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Lily abrió los ojos, miró el reloj adormilada y maldijo. Era tarde.

 –¿Aún no estás levantada? –preguntó Anna, ya vestida para el trabajo y acercándose desde la cocina americana–. Creí que tenías esa presentación esta mañana. Ya sabes..., la que puede decidir tu futuro.

–Sí, es a las nueve –Lily se sentó en el sofá. Le agradecía mucho a su amiga que la hubiera acogido cuando Gianluca la echo, pero ese sofá no era especialmente cómodo para dormir.

–Dios, tienes un aspecto horrible –dijo Anna–. Creía que las náuseas matutinas solo duraban las primeras semanas.

–Eso creía yo –Lily se movió e inspiró lentamente, intentando controlar su estómago.

–Toma –Anna puso un vaso de leche en la mesita de café–. Que tengas suerte esta mañana –le deseó, ya camino de la puerta.

Lily tomó un sorbo de leche. Estaba fresca y le asentó el estómago lo suficiente para poder darse una ducha rápida y prepararse para el trabajo. Era una suerte que Anna hubiera recordado que una de sus colegas decía que la leche había sido milagrosa para controlar las náuseas durante su embarazo.

Cuarenta y cinco minutos después, Lily bajó de un taxi que no podía permitirse y, parada en la acera londinense, miró el imponente edificio de acero y cristal que era sede de Empresas L&G. Era una compañía subsidiaria del imperio Ginoble, y se estremeció al pensar que Gianluca pudiera estar dentro. Pero si hubiera creído, ni siquiera un momento, que él podía estar cerca, no habría accedido a hacer la presentación. Tomó aire, aferró el asa del pesado maletín y entró al edificio. Un rizo rubio bailó ante sus ojos y se lo puso detrás de la oreja. Por falta de tiempo, se había conformado con recogerse el pelo en la nuca, pero ya empezaba a demostrar su rebeldía. Era importante tener éxito esa mañana. Aún no encontrado el trabajo fijo que necesitaba desesperadamente. Si tenía suerte, ése seria su día. Su antiguo jefe de la empresa de programas informáticos en la que había trabajado antes de conocer a Gianluca, le había ofrecido una oportunidad, como favor personal. Si podía venderle a Empresas L&G su programa de conferencias por web, le pagaría comisión y le buscaría un puesto fijo.

–¿No fue Suzy Smith quien hizo la oferta? –había preguntado Lily, pensando en la atractiva morena que había ocupado su puesto cuando ella renunció para trasladarse a Venecia con Gianluca.

 –Cierto –había concedido Mike, su antiguo jefe–. Pero, la verdad, Lily, ella fracasaría. Empresas L&G es dura de pelar. Créeme, Suzy se alegrará de que hagas tú la presentación, incluso intentó convencerme de que me encargara yo.

–¿Y por qué no lo haces? –Lily había sonreído, comprendiendo que estaba arriesgando un posible empleo al decirlo.

–Porque tú eres mejor –había contestado Mike con toda sinceridad. Aunque era un genio de la programación y su empresa era un éxito, las ventas no eran su fuerte–. Tú sabes lo que haces –le entregó todos los documentos necesarios para la presentación–. Y no dejarás que esos ejecutivos estirados te hagan perder el forte.

Así que allí estaba, entrando en las oficinas de una empresa de Gianluca Ginoble, el hombre que la había echado a las calles de Venecia, como si fuera basura, por haber cometido el error de quedarse embarazada. Habían pasado seis largas semanas desde ese aciago día de marzo, pero Lily seguía atónita por cómo la había tratado. La había asombrado su suerte por estar con un hombre tan maravilloso y había creído que todo iba bien entre ellos. Hasta descubrir, de la peor manera, que no era en absoluto maravilloso, cuando la abandonó sin pensarlo en el momento en que necesitó su apoyo.

En Venecia Con Amor/ Gianluca GinobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora