Capítulo 22: "Furia"

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GRETA

Nunca me había sentido así, tan llena de odio. No lloraba, no podía. Solo quería sentir aquella sensación de enterrar un cuchillo en carne, quería enterrar un cuchillo en la carne de Lydia. Quería matarla. 

Había matado a mis padres y se había llevado a mi hermano, lo único que me quedaba. Quienes se hacían llamar mis amigos estaban demasiado ocupados con sus estúpidos problemas de pareja como para ayudarme a encontrar a Hanzel. Si él muriese, a ninguno de ellos les importaría de verdad.

Tomé un par de cuchillos que había podido llevarme de casa y salí de allí con una esfera de humo. Imaginé al país de las maravillas y estuve allí, de nuevo, en segundos.

Me sentía viva, fuerte. 

Al llegar hasta allí  simplemente caminé hasta donde estaba el castillo. Solo caminar.



PETER

Si no hubiese sido porque le faltaba la cabeza, el cadáver de esa mujer hubiera pasado por viva muy fácilmente. 

Crystal juntó la cabeza con el cuerpo. Y lloraba. Solo se necesitaba ahora la presencia del relicario y Blancanieves reviviría.

LILIAN

A penas pisé aquellas tierras, el colgante que llevaba alrededor de mi cuello se trizó para después partirse en mil pedazos. Se oyeron suspiros por el aire, en todas direcciones. Un destello me golpeó la cabeza. Me desmayé.

Millones de escenas pasaron frente a mis ojos, era yo en distintas situaciones, parecían recuerdos lejanos. De pronto esas escenas empezaron a formar parte de mi cabeza. Mi memoria había vuelto como un sacudón de adrenalina, golpeando fuerte y llenándote de energía. 

PETER

La separación entre el cuerpo y la cabeza se iluminó y pareció unirse. Un grito leve y los ojos de aquella mujer estaban abiertos de par en par. Había revivido. La tierra empezó a temblar y empezaron a asomarse dedos. Todos a quienes Lydia les había quitado sus almas estaban regresando a la vida. 

GRETA

No podía creerlo, no entendía como yo podía acumular tanto odio, pero mi sangre hervía de furia. 

Para llegar al castillo, maté a cientos de monstruos cartas, sus cuerpos escamosos estaban por todo el jardín. Solo había usado dos cuchillos.

Las puertas se abrieron solas cuando llegué delante de ellas. El lugar era una boca de lobo, siquiera se filtraba un mísero rayo de luz. 

- Te esperábamos, Greta -dijo una voz en lo profundo de la oscuridad. 

Y todo fue iluminándose con velas, poco a poco. Era Ian. El corazón me dio un vuelco. No, no podía retroceder ahora. Hanzel estaba ahí por su culpa. Tenía que salvar a mi hermano.

- ¿Dónde está Hanzel? -Se lo dije de la manera más fría que pude. Ian no contestaba, pero sujetaba con tanta fuerza su espada que los nudillos se le habían vuelto blancos- ¿Dónde está Lydia?

Nada tampoco. Y de repente un movimiento tan rápido que casi me rebanaba la cabeza. Saqué mis cuchillos y los hice saltar en las palmas de mis manos. Las pupilas en sus ojos  se habían desvanecido y el rojo en sus ojos era tan intenso que ya parecía una hemorragia interna. Las marcadas venas de sus brazos estaban en un negro oscuro. Hizo otro movimiento con su espada, retrocedí y me agaché. 

Si así iban a ser las cosas, entonces me defendería. 

HANZEL

Maldita sea, maldita sea. 

Mi garganta ardía de una manera increíble de tanto gritar. Elías se reía tras de mí.

- Ella no te ve -dijo mientras se mordía las uñas.

- ¡GRETA! ESO ES LO QUE QUIERE, NO PELEES. 

- En cuanto mate a Ian, su corazón se llenará de oscuridad y va a poder controlarla como lo hizo con él. 

- ¡¿POR QUÉ GRETA?! -volví a gritar. «Por que no yo» pensé.

- Lydia es tramposa, mi querido Queteimporta -Elías se aclaró la garganta-. El alma de Greta representa el amor, pero ese amor puede transformarse en odio, la está usando. El alma de Ian representa el equilibrio, por eso se lo llevó a él en primera instancia, ella manejaba el equilibrio así que no había posibilidad de que le ganarán pero empezó a revelarse y ella empezó a perder. En estos momentos busca que el odio extinga al equilibrio, entonces ella ganará siempre. 

«Que el odio extinga al equilibrio»

Y tuve una buena idea. 

- ¡IAN! -grité con la poca voz que me quedaba. Se giró, si me escuchaba. 

GRETA

Y de repente se giró. Uno de mis cuchillos se enterró en su brazo y él cayó al suelo. Una onda cálida me azotó. Caí de rodillas a su lado. ¿Qué acababa de hacer? ¿qué estaba haciendo? Había lastimado a Ian. ¿Cómo pude?

Como si el corte que le había ocasionado hubiera sido en su garganta, empezó a toser y un hilo de sangre se deslizó por la comisura derecha de sus labios. Sus ojos rojos se veían exageradamente secos.

- El veneno ya no funciona -Sonrió levemente y volvió a toser. 

Empecé a llorar sin poder controlar las lágrimas. Eso si estaba bien en mí. El frío se desvaneció de mi cuerpo. 

- Perdón...

Apenas asintió. Su puño izquierdo se abrió y dejó al descubierto una llave.

- Cuando quieras verlo vas a poder hacerlo -Y cerró sus ojos. 

- Hey, Ian -Empecé a zamarrearlo. No reaccionaba. Apoyé mi cabeza en su pecho, no podía oír sus latidos- ¡IAN!

Tenebrosos (Secuela de "Sombríos") © [No Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora