Cumpleaños

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Estoy sentada en la cama con la luz apagada. Miro el reloj y compruebo que ya es mi cumpleaños. Acabo de cumplir treinta años y no tengo ni idea de qué hacer con mi vida. Hace meses que me revolotean dudas pero es en este momento, en el cambio de década, cuándo sé con toda seguridad que no quiero seguir como hasta ahora.

He pasado mi vida complaciendo a los demás. Mis padres, maestros, profesores y parejas. Siempre he sido una persona dependiente de otras pero aunque tuviese compañía me sentía sola. Nunca he sentido como que estaba haciendo lo que yo quería.

Miro a mi alrededor y lo que veo me desagrada. Marcos está roncando como cada noche desde hace seis años, sin darse cuenta (o sin querer darse cuenta) que aún sigo sentada en la cama. Él me gusta, siempre me gustó, pero su pasotismo me cansa.

Somos novios desde hace ocho años y llevamos seis viviendo juntos. Al principio, como en todas las parejas, era puro fuego en la cama, un amante excepcional que se desvivía por complacerme. Ahora casi ni me toca con la escusa de que viene cansado del trabajo.

No lo dudo, ser chófer del alcalde tiene que cansar, cada vez que el señor alcalde quiere ir a algún sitio le llama, o si alguna de sus hijas necesita que la acerquen a algún sitio. Debería ser secreto profesional pero Marcos me lo cuenta todo, incluso cuando tiene que recoger a alguna de sus putas y llevarla a un hotel de mala muerte dónde espera el viejo alcalde harto de viagra. ¡Asqueroso!

Lo único positivo de mi vida es mi trabajo, estudié turismo y ahora tengo mi propia agencia de viajes, pequeñita pero con grandes resultados. Para mí no podría haber un trabajo mejor, viajo cada vez que puedo con la escusa de probar lo que les ofrezco a mis clientes. Viajar me hace feliz, es lo único que hago sola y no me importa.

Cuando el alcalde acababa de empezar su mandato no abusaba tanto de Marcos y solíamos hacer turismo todos los fines de semana. Después de un año se le subió el poder a la cabeza y, más que un chofer, empezó a ser su asistente personal. Se acabaron los fines de semana románticos y hacer planes para vacaciones.

Nuestra vida de pareja fue muriendo a la vez que se alzaba la carrera política del señor alcalde. Los dos nos hemos dado cuenta, llevamos tres años sin hacer una escapada romántica, pero ninguno se atreve a hablarlo. Yo tengo miedo de quedarme sola, él supongo que necesita a alguien que lave y planche para él pues no tiene tiempo para eso.

Sin importarme si está cansado o tiene que levantarse en media hora para cualquier servicio de "urgencia", estiro el brazo y agarrando el suyo le zarandeo hasta que se despierta en mitad de un ronquido. Me mira con los ojos entrecerrados y enciende la luz.

- ¿Qué quieres ahora? ¿No ves que estoy cansado?- aún así se sienta y me escucha

- Tenemos que hablar- esa frase acojonaría a la mayoría de personas con pareja, a él no

- ¿Ahora? ¿No puede esperar a mañana?- se le nota cansado pero no, no voy a esperar a mañana

- Mañana también estarás cansado y pasado y el siguiente día... siempre estás cansado, ya no tienes tiempo para mí- le explico con voz cansina

- ¿De eso va todo? ¿De qué estoy cansado siempre? No jodas, Virginia, trabajo casi veinte horas al día, es normal que esté cansado...- deja la frase sin punto final, sin conclusión

- Tu trabajo no consiste en ser el ayudante personal del alcalde y toda su familia, eres su chófer en horas de trabajo, te pagan por eso no por llevar de discotecas a sus hijas.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora