N u e v e

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Lily contempló su salida atónita. Sólo podía pensar en lo estúpida que había sido al confiar en Gianluca. Había visto su auténtica naturaleza la noche que la echo a la calle. ¿Por qué había vuelto a su vida tras ese comportamiento abominable? Era porque había creído estar enamorada de él. Y él la había engañado y manipulado. Le había hecho creer que sería la mejor solución para ella y el bebé, cuando no le importaban nada. Sólo quería vengarse de ella por algo que ni siquiera había hecho y al mismo tiempo complacer a su abuelo. Lily puso los brazos en jarras y resopló. No lo aceptaría. No podía retenerla en contra de sus deseos. Lo abandonaría, recuperaría su vida y arruinaría sus planes.

Sacó la maleta y empezó a meter ropa dentro. Todo: incluida ropa de alta costura y joyas. Todo lo que le había comprado. Le había dicho que eran suyas y esa vez se las llevaría. Se detuvo de repente. No quería las cosas que había pagado él. Nunca le había importado su dinero. Sólo le había importado él. Y ahora su bebé. Si se iba, el bebé no recibiría nada. Y no se trataba de dinero, sino de ser legitimo y tener un apellido. Su infancia había estado marcada por el hecho de que su padre se negara a reconocerla. Eso le había hecho tanto daño que había llegado a casarse con un hombre que no la quería para ahorrarle ese dolor a su bebé. Quedarse con Gianluca era la mejor forma de llegar a él. Era el padre del bebé y debía haber alguna manera de demostrarlo.


***

–Adiós, mamá –Lily se inclinó para besar la mejilla de su madre, ante el control de seguridad del aeropuerto Marco Polo.

–Pasaporte, tarjeta de embarque... –Ellen comprobó que tenía los documentos necesarios en la mano y se volvió para dar un último abrazo a Lily–. Enhorabuena otra vez, cielo. Y gracias por invitarme.

–De nada –Lily sonrió con tanta calidez como pudo y le devolvió el abrazo.

–¡Me toca pasar! Agarró el asa de su bolso de mano y avanzó hacia el control.

–¡Gracias por venir! –le gritó Lily. Mientras veía a su madre alejarse, sintió una desagradable sensación de vacío, Quería mucho a su madre pero, dadas las circunstancias, la visita de Ellen a Venecia había sido dura para Lily. Vivir con Gianluca conociendo sus planes había sido difícil. Y la presencia de su madre no había facilitado las cosas. Tras la horrible discusión en la que él había admitido que consideraba el matrimonio algo temporal, habían vuelto a la rutina anterior rápidamente. Gianluca había mantenido las distancias y Lily había optado por la calma. Sabía, instintivamente, que era mejor esperar el momento apropiado. Discutir con Gianluca no serviría para demostrar su inocencia.

Lily había invitado a su madre a pasar unos días con ellos, consciente de que era un obstáculo que debía salvar. Había sido más fácil de lo que esperaba convencer a Ellen de que todo era como debía ser. Aunque eso debería haberla aliviado, el que su madre aceptara la situación tan fácilmente la molestaba. Nunca habían estado especialmente unidas. Ellen era nerviosa y excitable, era difícil llegar a conocerla. De niña, a Lily siempre le había dolido que su madre dedicase tanto tiempo y esfuerzo a los proyectos artísticos con los pacientes terminales, y en cambio se olvidara de asistir a los eventos del colegio e incluso de comprar comida para cenar. Al ir creciendo, Lily se dijo que era la forma de sobrevivir de su madre. Estaba decepcionada con su vida y se sentía vulnerable al depender de un hombre que se avergonzaba de ella y quería mantener su existencia en secreto. En ese momento, era Lily la vulnerable. Y aunque sabia que no podía decirle la verdad a Ellen, el que su propia madre no hubiera notado que algo iba mal hería sus sentimientos. Al principio la había excusado mentalmente. Tras pasar tantos años en el campo, era lógico que Venecia la hubiera entusiasmado. Había querido pasar todo el tiempo haciendo cosas turísticas. La habían fascinado las tradicionales mascaras venecianas que había en venta en todas partes. No había dejado de hablar de nuevas ideas para sus proyectos artísticos y a Lily no le había costado pasar desapercibida. No había tenido que evitar preguntas respecto a su repentina boda ni al hecho de que Gianluca nunca estuviera en casa. Había empezado a sentirse como la mujer invisible. Suspiró, sin poder evitar alegrarse de la partida de su madre. Tenerla allí había hecho que se sintiera más sola que nunca. Estaban en junio y el aeropuerto era un hervidero de turistas cargados con maletas. Salió de allí y caminó a donde esperaba el barco de Gianluca. No tenía ganas de volver al palazzo, pero había prometido a Ernesto que lo visitaría antes de comer.

En Venecia Con Amor/ Gianluca GinobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora