Capítulo 15 (Iñaki)

29 3 0
                                    

Las bodas no son mis eventos favoritos, lo único bueno, la mayoría de las veces, es el alcohol gratis y la comida, pero en esta ocasión, tengo que admitir que me estaba divirtiendo.

Fue extraño ser una especie de "bicho raro" al entrar al lugar de la recepción de la mano de Sarah, aunque el solo hecho de llevarla tomada de la mano fue extraño o quizá, electrizante, es la palabra que mejor describe la experiencia.

Temía un poco acerca de compartir la mesa con sus hermanos y no por lo que fueran a decir, sino, por lo que fueran a preguntar. A fin de cuentas, era un riesgo que decidieran preguntar más de lo que habíamos planeado, practicamente Sarah y yo eramos desconocidos, pero todo parecía estar bajo control, incluso con su hermano del que tanto me había advertido, no indagó mucho y terminamos bromeando de trivialidades.

Lo mejor de todo había sido el pastel, Sarah realmente tenía un don especial para la repostería, aquello era de lo más delicioso que había comido y por primera vez, logró borrar de mi cabeza el hecho de que los pasteles de boda, suelen ser terribles.

El plan de ser un novio perfecto estaba marchando sobre ruedas, sus primas sí que eran odiosas y de haber sido una situación diferente, no habría intercambiado más de un par de frases con ellas, pues eran el tipo de mujer que evitaba a toda costa. Con sus tías resultó un poco más difícil salir por la tangente o hacerme el gracioso, pero apelé a mis encantos y a toda mi caballerosidad para lograr que terminaran rendidas ante la "buena suerte" de su sobrina. De no haberlo visto por mí mismo, no habría creído todas las ideas absurdas que tenían esas mujeres.

Los padres de Sarah eran agradables, cariñosos, amables, bromistas... con ellos sí que resultó difícil fingir, así que nos la pasamos el mayor tiempo evitándolos.

Y, dentro de todo aquel embrollo, lo que no dejaba de darme vueltas en la cabeza era esa necesidad de cambiar la concepción que Sarah se había formado de mi un día antes. Estaba lejos de ser el hombre perfecto, tal como aquella noche estaba aparentando, pero tampoco era tan odioso. Tal como me decía mi abuelo, los Cavassini no eramos patanes, ni cretinos... éramos hombres dignos de presentarnos ante la mujer que nos robaba el corazón; quizá eso último sonaba extremadamente dramático, pero, en realidad quería mostrarle a Sarah que no era una persona desagradable, solo había sido más bromista de lo apropiado para un primer encuentro, y es que, estando a solas, perdía un poco del control que siempre ejercía sobre las situaciones.

- Gracias por tu ayuda

Le dio un trago a una botella de vino tinto que bebíamos, de manera poco elegante, mientras paseabamos por el jardín, un poco alejados del bullicio de la fiesta

- No tienes nada que agradecer, ha sido divertido, casi siento que yo soy el que está en deuda

- Quizá sí seas tú quien tiene una deuda

- El favor era para ti

- Pero yo no lo pedí, así que, tecnicamente, no te debo nada

- Aún no comprendo el problema con tus primas y tías... sí, son odiosas, pero tú eres más lista y tienes buenas respuestas

- ¿Me estás adulando?

- No, lo digo en serio – le dediqué una mirada rápida y una sonrisa que me correspondió antes de hablar -

- Es solo que, no quería hablar de más

- Entonces, ¿fuí tu freno?

- Algo así o más bien, mi compañero de batalla, porque las pusiste a todas en su lugar... fue casi una masacre

- ¿Tú crees?

- Claro, las llevaste a tu terreno y no tuviste piedad, pero fuiste menos agresivo que yo

La mejor mentira de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora