Capítulo 22: La Decisión

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2 de Junio

Querido Diario, llevo tiempo sin saber muy bien quién soy, a dónde pertenezco, nada me ata a esta vida, entonces ¿por qué me aterra tanto dejarla atrás? Viví mis dos primeras décadas de vida en un feliz engaño, o eso creía, no podía saber lo que me esperaba, y la primera ficha de dominó que desencadenó la tormenta fue descubrir aquel matrimonio concertado. En mi inocencia no conocía el verdadero significado del amor, no era un romántico ni un sentimental, pero no quería estar sometido a la tradición de que ya desde mi nacimiento se hiciesen negocios con mi vida, desposándome con una completa desconocida para cerrar un negocio como si fuese una mercancía. Porque así es vivir, llegamos sin imaginarlo, sin pedirlo, no es nuestra voluntad la de estar en este mundo, en este infierno. Pero aquí estamos, aquí pertenecemos, y es tan efímera nuestra presencia, parecen apenas dos días desde nuestras primeras palabras. ¿Qué es nuestra existencia si en apenas segundos segundos podemos dejar de existir? Llevo meses aquí encerrado y sin embargo está tan presente ese día en el que anunciaron mi casamiento. ¡Necios! No comprenden el amor, pero ¿quién lo hace? Somos esclavos de la sociedad al fin y al cabo, tenemos miedo a la soledad. Pero un día nada más importará porque nada seremos, nuestra tez perderá su color, el brillo de nuestros ojos se apagará con la amargura de la vida, nos marchitaremos como cualquier flor por espinosa o bella que fue lo hizo, todo nuestro ser se deformará, y no quedarán rastros de aquel niño que fuimos y que un día con todo su ser sonrió. La pureza de nuestra alma no perdura, se ve ahogada por la falta de humanidad. Un día estaremos postrados en un lecho, a la espera de ser redimidos de nuestras maldades ante un todopoderoso que hemos creado nosotros mismos como salvación del alma en otra vida ya que no somos capaces de hacerlo bien en ésta, que tiene tanto veneno que es imposible no intoxicarse. 

No somos conscientes del paso del tiempo, nos parece que ha pasado una eternidad desde el descubrimiento del fuego, pero también nos parece eterna una noche de insomnio, ¿cuál es nuestra percepción del tiempo pues? Eso es lo que somos, un manojo de incertidumbre y desconocimiento. ¿Acaso podemos distinguir la realidad? No, pero no importa, nos gusta vivir engañados, somos adictos a la mentira, en especial de las nuestras, nos creemos lo que pensamos que nos hará feliz. Nos molesta que nos despierten de ese sueño, porque nos damos cuenta de cuanto despreciamos lo que ya tenemos, porque somos insaciables, y aún así nos conformamos con lo que tenemos. Queremos nuestro "cuento de hadas" y nos cegamos de las imperfecciones de nuestra vida para creerlo, pero no somos verdaderamente felices. Ni siquiera sabemos si algún día llegaremos a comprender qué es la felicidad, puede que cuando la alcancemos la identifiquemos, o tal vez lo hagamos cuando la hayamos perdido. 

Yo creía que era feliz, que tenía una vida feliz solo porque parecía sencilla y acomodada, no había gran cosa para preocuparse, el dinero desde luego no era un problema, pero mi mundo se desmoronó, me enfrenté a la realidad, y todo se esfumó, aun así, prefería esa amargura a una felicidad entre engaños. No fue hasta que conocí a Jaqueline que supe que no había sido feliz, pero con ella todo eso cambió, era más felicidad de la que podía contener en mi cuerpo. Y es que con ella no pasaban las horas, el tiempo se detenía y en cambio, luego se sentían tan fugaces nuestros encuentros... Pero así de engañoso y burlesco es el tiempo. Es curiosa la extraña percepción que tenemos de él, concebimos que lo único real es el presente, pero los primeros versos que acabas de leer ya los dejaste atrás. El presente es la más fugaz concepción del tiempo. Una carrera contrarreloj, eso es lo que es, y nuestro único adversario somos nosotros mismos porque lo que nos espera en la meta es la muerte. Entonces, ¿por qué corremos? Porque solo podemos avanzar, empezamos esta carrera en el mismo instante en el que se crea la vida, y aún cuando nuestra carrera haya cesado siempre quedarán corredores. Cuando dan el pistoletazo de salida solo puedes echar a correr porque el pasado desaparece, va desapareciendo a tus pies como un puente que se derrumba grano a grano de arena, y no hay vuelta atrás. Somos participantes del juego de la vida,al fin y al cabo solo somos marionetas, los peones, piezas sin valor fácilmente manipuladas y controladas de forma masiva. Así que, ¿qué sentido tiene ser un jugador más? Acabar la partida supondría un descanso para mis carceleros, para los que durante años "velaron" mi sueño, y sobretodo un descanso para mí, lo he sopesado mucho pese a creer tenerlo tan claro, ¿qué me ancla este pesadumbroso mundo cuando mi descanso y felicidad está en el ascenso? Allí me reuniría con Charlotte, con Jaqueline... Incluso Wesley emprendería ese viaje conmigo, nada nos retiene aquí, es hora de soltar el lastre de nuestro cuerpo para que se alcen las almas. ¿Cuándo? Cuando reúna la valentía y me pueda ir sin pesar, haré llamar a un confesor, para que transmita mi mensaje. No creo en un dios, solo ha sido usado como excusa para arrebatar miles de vidas, una invención humana, un cobijo, una esperanza para aquellos con el alma corroída que buscaron una excusa para expiar sus malas acciones y borrar su mala conciencia por confesar a una estatua de madera las maldades que cometieron, como si así pudiesen volver atrás. Y entonces, ¿para qué llamar a un confesor te preguntarás, Diario? Porque en el fondo de mi herido corazón, quiero o más bien albergo la esperanza de que esa acción remueva la zozobra, o al menos una punzada de remordimientos en las entrañas de mis parientes que me condenaron aquí hasta el fin de mis días, que lo presagien, que deduzcan que el mal se avecina y con él mi final. Lo único que lamentaré tras mi muerte es no poder presenciar sus rostros al ver mi cuerpo inerte y frío, tal vez ahí se den cuenta de todo el mal que han causado. Culparán a los carceleros, a los doctores, por negligencia, por incautos, por inútiles, pero así somos, ¿no? Siempre buscamos quitarnos la culpa, o bien que nos la quite Dios, o bien culpando a los demás. Tal vez si empezásemos a entonar el "mea culpa" el mundo cambiaría, y no estaría regido por una panda de cobardes hipócritas. Yo soy el primero que ha cometido errores, de joven más que nada, por cegarme y dejarme embaucar con sus mentiras mientras todo a mi alrededor se derrumbaba. Pero no se puede vivir de recuerdos y remordimientos, la pregunta es si se puede vivir en un mundo como este, no habría tomado la decisión de pasar a mejor vida si no lo creyese así. Porque es cierto, no se puede remediar el pasado, hay que cargar con los hechos, solo podemos afrontar nuestros miedos para ser libres, aunque sea de nosotros mismos, porque la sociedad ya nos tiene cautivos. 

Jaqueline, sé que con mi miedo a abandonar este mundo te estoy fallando, y me estoy fallando a mi mismo, pero hace tiempo que dejé de ser yo mismo, y tengo que encontrarme para poder irme. Ruego que me perdones, mi amor, pronto estaremos juntos, en mi hambriento colchón se encuentra el elixir de la muerte, la dulce amargura que nos volverá a reunir. No temas, que por mucho que me aferre a la vida, ella misma está más muerta que viva, y todos dejamos atrás este mundo, tarde o temprano. 


*Nota de Autora:

Quería agradecer a todos mis lectores el simple hecho de que se molesten y comenten o hojeen mi historia, hace ya casi dos años que la empecé, y aunque progresa despacio, son las visitas y los comentarios los que me recuerdan por qué escribo, y es que quiero compartir con todos lo que pasa de vez en cuando por mi mente, vosotros me animáis a que siga escribiendo, de vedad, muchas gracias.* 

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora