T r e s

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¿CASARNOS? –repitió Lily, mirándolo atónita. No podía creer lo que había oído–. Si eso es alguna cruel broma, no me hace gracia.

–No es broma –Gianluca habló con seriedad y siguió mirándola con esa dura expresión a la que ella empezaba a acostumbrarse–. Nos casaremos enseguida.

–¿Cómo puedes siquiera pedírmelo? –gimió Lily. Seis meses antes habría aceptado sin dudarlo. Habría sido un sueño hecho realidad. Pero en ese momento era más bien una pesadilla–. Después de cómo me has tratado, estaría loca si me casara contigo.

–No te lo estoy pidiendo –dijo Gianluca–. Estoy diciendo que nos casaremos. Y por lo que respecta al mundo, el bebé que llevas es mío. Él o ella crecerá como heredero de los Ginoble.

A Lily le daba vueltas la cabeza. Gianluca se convertía en un desconocido segundo a segundo. Su madre, Ellen, le había advertido lo fácilmente que cambiaban los hombres. El padre de Lily había pasado de amante entregado a bruto amenazador de un día para otro, cuando Ellen le dijo que estaba embarazada. Y descubrió que Reggie ya estaba casado. Tenía esposa y dos hijos y estaba subiendo de jerarquía en la empresa contable de su suegro. A pesar de sus dulces palabras de seducción, solo había querido una aventura. El embarazo puso fin a eso. Se jugaba demasiado. Si su esposa o su suegro descubrían su infidelidad, Reggie podía perderlo todo: su familia, su estatus profesional y, lo más importante, la posibilidad de hacerse cargo de un negocio de éxito cuando su suegro se retirara. Para protegerse, Reggie había instalado a Ellen en una diminuta casita de campo. Pagaba el alquiler y una mísera pensión de manutención para Lily, pero con el acuerdo estricto de que Ellen no revelaría su existencia o la de su hija ilegítima a la familia.

–Mira, no sé a qué estás jugando conmigo –Lily se puso las manos en las caderas y miró a Gianluca a los ojos. Su infancia había estado marcada por la duplicidad de su padre y tenía la sensación de haber vivido ya demasiada deshonestidad y secretismo–. Pero sea lo que sea, no me interesa. Si quieres comprar el sistema de conferencia en web, perfecto, necesito la comisión para buscar un piso. Si no lo quieres, no importa. Deja que me marche y siga con mi vida. Tengo que encontrar un trabajo permanente. Tenía que encontrar un trabajo para poder mantener a su bebé. No acabaría como su madre. Ni en una situación aún más precaria financieramente hablando.

Ellen había quedado devastada cuando Reggie le mostró su auténtico carácter. Le había resultado insoportable que el hombre de quien se había enamorado comprara su silencio. Pero sin nadie a quien recurrir y con un bebé en camino, había aceptado su apoyo económico. Había perdido la confianza en sí misma y en los demás y fue incapaz de encontrar un trabajo que pudiera compaginar con la crianza de Lily. Finalmente había encontrado la paz trabajando como voluntaria en una residencia para enfermos desahuciados. Dedicaba su energía y amor a manualidades y proyectos artísticos y que les dieran algo de felicidad en sus últimos días. Lily quería mucho a su madre, a pesar de que su infancia había sido muy difícil. Sabia que le rompería el corazón enterarse de que Lily estaba embarazada y sola. Pasara lo que pasara, tenia que proteger a Ellen de la verdad, al menos hasta que su situación fuera mejor. Lo primero era encontrar trabajo para que su futuro fuera más seguro a nivel financiero.

–No has escuchado ni una palabra –Gianluca parecía tan frío e inconmovible que Lily sintió una intensa desazón–. No necesitas trabajo, ni un piso.

–Te he escuchado, pero no has dicho nada con sentido –replicó ella, intentando librarse de su inquietud–. Necesito trabajo y donde vivir; desde que me echaste he estado durmiendo en el sofá de mi amiga.

–Necesitas un marido que los mantenga a ti y al bebé –dijo Gianluca–. Yo te ofrezco mucho más que eso.

–¡No vivimos en la Edad Media! –exclamó Lily–. ¿Qué es eso tan maravilloso que ofreces? ¿Dinero? Claro que sería fantástico tener un marido rico, pero si no puedo tener un marido que me quiera, a mí y a su hijo, prefiero estar sola.

En Venecia Con Amor/ Gianluca GinobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora