Capítulo 33 (Iñaki)

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El lunes que se estaba convirtiendo en pesadilla terminó en el mismo cielo, despertar junto a Sarah siempre era lo mejor del mundo. Estaba significando tanto para mi, que comenzaba a asustar, pero al mismo tiempo una sonrisa enorme se dibujaba en mi rostro y el mi alma, así que, a fin de cuentas resultaba emocionante.

Por desgracia la realidad nos llamaba, pensé en visitar a mi abuelo, pero ese día no tenía mucho tiempo para una gran charla, por lo tanto solo paramos a desayunar en un restaurante que estaba de camino y que a ambos nos encantaba. 

- Me está gustando esto de pasar mi tiempo contigo – dije mientras conducía de regreso a la ciudad. De reojo vi que una sonrisa enorme se dibujó en el rostro de Sarah -

- Haces que valga la pena alejarme un poco de mi pastelería

- ¿Eso fue un cumplido?

- No te acostumbres demasiado a ello, no será común

Intentó sonar dura con su comentario, pero sus ojos brillaban al igual que todo su rostro con esas sonrisas que me dedicaban

- Qué suerte la tuya de haberme atrapado tan fácil

- Sí claro, la suerte es mía – dijo con sarcasmo – ¡suerte la tuya! porque acepté salir contigo solo para que no cayeras en depresión

Seguimos bromeando, comentando algunas trivialidades, haciéndonos bromas y algunos algunos arrumacos durante los segundos que los semáforos nos regalaban. Y por fin la burbuja explotó

- ¿Segura que no quieres que te espere para llevarte a la pastelería?

- Segura. Me daré una ducha y saldré a visitar a un cliente que quiere unas barras de postres para sus eventos

- En ese caso, mucho éxito

Fuí directo a casa sin perder el tiempo, tendría un día ajetreado, no como los fines de semana pero el trabajo nunca paraba.

Tomé una ducha y ya estando más fresco pensé en llamar a mi madre y a mi abuelo, quería saber cómo estaban, saludarlos y enterarme de la reacción de mi padre, pero no quería terminar molesto o agotado mentalmente por lo que pudiera escuchar justo antes de ir a trabajar, así que me limité a enviar un mensaje diciendo que les llamaría al día siguiente.

Tenía tiempo de sobra, por lo que ordené algunas cosas en mi casa y revisé mi correo; había ofertas, noticias, publicidad y un correo que llamó mucho mi atención, era de Philippe, el chef francés, amigo de Adrian que hacía poco nos había visitado en el restaurante.

Leí las primeras líneas de lo que parecía ser un correo de cortesía, debido a que se limitaba a agradecer las atenciones, además de resaltar que se sintió especialmente cómodo con el hecho de hablar conmigo en su idioma nativo y que así mismo le aclarara algunos términos del español mexicano, lo que me causó gracia debido a una breve anécdota que me comentó. Después de eso, me quedé sorprendido, no era solo un correo de agradecimiento, también contenía un par de invitaciones, una era para un intercambio de técnicas, él me enseñaba parte de sus técnicas que incluían mucho de cocina molecular y yo les mostraba otras técnicas e ingredientes muy propios de la cocina mexicana, para lo cual seguro que me había propuesto Adrian. Así mismo, ponía aún mayor énfasis en la segunda invitación que era para trabajar con él, a ser parte de su equipo, compartir técnicas propias, aprender nuevas y dirigir uno de los nuevos restaurantes que estaba por abrir en Marsella y Nantes, para lo cual trabajaría hombro a hombro con él para diseñar el menú e incluso podía tener injerencia en afinar detalles de conceptualización.

Phillipe tenía una estrella Michelin como Chef, su restaurante contaba con dos de esas afamadas estrellas y casi al final de su correo afirmaba que esperaba contar con mi presencia, que lo único que tenía que hacer era pensarlo bien, aceptar, viajar hasta París y que él se encargaba de lo demás, porque estaba seguro de que yo era la persona indicada para ayudarlo a ganar una estrella para sus nuevos proyectos. Añadió que me tomara el tiempo necesario para pensarlo y responder... a mi se me escapó un suspiro.

La mejor mentira de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora