Capítulo 23: Cenizas

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17 Junio

¿Sabes, diario? Me gusta el olor de la tierra mojada tras una tormenta de verano. Parece que la lluvia lo magnifica todo, los colores son más intentos, se siente como una renovación, como si por unos instantes el agua limpiase el ambiente y todo enmudeciese para escuchar el repiqueteo de las gotas chocando contra el asfalto. Es como si ahí olvidases los problemas de la vida y escuchases el mensaje del viento, sentir el agua deslizándose por tu piel, incluso si el frío se filtra por tus huesos, y es que la lluvia esconde tus lágrimas y silencia tus llantos.

Hacía tanto que no veía llover, por aquí no hay ni una ducha en condiciones, echo de menos poder sumergirme en el agua caliente, sentir cómo acaricia mi piel templada, el olor a jabón... Mi aroma favorito era el de su piel tras un baño, tan refrescante, tan limpio, tan puro... Olía a caramelo, incluso con el jabón no podía desprenderse del olor a bollos recién salidos del horno que se le impregnaba de trabajar en el café, una mezcla dulce y amarga con los granos recién molidos de una taza bien cargada a primera hora de la mañana.

Era simplemente hermosa, con sus manos manchadas de pigmentos, delante de de un lienzo deleitándose de la fragancia de un libro nuevo. Todas sus manías eran hermosas: esa manera de acariciar mis mejillas calientes con sus manos congeladas, casi como si fuesen de porcelana. Era la mezcla perfecta de fragilidad y fortaleza, tenía curvas delicadas, pero no se dejaba amedrentar ante nada. Morder sus labios carnosos era mi pasatiempos favorito, desprendía un magnetismo que me impedía alejar mis manos de sus caderas. Con ella me sentía como si viviese dentro de sus cuadros, creía otra vez en la humanidad, me hacía ver el mundo a través de sus ojos, y todo se teñía de dulzura. No vivíamos en una mansión, pero nuestra cama era lo único que necesitábamos, eramos felices y puede que no fuésemos libres, pero así nos sentíamos.

Diario, llevo días sin escribirte debido a un incidente con otros presos, hubo un brote psicótico-agresivo y atacaron a uno de los guardias con una jeringuilla, al parecer sí se puede sobornar a los malnacidos de los carceleros para hacer la vista gorda entre los negocios secretos de los locos. Wesley debe estar al tanto de esa red, y fue así cómo consiguió el veneno. Pero nada de eso importa, en esta guardería para locos hay más de uno así a causa de consumo de sustancias, y estos muros no conseguirán alejarlos de ese mundo. Poca relación he tenido yo con el exterior, soy consciente de que aquellos que me traicionaron pagan una cuantiosa cantidad de dinero para tenerme "calmado" y, por las buenas, me dejan quedarme en mi celda, incluso me traen la comida, por las malas, un shock de insulina y te dejan dormido un par de semanas. 

Lo que vengo a decir, Diario, es que eso ha alertado a los accionistas y se han puesto más severos, han hecho controles aleatorios en las celdas y, por el momento y para nuestra seguridad, se han suprimido las salidas de la celda. Así que, encerrado me tienen.

En estas cuatro paredes estoy cautivo, pero nadie es libre solo cambiamos de jaula. Sí, me acuerdo de cuando los carceleros se burlaron cruelmente de mí drogándome hasta alucinar con mi libertad, pues sabed que cada día os movéis dentro de una cárcel sin muros, sí, y son los gigantes de hierro que con sus cableados e infinitos brazos nos recuerdan pasivamente de que estamos encerrados, controlados, somos dependientes de esta nueva forma de vida y no podemos escapar. Nos hemos habituado a las comodidades que nos ofrecen, un dulce cebo demasiado tentador como para rechazarlo, así es como te atrapan en sus redes, eres libre, sí, eso dicen, pero la única "libertad" en vida es abandonarlo todo y perderse en las profundidades de la naturaleza.

Tal vez debimos haber escapado, así habrían más posibilidades de que hubiésemos seguido juntos, qué importaría volver a los orígenes, ¿qué mas da vivir humildemente en una cabaña en medio del bosque con apenas un heurto y un pequeño ganado para subsistir? Renunciar al lujo del agua corriente a cambio de una libertad personal no es un precio muy alto. Quién sabe si hubiésemos podido ser felices, pero hubiésemos tenido un futuro. Y, ¿quién nos podría quitar el placer de ver amanecer, de observar ese manto de diamantes infinitos en la noche, o ese astro de fuego divinidad de la vida en la mañana, aprender a escuchar la melodía del viento y preguntarse a qué huelen las nubes? 

Vivir cerca de una cascada, ¡qué cristalino deseo! Sentir la frescura de un agua purificada por la madre tierra, cómo cae por mi espalda, cómo se resbala por mi piel... Quién sabe con qué misteriosos regalos nos hubiese deleitado el destino, incluso en las adversidades tendríamos fuerzas, porque estaríamos juntos.

Pero no fue posible, la apartaron de mí. Fue únicamente mi culpa, no pudimos ni plantearnos huir, no con la vida que crecía en su interior, era un fruto demasiado valioso de nuestro amor como para poner en peligro su gestación. De nada sirve ahora remover las cenizas de lo que ya fue, no podíamos saber que el mayor de los peligros acechaba tras una fachada de seguridad y riquezas... 

Diario de un suicida, cartas a JaquelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora