Capítulo 42

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Empecé a despertar, recordando todo lo que paso. Había hecho el amor con Hudson y fue totalmente increíble y magnífico, aun podía sentir sus manos por mi cuerpo, sus besos y el éxtasis e infinito placer que me había proporcionado.

Me hizo sentir la mujer más hermosa de este mundo, en cada una de sus caricias expresaba el deseo que sentía por mí y eso me hizo sentir perfecta, porque no lo era, tenía ese rollito en el abdomen, ese que según yo nunca desaparecerá, y con todo y esos defectos él aceptó cada parte de mi llevándome a conocer un placer que para mí era inimaginable, en otro momento.

Me sentía agotada y un poco adolorida, no poco, muy adolorida principalmente en la entrepierna y el abdomen. Me dolían las piernas los brazos, todo, como si hubiera hecho una sesión extrema de CrossFit. Había descubierto una manera placentera de perder calorías, la mejor manera a correr un maratón completo.

Empecé a palpar a lado mío, izquierdo, derecho y no sentí a Hudson junto a mí, estaba sola, era extraño. Abrí lentamente los ojos para buscarlo pero no lo vi, lo único que mis ojos alcanzaron a visualizar fue la oscuridad de la habitación. A través de los ventanales pude ver que aún era de noche, con razón se me había hecho muy corto el tiempo que sentí dormida. Mis ojos de acostumbraron a la oscuridad y la recorrí entera sin rastro alguno de Hudson.

Me moví para quitarme un poco la pereza y estirar los músculos que sentía tiesos y muy adoloridos. La puerta estaba entre abierta, pude ver un poco de luz que provenía del pasillo, me levanté buscando mi ropa o algo que ponerme, todo estaba regado por la habitación. Me tome el atrevimiento de hurgar en uno de los cajones de Hudson, sacando unos pantalones deportivos y una sudadera. Me los coloque y salí en busca de Hudson o mi bolso para saber qué hora era.

A medida que salía de la habitación y me acercaba al pasillo escuchaba voces hablando en susurros enfadados.

-... ella está aquí verdad, eso es perfecto ¿no crees? Terminemos con esto de una vez

Esa voz, conocía esa voz, era de la tal Miranda, siempre he tenido buena memoria, en algunas cosas es necesaria y en otras simplemente no.

Las señales de alerta se dispararon por todo mi cuerpo, haciendo que un escalofrió me recorriera, esa sensación de que algo está a punto de pasar, y no es precisamente bueno.

Seguí acercándome a paso lento, para tratar de entender que es lo que querían decir.

-Te lo estoy pidiendo por la buena Miranda, así que vete de mi casa ¡Ahora!

La voz de Hudson era muy dura, podía notar un enojo latente en su voz, casi podría imaginarme su cara, ceño fruncido y mandíbula apretada. Sin embargo no entendía absolutamente nada.

-Vamos ¿no crees que sería divertido? -volvió a escuchar la voz de miranda y esta vez Hudson no hablo, así que decidí averiguarlo de una vez por todas.

Me pare en el umbral de las escaleras y pude ver a Hudson con tan solo un pantalón de pijama oscuro y con el torso descubierto, estaba acompañando de Miranda, solos en la sala. Desafiándose uno al otro.

El semblante de Hudson era de total enojo, pero también podía verlo un poco ansioso y preocupado. Al contrario, la expresión de Miranda era de total diversión, su rostro mostraba una gran inquietud, la sonrisa burlona que tenía causó que una corriente fría me recorriera de la cabeza a los pies. Algo andaba mal, además de, ¿Qué rayos hacia Miranda aquí a esta hora? estoy segura que pasaba de la media noche.

Di un paso más, al hacerlo la madera emitió un chirrido por mis pies descalzos, llamando la atención de ambos. Voltearon concentrando sus miradas en mí.

Sólo él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora