Capítulo 3 (Iñaki)

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Creo que me gustó la gastronomía desde que era pequeño, gracias a mi abuelo. Nunca me he detenido mucho a pensar de dónde surgió mi pasión, pero seguro que empezó a gestarse desde aquellos años de infancia.

Mi abuelo es italiano y se quedó en México por una mexicana: mi abuela. Cuando ya estaban casados, después de varios empleos que ambos tuvieron y de distintas circunstancias, decidieron abrir un restaurante de comida italiana, invirtieron sus ahorros e iniciaron la aventura en un pueblo que a ambos les gustó para vivir. Al principio fue difícil, debido a que en un pequeño poblado no es fácil proponer cosas nuevas o sacar el dinero necesario para continuar, pero afortunadamente ese lugar en el que se establecieron tenía potencial turístico y poco a poco se dieron a conocer a tal grado que había personas que viajaban solo para comer en el restaurante de mis abuelos, hasta la fecha lo siguen haciendo.

Mis abuelos solo tuvieron dos hijos, querían tener una familia grande, pero desgraciadamente no pudieron tener más hijos. Mi padre – Carlo - y mi tío Paolo nacieron en aquel pueblo, viviendo toda su infancia y adolescencia entre los deliciosos aromas que se desprendían de la cocina de aquel restaurante.

Mi tío disfrutaba de la vida que llevaba, amaba su pueblo, el restaurante, la vida tranquila; hasta la fecha sigue viviendo en el mismo lugar y tiene un hotel increíble con el que le va muy bien. Mi padre, en cambio, nunca estuvo muy conforme con aquel lugar, no le gustaba la actividad de mi abuelo, solía decir que "su ambición daba para más". Estudió administración, trabajo en algunas empresas y poco a poco fue levantando varios negocios, la mayoría de ellos están vigentes hasta la fecha, porque tiene muy buena visión para el dinero, siempre está trabajando, buscando dónde invertir o qué hacer, siempre he admirado esa pasión, aunque al mismo tiempo, he detestado ese afán por controlarlo todo y por creer que el camino que él siguió es el único que puede andarse.

Por todo lo anterior mi padre odió el instante en el que le dije que deseaba ser chef, especialmente porque sabía que detrás de esa decisión existía cierta influencia de mi abuelo, a fin de cuentas, nunca le gustó el restaurante ni las actividades que tenían que ver con dicho lugar, por desgracia – para él - yo sí las disfrutaba mucho como para desear hacerlo todos los días de mi vida.

Quizá mi decisión fue un golpe a su ego. Siendo su hijo único creo que él soñaba con que yo fuera un hombre de negocios como él, pero eso no era para mi, yo deseaba algo más que números y ganancias. Nunca fue mi intención herirlo o descartar a uno o a otro, solo seguí mi camino.

Al principio se negó a apoyarme argumentando que no gastaría una fortuna en mi educación para que terminara refundido entre cazuelas. Papá es muy terco, yo heredé su terquedad, por lo tanto, cuando vio que no desistí ante el hecho de convertirme en chef, decidió apoyarme, pero a su manera, con la visión de que no sería uno más del montón y para asegurarse de eso me envió a Francia, a la "Le Cordon Bleu", cosa que no me desagradó, ¿quién se negaría a esa magnífica oportunidad?

Se que mi padre cambió de opinión gracias a mi madre. Ella es la única que puede conseguir "domar a la fiera" que mi padre suele tener en su interior. Son tan diferentes ellos dos que no entiendo cómo es que llevan tantos años juntos, supongo que, el amor es la respuesta.

Mi mamá es francesa, eso también facilitó mucho las cosas para que yo estudiara en Francia, teniendo a una gran parte de mi familia allá, mi hospedaje estaba cubierto. Además hablo el Francés tan bien como el español, así que no me costó nada adaptarme al idioma, ni a las costumbres, ni a la gente. A la fecha también hablo inglés, más con acento británico que americano y tengo un muy buen nivel de italiano gracias a mi abuelo que desde pequeño me habla en dicho idioma. Tengo mucha suerte.

Mis padres se conocieron en Nueva York, ambos estaban de vacaciones y su historia comenzó como un amor de verano que se ha prolongado hasta ahora. Mamá es muy desenfadada, aventurera, carismática y alegre, así que no dudó en seguir a papá a México, cambiando París y su futuro como escultora, por la aventura de vivir junto a mi padre. Suele decir que le encantó el país y que la vida de mi papá ya estaba más estable aquí que la suya en París, así que, se mudó. Fue un verdadero reto para ella estar en un país totalmente diferente al suyo y sin hablar bien el español, pero es una mujer de retos. Suele decir que lo que más ama, además de su familia, es viajar y eso nunca ha dejado de hacerlo a lado de mi padre, ya sea de vacaciones o acompañándolo en sus negocios, cuando ese es el caso ella toma sus recorridos y al final se toman algunos días para conocer juntos el lugar en el que están. Actualmente ella sigue haciendo esculturas y también se dedica al paisajismo en jardines.

Nunca me he arrepentido de tomar el camino que tomé. Con ninguna otra actividad puedo sentir lo que cocinar provoca en mi, porque no es solo preparar alimentos, es crear, es expresar, es combinar emociones. Mis abuelos me enseñaron a cocinar con el corazón, a amar la cocina y a respetar los ingredientes, los procesos, los tiempos y sobre todo a los comensales, lo cual es una gran responsabilidad, porque comer es una necesidad innegable, pero, para otros es un placer y de un buen cocinero depende que también sea una experiencia maravillosa e inolvidable.

La mejor mentira de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora