Capitulo 5: la espera

689 42 2
                                    

25 de enero
Mi paciencia así como mi felicidad permanecen intactas incluso a pesar de la mortalmente agotadora espera. Verás diario, la clave de la felicidad es aguardar hasta que llegue el momento, y merece la pena esperar un poco más en esta celda infernal esperando la llegada de la mujer que me devolvió la vida, la ilusión, la esperanza, la felicidad...
A veces no puedo evitar reprimir unas lágrimas cuando intento recordar cómo era acariciar su tensa piel avainillada, sus grandes y profundos ojos de un color ámbar que te cautivaban al instante. Por no hablar de su risa, esa dulce y armoniosa risa que brotaba de esos carnosos labios perfectamente definidos por su pinta labios color carmín que besaba su aterciopelado cabello oscuro cuando lo dejaba ondear al viento, dejando al vuelo sus perfectamente asimétricos rizos.
Mi único pasatiempos: recordar cada uno de sus lunares, sus hoyuelos, sus dedos acariciando lenta y dulcemente mis mejillas, sus... Sus besos, esos besos que enganchaban más que cualquier droga tan solo imaginándolos.
Ay diario... parece inaudito lo definidos que son sus recuerdos físicos pero que dispersos son nuestras encontradas. Antes podía soñar sobre el día que nos conocimos y ahora apenas recuerdo la última vez que nos vimos.
La comida es horrible, cada vez que como me desoriento, hay como una bomba dentro de mi cabeza que estalla una y otra, y otra vez. Mis aullidos de dolor resuenan por el pequeño habitáculo inhabitable. Hoy, he rogado al psicólogo que me administren un suave sedante y alegremente ha accedido a hacerlo personalmente. Él es el único del que creo puedo confiar, y, aunque el sedante emborrona aun más mis pensamientos, pienso luchar por llegar lo más cuerdo posible hasta el regreso de Jaqueline. Es por eso que estoy apuntando todos mis recuerdos definidos o no, creo que es la única manera o los bombardeos acabarán conmigo.
Y hablando de cosas que acabarán o, en este caso lo intentaron, conmigo. Ayer por la tarde, poco antes de que el sol empezase a tapar su brillante destello tras las montañas en una preciosa anaranjada puesta, volvieron a verme, otra vez, esos monstruos sin corazón ni piedad, esos desgarrailusiones que piensan que la felicidad de otro es tan solo un juguete que destrozar. No dejaron recado, al menos para mí. Se quedaron en la puerta, con la mirada vacía y perdida, con un aspecto desamparado. Igual que un ser sin corazón, incapaz de amar o de sentir.

Oh diario, en esta eterna espera solo te tengo a ti, como un fantasma confesor.

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora