Capítulo 28 (Sarah)

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- Iñaki es mi novio

- Ajá ¿y? - dijo mi hermano con tono aburrido

- No, de verdad. Ahora lo digo en serio, Iñaki, es mi novio

- ¡Te lo dije! ¡lo sabía!, sabía que él terminaría gustandote

Podía imaginarlo levantándose de la cama casi de un salto y haciéndo esas señas tan características de cuando tenía razón en algo

- ¡No fastidies!

- Es que son tan parecidos

- ¡Claro que no!

- Eso dices tú, pero yo tengo la razón y lo sabes

La voz de mi hermano paso de la apatía a la emoción desbordada. Lo llamé a él primero que a nadie, porque no podía ser de otro modo, nos entendíamos tan bien que tenía que ser el primero en saberlo. En algún momento tendría que contárselo al resto de la familia, pero, de momento estaba tranquila con que él lo supiera, además, era tan tranquilo que siempre solía ayudarme a centrarme de una manera muy adecuada. Evitaba que me clavara en ideas que no valían la pena.

Después de reírse mucho de mi, se alegró pero no sin antes dejarme en claro que lo primero era yo y que no se tentaría el corazón para evitar romperle la cara a quien me hiciera daño, aunque según su "ojo experto", dijo que estaba casi convencido de que Iñaki era un buen tipo.

Platicamos un poco de todo, de cómo había surgido todo y se las ingenió para quitarme la inseguridad acerca de la decisión que acababa de tomar.

- Solo déjalo ser. Déjalo fluir y déjate llevar... Si te rompe el corazón yo te ayudo a reunir los pedazos después de romperle la cara, ya te dije

Y mi hermano menor era uno de mis mejores amigos, ¿en qué momento había crecido tanto como para darme consejos a mi?

Iba a llamar a mis hermanas, pero, decidí que sería mejor esperar para contárselo a ellas, quería disfrutar del resto de la noche en total tranquilidad.

Me puse la pijama, prendí el televisor, sintonicé un canal con una película que había visto más de 10 veces y de repente, de la nada, comencé a recordar a Iñaki, lo bien que lo habíamos pasado, algunas de sus bromas me volvieron a causar gracia y así, sin planearlo estaba a mitad de la noche, en mi habitación, sola, sonriendo como tonta, pensando en él.

Tomé mi celular, le envié un mensaje pensando en que quizá no lo respondería, pero tras un par de minutos tuve su respuesta. Charlamos por mensaje durante un rato antes de dormir.

Por la mañana desperté con la sensación de estar descansada y relajada, sabía que tenía mucho trabajo por delante, era día de recibir proveedores, entre otras cosas, sin embargo, me di el tiempo de poner la cafetera, de poner música, de disfrutar mi baño, comí algo rápido y tome un momento para mandar un mensaje a Iñaki. Tenía una sensación rara, pero agradable. Me la pasaba entre el temor y las sonrisas.

El paseo en mi motocicleta fue más placentero que otros días y el trabajo fluyo entre algunos mensajes que intercambiamos Iñaki y yo.

Fue un día pesado en el trabajo. Recibimos provisiones, tuvimos que hacer limpieza y acomodo de algunos sitios, había que hacer más postres, además de atender algunos pedidos y organizar otros. Visité a unos clientes en una empresa para negociar respecto a los postres de algunos de sus eventos y recibí a otros clientes después de nuestra hora de cierre de nuestra tienda debido a que era el único horario en el que podían, las reuniones fueron agradables y satisfactorias, pero pesadas; para cuando llegué a la casa estaba casi agotada.

Me tumbé un rato en el sofá de mi sala para ver televisión y descansar, debatiéndome entre ir a dormir sin cenar o buscar la manera de preparar algo sencillo, ninguna de las dos opciones me agradaban, estaba comenzando a dormitar pero no tenía ganas de levantarme para ir a la cama. Mientras estaba intentando desenredar mi dilema escuché el timbre de mi casa, maldije por tener que levantarme a ver quién me buscaba a esas horas... y cuando vi a través de la mirilla me di cuenta de que era Iñaki.

- ¿Qué haces aquí?... - pregunté al tiempo que lo dejaba pasar -

- Si quieres me voy

- No me molesta tu presencia – dije sonriendo al darme cuenta de la brusquedad de mis palabras anteriores -, pero, me sorprendiste

- Tengo un poco de comida y un par de cervezas, pensé que sería agradable compartirlas contigo – mientras hablaba sacaba de una bolsa los recipientes con comida y las cervezas – La comida aún está caliente y las cervezas están muy frías ¿quieres?

- Antes de que llegaras estaba debatiéndome entre hacer caso a mi hambre y levantarme a preparar algo de comer o hacer caso de mi agotamiento y solo dormir, así, sin comer

- Entonces... ¿te acabo de salvar la vida?

Iñaki adoptó una expresión coqueta, se acercó lentamente a mi, me tomó por la cintura y me besó.

No pude negarme. No quise negarme.

Me desarmaba. No sé cómo, pero lo hacía.

Me gustaba cada uno de sus movimientos, me gustaba cómo se dirigía hacía mi, me gustaban sus malditas sorpresas de siempre, a ese hombre parecía fascinarle todo eso de sorprender y hacer cosas espontáneas. A mi no solían gustarme las sorpresas de ningún tipo, me desesperaban de muchas maneras pero con él comenzaba a disfrutarlas, era tan desconcertante como atractivo. Todo él contenía una dualidad muy difícil de explicar, pero eso... justo eso lo hacía único.

La comida estaba deliciosa. Las cervezas que además eran artesanales, resultaron una combinación grandiosa y ligera.

- Me encanta la combinación de la comida con ésta cerveza, nunca la había probado

- Las elegí precisamente porque combinan muy bien

- Una vez chef, toda la vida se es chef

Iñaki sonrió travieso dibujando junto a sus ojos esas leves arruguitas que se le formaban y que me parecían maravillosas.

Convertimos en sofá en cama para estar más cómodos, ambos estábamos muertos de cansancio, pero, queríamos terminar de ver un programa de televisión.

Me recargué en el pecho de Iñaki y él me rodeó con sus brazos. No supe en que momento me quedé dormida, cuando desperté, después de un par de horas, me di cuenta de que a él le había pasado lo mismo, la televisión aún estaba encendida e iluminaba levemente su rostro, lucía encantador... algo en mi interior se estrujó e incluso se me escapó un suspiro. Se veía tranquilo, su respiración era acompasada.

Apagué la luz, la televisión y jalé una mantita que estaba en la sala para ponerla sobre ambos; él, sin abrir los ojos sonrió y volvió a abrazarme. 




N.A: Esta capítulo va con dedicatoria especial para alguien que se que lo está leyendo y que quizá recuerde cierta charla del domingo... solo para aclarar que esto lo escribí antes de hablar con ella, cualquier consejo similar es mera coincidencia. :D

La mejor mentira de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora