Capítulo 10 (Sarah)

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Ansiaba ver a mi amiga, teníamos mucho por platicar, aunque estabamos siempre en contacto, nunca se compara la emoción de una llamada o de un mensaje con la de estar frente alguien a quien aprecias tanto.

Iba camino a su casa cuando me llegó el aroma de unos dulces muy tradicionales de aquel lugar; me gustaban demasiado, así que, no pude aguantar la tentación de comprar unos de inmediato, quizá si lo dejaba para después terminaría olvidandome de ellos con todo el ajetreo de la boda, no quería arriesgarme.

Aquella fábrica de dulces era pequeña, aunque desde hacía un tiempo estaban teniendo una excelente expansión. El expendio seguía siendo el mismo de siempre y lo mejor de todo es que solían tener dulces recién hechos. Cuando llegué casi acababan de abrir la tienda y algunos de sus productos aún no los tenían listos, por lo que, cuando pedí de mis favoritos tuve que esperar un poco a que terminaran de empacarlos.

Mientras esperaba estaba entretenida mirando las fotografías antiguas que tenían como parte de la decoración del lugar, hasta que un ruido me distrajo. Pensé que traían lo que había ordenado, pero en lugar de eso ahí estaba el muchacho que había visto en la plaza platicando con la dueña del negocio con gran familiaridad. No podía creerlo. Al parecer ese hombre encajaba en el pueblo mejor de lo que imaginé.

Viéndolo de cerca pude notar perfectamente sus ojos, tenían un color verde aceituna y resultaba fácil perderse en ellos si se les veía por mucho rato, eran muy lindos. Desde luego yo no pensaba intercambiar ninguna palabra con él, mi nulo interés en tener novio propiciaba que no tomara la iniciativa para conocer chicos. Todo habría quedado en una grata coincidencia de no ser porque él habló y se portó de lo más engreido creyendose el centro del universo e incluso insinuando que lo había seguido hasta aquel lugar jurando que estaba rendida ante él. Idiota. Era un completo idiota.

Para mi fortuna él salió primero del expendio y por alguna extraña razón, tanto la dueña de aquel lugar como la persona que me estaba atendiendo pensaban que aquel chico era encantador, yo difería en esa apreciación. Constantemente suelo estar en desacuerdo con las personas. Para mi desgracia, cuando salí de la dulcería aquel chico aún estaba cerca, caminaba por la misma calle que yo debía caminar y para colmo seguía haciendo comentarios absurdos acerca de que lo estaba siguiendo. Ese tipo realmente me estaba sacando de mis casillas, aunque, por alguna razón en lugar de limitarme a ignorarlo como habría hecho en otro momento o con otra persona, seguía respondiendo a todo lo que él me decía. Casi resultaba divertido discutir con él. Casi.

Nunca he sido mucho de creer en el destino, pero de repente imaginé que existía alguna fuerza extraña que en aquel momento disfrutaba riéndose de mi, porque al detenerme en casa de mi amiga sucedió algo que jamás habría imaginado

- ¿Qué rayos te pasa? - pregunté molesta al ver que aquel tipo se había detenido justo en el mismo lugar que yo -

- ¿De qué hablas?

- Insinúas que te he estado siguiendo y ahora me sigues tú - respiré profundo para intentar calmarme, pero no funcionó del todo - ¿Qué rayos quieres, por qué te detienes aquí?

- Si me detuve no es porque te esté siguiendo es porque yo también vengo a este lugar

- ¡¿Qué?!

No sabía si sentirme asustada o molesta, estaba realmente desconcertada hasta el punto de olvidar que ya había tocado el timbre, así que, antes de que alguno pudiera decir algo más, escuché la voz de mi amiga

- ¡Sarah! - me abrazó fuerte e intenté hacer lo mismo pero sentía que todo daba vueltas. Estaba en shock. Enseguida ella aflojó su abrazo y se dió cuenta de que alguien estaba a mi lado, cuando vio de quién se trataba, con la misma emoción que me abrazó se avalanzó a él gritando mientras lo rodeaba con sus brazos - ¡Iñaki! - Yo no entendía nada, aunque era evidente que aquel chico quería demasiado a mi amiga porque una gran sonrisa se había instalado en su rostro al tiempo que correspondía al cálido abrazo que ella le daba, se veía realmente feliz de estar frente a ella y odio admitirlo, pero tenía una sonrisa realmente linda. Para ese momento ni él ni yo habíamos dicho algo. Angy, después de su ataque de efusividad nos miró a los dos y preguntó - ¿Qué hacen juntos? ¿Se conocían?

La mejor mentira de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora