María.
Me llevé una fresa a la boca y la mordí sin apartar la vista de Carlos.
–Veinticuatro– dijo él.– ¿color favorito?
Mastiqué la fruta mientras pensaba en ello. Nunca había sabido de verdad cuál era mi color favorito, y siempre que me preguntaban, decía uno distinto. Carlos encaró las cejas y me miró dubitativo.
Eran como las tres de la mañana y acabábamos de ver la quinta y la sexta película de Harry Potter. Llevábamos tres días con maratones intensivas que solo frenaban las ganas de dormir y, en este caso, el hambre.
–Negro.– respondí, justo después de tragar.– ¿El tuyo?
Carlos se inclinó en su puff para acercarse al bol de fresas que tenía apoyado en mis piernas. Cogió una y antes de morder, respondió:
–Amarillo.
Fruncí el ceño ante esa confesión. ¿Amarillo, en serio? ¿A quién demonios le gustaba el amarillo? A parte de hortera, era el color de la mala suerte.
–Qué horror de color.– dije, mirando con recelo cómo se comía la fresa.
–¿Por? Es muy bonito, y alegre.
–La gente a la que le gustan ese tipo de colores es porque quieren llamar la atención.– dije apartando el bol hasta ponerlo en el suelo.– Es como si te pusieras un jersey amarillo, irías gritando "Hey, voy de amarillo, ¡hacedme caso!"
–Eso es mentira.–se defendió Carlos.– Yo no necesito llamar la atención. Mi cara bonita la llama por sí sola.
–Y el pelo a lo Justin Bieber también ayuda.– reí, acercándome y dándole un golpe en el flequillo, el cual se aireó y el chico tuvo que sacudir la cabeza para volver a colocárselo.
Cachorrito.
–Supera el trauma de mi pelo, por favor.
–¿Sabes que si te tiñeras las raíces de rojo, y fueras degradando el color hasta el amarillo pollo que tienes ahora, conseguirías parecer una hoguera?– cuestioné, cogiendo una nueva fresa y apuntándole amenazadora con ella.
El chico entornó los ojos y me miró como si estuviera loca.
–¿Ahora me quieres teñir?– preguntó, ladeando la cabeza.
–Doy ideas, Carlos, doy ideas.– dije, alzando los brazos en síntoma de inocencia.
Él negó con la cabeza y chasqueó los dedos para que le pasara más fresas. Cogí el bol y, antes de dárselo, se me ocurrió una cosa.
–¿Tenéis gomina por aquí?– pregunté.
–En nuestro baño hay.– dijo quitándome el bol.– ¿Por?
–No, nada.– dije negando con la cabeza.– Veinticinco, ¿cuántos años tienes?
Carlos se quedó con los dientes clavados en la fresa por la sorpresa de la pregunta. Arrancó el pedazo mordido y masticó mientras me miraba confuso.
–Veintiuno.– dijo tragando, y con el ceño fruncido.– Esa pregunta ha sido rara.
–Curiosidad.– dije encogiéndome de hombros.
–Vale, pues voy a sacar yo también la vena curiosa.– dijo, torciendo una sonrisa.
Entonces me imaginé lo peor, que iba a preguntar algo en plan '¿eres virgen?' o '¿cuántas veces te has tocado desde que estás en la casa?'.
Pero no.
–Veintiseis, ¿tienes hermanos?
Lo preguntó con una ligera sonrisa dibujada en su boca y los ojos esperanzadores de obtener la respuesta.
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Otra historia / Spin Off SDE / (Pausada)
Fanfic"-Pero esta es tu noche. Y lo demás... Lo demás es otra historia." Spin Off de Síndorme de Estocolmo.