte? Forma parte de nosotros, del ciclo de la vida, hay que dejar este mundo para poder elevarnos a otro. Nadie sabe qué deparará, pero debe ser como un sueño eterno, pues los únicos que sufren son los que siguen despiertos. La muerte no nos arrebata a nadie, somos nosotros los egoístas que pensamos que podemos atribuirle a las personas un valor y una propiedad: mi hijo, mi esposa, mi padre... Posesivizamos a las almas pues están dentro de materia, pero somos etéreos, libres, volátiles y precisamos de la muerte para escapar. Es por eso que no quiero que nadie llore mi muerte, sino que celebre mi ascenso y mi reencuentro con mi amada. 

Los médicos dicen que estoy avanzando mucho con el tratamiento, que ya no les hablo de Jacs, que he aceptado que no existe. Pobres ingenuos, se dejan engañar con mis palabras tergiversadas, basta con afirmar que ella no está, que se ha ido, que forma parte del pasado, para darles a entender que ya no creo en su existencia. 

A lo largo de esta semana, y a causa de mi enfermedad, han cambiado los shocks por pastillas, pues temen que con tan baja salud me duerman y ya no vuelva a despertar, y por supuesto, ellos dejarían de sangrar a mi "pobre e inocente" familia. No les interesa que yo me suicide, soy una fuente de ingresos que, además, últimamente no les está dando muchos dolores de cabeza.  

Wesley viene a visitarme cuando no hay nadie por aquí, él debe estar vigilado en todo momento pese a tener el privilegio de salir al patio. Se escapa diciendo que no le apetece ir a terapia y que se quedará en la habitación o fingiendo un malestar para poder venir a la enfermería a verme. Tampoco se está aquí tan mal, no es la tranquilidad y la intimidad de mi habitación pero estoy atendido en todo momento, me tienen bastante sedado si empiezo a padecer de algo y solo les he pedido mantenerme cuerdo unas horas para poder escribirte aunque tenga que sentir en su total intensidad todo lo que me ahoga. 

Estar sedado se debe parecer bastante a cuando estoy en coma, solo que estoy más receptivo del entorno. Es un viaje dentro de mi mente, divagando en un entorno placentero e indoloro. Todo se torna aterciopelado y yo acostado en una nube desplazándose por los cielos, surcando todos los mares mientras una tenue luz me mantiene tibio. Todo desaparece, me tengo que tomar infinidad de pastillas, y verme así asusta a Charlotte, pues no ha vuelto a aparecer. De seguro que ella sigue allí, en mi habitación, esperándome para recibirme, para poder susurrarme al oído la nana que mi hermana solía cantarme de niño. Pero cada vez que le pido a algún enfermero que vaya a mi habitación a comprobar si hay una mariposa se creen que sigo bajo los efectos de alguna de las drogas que me han inyectado y no me creen. ¡Necios!

Ha llegado ya la primavera aquí, las noches ya no son tan gélidas, y será la primera vez que no vaya a ver a los almendros en flor. Todo aquí es gris y lleno de amargura, repleto de los seres que me atormentaban de niño en mis pesadillas. Mi infancia... Cuántos recuerdos... Resulta gracioso que hiciese mirar debajo de la cama a mi padre para comprobar que no hubiesen monstruos, cuando los verdaderos eran los que me arropaban cada noche. 

Pero todos nos dejamos influenciar, somos bondadosos y confiamos, somos como el mar, un mar de cristal, por sí solos somos mansos, sin color, pero no podemos evitar dejarnos influenciar por el cielo o el viento, y convertirnos en algo temeroso si éstos están tormentosos, y yo no supe darme cuenta del engaño, no supe romper el cristal sin acabar por cortarme yo. 

Aunque, ¿qué sería de nosotros sin nuestra historia? Nuestro presente se ha construido con los errores del pasado, es lo que tenemos que cargar porque es lo que nos define, pero no hay que avergonzarse del pasado, gracias a él hemos podido abrir los ojos, no hay razón para querer cambiarlo porque, tal vez, si hubiésemos hecho las cosas de otro modo, tal vez, seguiríamos ciegos, ajenos a todo, con una venda ya no en los ojos, sino en la mente. 

Ahora ya si me disculpas, Diario, los dolores han llegado a su esplendor, y debo renunciar a mi lucidez para poder calmarlos, nos veremos, como siempre, el viernes. Que dios o quién haya ahí arriba se apiade de mí y me envíe la luz, o la herramienta para poder acabar con todo esto de una vez. 

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora