[9] Entre clases

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Entre clases

Tomó aire varias veces antes de decidirse a entrar en la enfermería. Se había pasado el fin de semana meditando sobre muchas cosas, la mayoría de las cuales incluía la palabra mortífago, pero sobretodo, se había pasado aquellos dos días pensando en que se encontraría la próxima vez que acudiese a cumplir su castigo. Tal vez hoy Granger se hubiese olvidado de hablar, o tal vez había perdido la vista, o el oído, o cualquier cosa mala que pudiese traer secuelas. A Draco no le habría sorprendido encontrarla llena de pústulas venenosas cuando al fin cruzó el umbral, pero aquellos ojos almendrados seguían igual que la última vez. Tomó aire de nuevo, consiguiendo relajarse notoriamente ¿Debía alegrarse o entristecerse por ello?

Se acercó caminando como un autómata hacia la pequeña mesita donde todavía reposaban los libros que él mismo había dejado allí el viernes. Parecía que la castaña ni siquiera se había dignado a intentar hacer los deberes, y eso era tan raro e inverosímil, que las pocas dudas que le quedaban en la mente sobre si aquello era verdad se disolvieron. Granger nunca habría dejado un trabajo sin entregar si estuviese en sus cabales. Aun así, su deber era seguir trayéndole los deberes, y no iba a dejar de hacerlo porque la chica no los hiciese.

—Aquí tienes lo de hoy Ganger —Dijo fríamente, con un leve tono de su ya típica superioridad. Entonces reparó en un pequeño detalle que no había visto desde la entrada. Varios pergaminos enrollados descansaban pegados a los libros de texto—. Vaya Granger ¿Al final tuviste ayuda?

—Oh sí, me ayudaron dos amigos —Le respondió, y Draco no necesitó que dijese nada más para saber de quien se trataba. Los idiotas de Potter y Weasley siempre tan serviciales, siempre tan extremadamente repulsivos.

Pero Hermione parecía contenta con aquella idea, no perdía la sonrisa y sus ojos brillaban con la misma inocencia que la última vez. Retiró la mirada rápidamente y se recriminó ser tan débil. De ahora en adelante debería evitar mirarla a los ojos si quería sobrevivir.

—Tú no quisiste ayudarme.

No sonó a acusación, si no a una simple afirmación que a Draco no le pasó desapercibida. Por supuesto que no la había ayudado, hacer algo así sería hundirse más en el barro, tal vez significaría hundirse para siempre, y no estaba dispuesto a que eso sucediera. Empezó a guardar los trabajos de la castaña perezosamente, y cuando finalmente terminó, sacó un nuevo rollo de pergamino con los deberes que el idiota de Potter le había comunicado. Por primera vez, odiaba no compartir todas sus clases con los Gryffindors, así al menos no tendría que hablarle al cara rajada.

Pero, en cambio, a Hermione aquella situación tan tranquila estaba empezando a desquiciarla interiormente. Observaba como el rubio guardaba sus trabajos y sacaba el pergamino en completo silencio, estrujándose el cerebro en busca de alguna forma de retenerlo, de entablar algún tipo de conversación, y el hecho de tener que mantener aquella firme serenidad, no la ayudaba en absoluto.

—¿Por qué no me ayudaste? —Preguntó entonces, insistiendo en lo anterior—. Ni siquiera me has dicho como te llamas.

Draco suspiró profundamente, haciendo muy evidente que no tenía ni ganas ni intención de mantener ningún tipo de charla amistosa con ella, pero no se rendiría fácilmente.

—Es tan sencillo que hasta tú podrás comprenderlo Granger —Le dijo con palabras cargadas de desprecio—. Tú y yo no somos amigos.

Hermione apretó fuertemente la mandíbula para contener la mueca de desprecio. Algo en su interior se esperaba que llegase a ser sencillo, pero ya no quedaba ni rastro de aquel Draco que había visto en el aula de Transformaciones. Parecía que habían retrocedido un paso atrás cuando realmente nunca habían dado ni un solo paso hacia delante.

Entre Clases [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora