Lily tiritaba en la parte trasera del taxi de agua mientras recorría el neblinoso canal veneciano. El frío y la humedad atravesaban su chaqueta de ante, helándola hasta los huesos, pero agradecía el aire fresco. Hacía más calor dentro de la cabina de madera del taxi, pero no había bastante aire y el movimiento del barco la mareaba. Últimamente todo la mareaba, pero al fin sabía por qué. Estaba embarazada. Cerró los ojos e inspiró con fuerza. Embarazada. ¿Cómo iba a decírselo a Gianluca? Llevaba viviendo con él cinco meses, y durante ese tiempo había sido el amante más asombroso y atento que podría haber imaginado. Pero siempre había sabido que para él no era más que una relación temporal. Gianluca le había prometido exclusividad desde el primer momento y, a cambio de su fidelidad, había exigido lo mismo de ella. Pero siempre había dejado claro que era una relación sin futuro. No habría compromiso a largo plazo y, categóricamente, nada de niños. Pero ella estaba embarazada de ocho semanas. Lo que había empezado como una gastroenteritis se había convertido en náuseas matutinas. Probablemente la gastroenteritis había sido la causa de que fallara la píldora. Se estremeció de nuevo y miró su reloj. Gianluca estaría esperándola en el palazzo, para saber qué le había dicho el medico. Llegaría a casa en unos minutos. De repente, a pesar de su aprensión con respecto a darle a Gianluca la noticia, se encontró deseando estar con él. Un bebé podía no entrar en sus planes, pero ella no se había quedado embarazada a propósito. Gianluca lo entendería. Era un hombre rico y poderoso, acostumbrado a que las cosas fueran como él quería, pero era razonable. Se sorprendería, incluso molestaría, pero estaba segura de que cuando tuviera tiempo de absorber la noticia, todo iría bien. Ella siempre había deseado tener familia y, la verdad, no se le ocurría nadie a quien prefiriera como padre de sus hijos. Era un hombre de negocios influyente con éxito, pero también había visto su lado tierno. No rechazaría a su propio hijo solo porque no hubiera entrado en sus planes.
El taxi de agua se detuvo ante la puerta del palazzo. La niebla apagaba los sonidos de la ciudad y Lily sólo oía el golpeteo del agua contra los escalones de mármol. Pagó al conductor y aceptó su ayuda para bajar del barco. Gianluca salió para darle la bienvenida. Ella se quedó sin aire y titubeó en el escalón superior, absorbiendo la perfección masculina de Gianluca Ginoble, su amante. Media más de uno setenta, era ancho de espaldas y se movía con la gracia y fuerza de un atleta. Tenía el pelo negro y ondulado, peinado hacia atrás, dejando a la vista su frente y su bellísimo rostro. Se había preguntado con frecuencia si llegaría a superar lo increíble que era. Daba igual que él hubiera estado de viaje de negocios unos días, o que hubieran estado separados unos minutos, cada vez que lo veía su corazón se aceleraba y se tensaba de excitación. Tras conocerlo durante diez meses y vivir cinco con él, seguía apabullándola lo maravilloso que era estar con él.
–Por fin has vuelto –Gianluca la acarició con sus ojos verdes, se acercó y la rodeó con los brazos.
–Mmm –Lily se acurrucó contra su pecho y apoyó la mejilla en el aterciopelado suéter negro de cachemira. Inspiró con fuerza, inhalando su aroma. En sus bazos se sentía segura, mucho mejor. Las náuseas que había tenido en el taxi se convirtieron en algo del pasado.
–He intentado llamarte –Gianluca alzó su rostro y le dio un beso suave–. Pero vi que te habías dejado el teléfono en el dormitorio.
–Lo siento –Lily miró su atractivo rostro. Como siempre, su beso tenía el poder de hacerle olvidarlo todo–. Me olvidé de cargar la batería.
–¿Estás bien? –Gianluca agarró sus manos–. Estás pálida y fría. Entra y siéntate. ¿Quieres beber algo caliente?
–Me apetece más un vaso de agua fría –contestó Lily, dejando que Gianluca la guiara al estudio. Después se pasó los dedos por el pelo, volviendo a sentir aprensión. Por fin sabía por qué habían dejado de apetecerle el café y el té, y tendría que decírselo a Gianluca.
–Creía que Carlo iba a llevarte a la consulta –dijo Gianluca, mientras ponía hielo y agua mineral en un vaso–. No me gusta que utilices taxis públicos, sobre todo cuando no te encuentras bien.
–Estaba bien –lo tranquilizó Lily–. Pensé que así andaría un poco, el aire fresco me sienta bien.
–Si hubiera sabido que no irías con Carlo, te habría acompañado yo –dijo Gianluca, rodeando su cintura con un brazo y llevándola hacia el sofá que había junto a la ventana–. No sé cómo me convenciste para que no cancelara la reunión. Lily volvió a pasarse la mano por el largo pelo rubio mientras se sentaba. La humedad había hecho que se rizara. Era ridículo preocuparse por su aspecto en ese momento, pero la enormidad de la situación la llevaba a concentrarse en cosas sin importancia. –¿Qué ha dicho el medico? –preguntó Gianluca, mirándola con preocupación. Su rostro acorazonado estaba increíblemente pálido y bajo sus expresivos ojos color avellana había profundas ojeras–. ¿Necesitas tomar antibióticos?
–No –contestó Lily. Volvió a pasarse la mano por el pelo y Gianluca reconoció el gesto de nerviosismo. Con el tiempo se había acostumbrado a su lenguaje corporal, pero no podía imaginar por qué estaba nerviosa. –¿Qué tienes entonces? El temor de que fuera algo grave lo atravesó como una flecha. Se arrodilló a su lado y agarró sus manos. Pensar que Lily estuviera enferma era insoportable. –¿Qué ha dicho el medico? –presionó–. ¿Tienes que hacerte más pruebas?
–No –Lily lo miró y titubeó. Sus cejas se habían juntado creando dos arrugas verticales entre sus ojos. Volvió a maravillarla el increíble color verde que hacía que se sintiera como si hubiera llegado el en vez de una primavera fría y húmeda. Estaba preocupado. Debía decirle la verdad.
–Estoy embarazada. Lily no estaba preparada para lo que ocurrió continuación. Había esperado sorpresa, incluso Pero no ese dramático cambio en su expresión..., como si sus rasgos se volvieran duro y acero. Ni la brutalidad de sus palabras.
–Haz el equipaje –se levantó de un salto y soltó sus manos como si no soportara tocarla–. Y sal de casa.
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En Venecia Con Amor/ Gianluca Ginoble
Hayran KurguEl magnate implacable y su amante embarazada tendrían un matrimonio... De conveniencia. Historia adaptada