Capítulo 19: Bandera blanca

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13 Mayo

Querido diario, a lo largo de mi estancia en la enfermería y tras este período de todavía más penurias, he tenido tiempo para reflexionar. Puede que esto sea una dura batalla, la que me queda por librar, pero no me pienso rendir, no pienso alzar la bandera blanca. 

Mañana, tras esta dura semana en la enfermería, volveré a mi habitación. Esta ha sido tan solo otra piedra más que me golpea sin matarme, pero alguna de estas será la definitiva. 

Durante todas estas noches en vilo cuando se pasaban los efectos de los sedantes me venía a la mente la amargura de la soledad. Me he dado cuenta de lo vacío que es el amor pensado, sí, ese amor que pensamos sentir cuando apenas somos unos chiquillos, buscamos la manera de razonar nuestro comportamiento para encontrar a alguien de intereses similares que no nos termine de desagradar para formar parte de ese colectivo, por eso muchas relaciones no prosperan, no florecen. Algunos pocos privilegiados encuentran el tesoro más preciado bastante pronto, otros sin embargo no lo llegan a encontrar nunca y simplemente se engañan sin darse cuenta obligándose a querer a la pareja que han elegido. 

Yo formé parte de aquellos privilegiados que encontraron el significado del amor y a pesar de ser lo que más dolor me ha provocado no me arrepiento para nada. Verás, Diario, todos aquellos que nunca han amado no soportan quedarse fuera del idílico colectivo, por eso se dejan corromper por la avaricia, el egoísmo, y la sed de destrucción de la felicidad ajena. 

Tengo  ganas de volver ya a mi habitación, volver a ver a salir al patio a respirar un poco de aire fresco mezclado con el polvo del hormigón puesto que es lo más parecido a estar fuera, y ver a Wesley, porque aunque ha venido a verme cuando podía escaparse fingiendo algún ligero malestar para poder pasarse por la enfermería lo hacía por breves instantes para evitar que lo descubrieran, pero sobretodo a Charlotte y sus nanas susurradas en la noche que me acunan y me alientan a seguir luchando, a seguir aguantando para reunirme con ellas para mostrarme que ellas allí me están esperando. 

Mi estimada Jaqueline, ¿qué me dirías si te dijese que me he acostumbrado a tu ausencia? No he dejado de echarte de menos ni se ha apaciguado el dolor, pero he aprendido a soportar la inquietud de si volveré a verte, de cuándo volveremos a hablar. Hay tantas cosas que me gustaría contarte, pero simplemente no puedo, ya no estás ahí para recibirlas. Inocente de mí que mantengo una esperanza de que entre el correo haya alguna carta tuya, que todo este tiempo separados haya sido simplemente una pesadilla y dejemos atrás esta mentira. Se ha hecho tan parte de mi esa incertidumbre que a veces parece que se haya ido, pero no, por mucho que me habitúe a la falta de tu presencia no puedo caminar y mirar adelante. Todo sigue pero yo no soy el mismo, camino de espaldas sujeto a tus recuerdos porque tengo miedo de olvidarte, de que desaparezcas del todo. De momento mantengo congelado en el tiempo el preciso instante en que todo cambió, cuando mi vista se nubló con la primera lágrima resbalando por mi mejilla, amarga, deslizándose lentamente cargada de dolor. Todo esta borroso desde entonces, la nitidez de mi vida se fue contigo. Simplemente te llevaron, te esfumaste, te volatilizaste quizá, no lo sé. Yo presa del pánico te busqué entre llantos al descubrir demasiado tarde mi error. Te dejé sola aquella mañana para ir yo solo a ver a mi "queridísima familia" para darles la primera noticia de tu embarazo, pues temía su reacción y en tu avanzado estado ese rechazo no podría haber traído nada bueno. Fue cuando les conté de tu existencia y la de nuestro retoño que apresuradamente contestaron que eran falacias, que <<tú>> eras imposible, y caí en las fauces del lobo: Hemos sido informados de tus desvaríos, pero tranquilo, te vas a poner bien. 

Fue lo último que oí antes de que unos rudos tipos me sujetasen y me pinchasen algo que sin duda me dejó inconsciente. Después de eso hay muchas lagunas entre recuerdos intermitentes y parciales: una camilla, el traqueteo de una carretera, el sonido de las gaviotas, olor a mar y algas putrefactas, un largo pasillo blanco, y despertarme atado de pies y manos en una celda. El resto, Diario, creo que ya lo sabes. 

Mi único error fue pensar que podría ser parte de su mundo, que me aceptarían, al fin y al cabo no eramos tan distintos... Pero sí lo somos, y mucho. Descubrí demasiado tarde que lo tenía todo, que vivir buscando el apoyo de gente que se guía por la codicia implicaba volverse codicioso, pero aún así tampoco llegaría jamás a ser parte de ese mundo porque su sed de poder es tan grande que no permiten la entrada a más en su mundo al verse temerosos de perder su poder. 

Cuanto más perdido creía estar del mundo, más me había encontrado. Debí haberme dado cuenta antes. Ahora estoy condenado, y pago por mis errores con el mayor de los intereses. 


Ya vienen las enfermeras a prepararme para el traslado, esperaré con ansias la llegada del próximo viernes para tener unas horas libres y poder dedicarte unas palabras. 

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora