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Lily seguía dormida cuando Gianluca se vistió para ir a trabajar. Se movió sin hacer ruido para no despertarla. Era la primera vez desde que había vuelto a Venecia que la veía dormir profundamente. La mayoría de las mañanas ya se había levantado cuando él se preparaba para ir a trabajar. Y la mayoría de las noches, aunque estuviera en la cama simulando dormir, estaba inquieta.

Se dio la vuelta, llevó la mano a la almohada y le dio la vuelta para acurrucarse de nuevo. Gianluca sonrió. Incluso dormida le gustaba el lado frío de la almohada. Era una criatura de sangre tan caliente que siempre buscaba cosas frías. Agua con hielo, helado. Desde que estaba embarazada, era como si un horno diminuto brillara en su interior. Se preguntó cómo aguantaría cuando llegara el verano. Tendría que llevarla a la finca de Veneto. O incluso a su refugio en las montañas. Pero sin perder de vista la atención médica, no podía permitir que les ocurriera nada a ella y al bebé. Por primera vez en meses se permitió contemplarla de verdad, sabiendo que ella no lo vería. Estaba de costado, con una pierna encogida y la otra estirada. Parecía una gacela en el punto más alto de un grácil salto. Sintió una inesperada desazón y reconoció a que se debía: había echado de menos a Lily y lo que creía que habían compartido antes de descubrir su traición. Ese matrimonio tenía el único fin de satisfacer el deseo de Ernesto: morir sabiendo que su legado no moriría con él. Pero si seguía el curso de la noche anterior, iba a ser mucho más placentero de lo que había esperado.

Lily durmió hasta tarde y se despertó envuelta en un resplandor de lánguida satisfacción sensual. Se estiró y se sorprendió al ver la hora que era. Tras la total desinhibición que le había mostrado a Gianluca la noche anterior, se alegró de que ya no estuviera allí. No sabía si estaba lista para verlo cara a cara.

Llenó la bañera, se recogió el pelo sobre la cabeza y se sumergió en un sensual baño de burbujas. Se sonrojó al pensar en lo apasionada que había sido con él. Sus caricias la habían encendido. Habían hecho el amor muchas veces antes, pero nunca había sido tan intenso. Tal vez su cuerpo había querido hacerle saber que lo amaba. Hasta la noche anterior su mente había rechazado esa realidad. Pero era imposible cambiar la realidad de sus sentimientos diciéndose lo que debía creer. Su corazón seguía sabiendo la verdad. Sin embargo, amarlo la hacia vulnerable.

Suspiró y salió de la bañera. No podía permitir que él conociera sus auténticos sentimientos. Se secó y se vistió para ir a ver a Ernesto. Le gustaba ponerse guapa para él. No veía a demasiada gente y solía alabar su apariencia.

Captó su imagen en el espejo y se detuvo. Sus ojos brillaban, tenía las mejillas encendidas y su pelo caía sobre los hombros en un alboroto de rizos. ¡No podía ir a ver a Ernesto así! El astuto anciano adivinaría de inmediato a qué se debía el cambio. Se sentiría como una virgen después de la noche de bodas, preguntándose si todo el mundo adivinaría lo que había experimentado solo con verla.

Se sentó ante el tocador para alisarse el pelo. Gianluca había dicho que le gustaba rizado y, si volvía a alisarlo, podía darle la impresión de que su opinión le daba igual. Por otro lado, no quería que pensara que se lo dejaba al natural para complacerlo. Al final optó por peinarse como había hecho desde que regresó a Venecia. No podía perder tiempo pensando en tonterías. Era más importante prepararse por si el anciano le preguntaba si había aclarado las cosas con Gianluca y puesto punto final a la tensión.

Por suerte, Ernesto estaba cansado, y pasó gran parte de la visita dormitando. Cuando se despertaba le hablaba de la inundación de 1966. Habían pasado más de cuarenta años, pero describió con viveza y todo lujo de detalles cómo el nivel del mar había subido dos metros, inundando la planta baja de Ca' Ginoble y causando grandes daños en la ciudad.

Mientras volvía a casa, Lily reflexionó sobre su amistad con Ernesto. Según sus médicos, no viviría mucho, pero Lily daba gracias por cada minuto que pasaba con él. La había aceptado en su familia y sus historias sobre su vida y la ciudad significaban mucho para ella.

En Venecia Con Amor/ Gianluca GinobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora